EL DIVINO ZAMORA 5 puntos

(Zamora; Italia, 2024)

Dirección: Neri Marcorè.

Guion: Maurizio Careddu, Paola Mammini, Neri Marcorè y Alessandro Rossi.

Duración: 100 minutos.

Intérpretes: Alberto Paradossi, Neri Marcorè, Marta Gastini , Giovanni Storti, Antonio Catania.

Estreno en salas de cine.

Casualmente o no, apenas unos días después de la final de la Copa América –y de varias atajadas del “Dibu” Martínez–, el estreno de El divino Zamora destaca los dolores y placeres del arquero, un oficio que “no es como el de los demás jugadores. Su rol es único, hermoso, excitante y mortal. Alguien que hace un milagro y se transforma en un héroe, pero que si comete un error es crucificado”. La definición sale de los labios de Giorgio Cavazzoni, un exarquero de la primera división caído en desgracia que pasa cada día recuperándose de la resaca de la noche anterior, cuando no intentando escapar de los acreedores de sus deudas de juego. Quien le da vida en la pantalla es el actor y comediante Neri Marcorè, que se reserva ese rol en su primera película como realizador, una comedia dulce y nostálgica que reconstruye la Milán de mediados de los años '60 para narrar el encuentro de un joven contador con el comienzo del resto de su vida.

Es precisamente Walter Vismara (Alberto Paradossi), soltero y sin apuros, quien llega a la gran ciudad para ocupar un puesto contable en una gran empresa milanesa cuyo dueño es fanático del Inter. No sólo eso, sino que todos los años obliga a sus empleados varones a participar de un partido de fútbol –solteros versus casados– como si en ello se le fuera la vida. Problema: Walter afirma que puede ocupar la portería, aunque su conocimiento del balompié apenas si supera las reglas teóricas más básicas. Solución posible, aunque a priori improbable: contratar a Cavazzoni para que le enseñe las reglas del oficio y lo entrene. En paralelo, las salidas al cine (se estrena Julieta de las espíritus) y a cenar con una compañera de trabajo se estrellan con un malentendido –recurso clásico de la comedia romántica– que enfrenta al protagonista con un bajón personal y profesional. Encerrona nada sencilla para el introvertido y bastante conservador Walter, conviviente en el departamento de su hermana recientemente separada.

Con esos elementos y condimentos, Marcorè construye un cuento de hadas tan amable como previsible, bien alejado de las ironías y oscuridades de la commedia all'italiana. El único riesgo aquí es que Walter decida meterse nuevamente en su caparazón y no salir nunca más, empujado por un colega molesto –hoy se hablaría de acoso laboral– y su tendencia a la auto conmiseración. Lo mejor de El divino Zamora (el título remite al legendario crack español) puede hallarse en los detalles costumbristas, en algunos diálogos con personajes secundarios que parecen provenir de algún Divito fatto in Italia, como esa esposa celosa que se la pasa mentando amantes imaginarios o el encargado del bar de viejos que, llegado el momento, se cuelga el silbato de árbitro. En la pantalla, más allá de los escollos, todos felices, sin perdices pero con osobuco y amaretto para el postre.