CONTINENTE 6 puntos
(Brasil/Argentina/Francia, 2024)
Dirección: Davi Pretto.
Guion: Davi Pretto, Igor Verde y Paola Wink.
Duración: 110 minutos.
Intérpretes: Olivia Torres, Ana Flavia Cavalcanti, Corentin Fila, Mauricio Paniagua.
Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.
Después del aterrizaje, las primeras imágenes reflejan el espacio real que sirve de inspiración al imaginario: algún paraje del sur brasileño, con su geografía tan disímil a las playas cariocas o el sertón nordestino. Quienes llegan son Amanda, de regreso al terruño, y su novio francés Martin, y las razones son claras desde el momento en el que ingresan al caserón: el pater familias y virtual dueño del poblado que rodea a la finca está a punto de morir, con las connotaciones que ello implica en una población con mucho de endogámico. El tercer largometraje del brasileño Davi Pretto, coproducción entre su país de origen, Francia y Argentina que se estrena casi sin anuncio previo en el Cine Gaumont, despliega durante los primeros cuarenta minutos un clásico relato de choque de clases, desde el punto de vista de una joven que ha permanecido en el extranjero durante un buen tiempo. Es decir, alejada de los usos, costumbres y ceremonias de una familia potentada, dueña de tierras de desmonte y única empleadora de los habitantes del lugar.
Si la película previa de Pretto, Rifle, abordaba tangencialmente los terrenos del western, Continente anticipa –sin explicitarlo en un primer momento– que algo realmente fuera de lo común está ocurriendo en las tierras que pronto Amanda habrá de heredar. Algo misterioso, tal vez sobrenatural. El escaso conocimiento del portugués de Martin no impide que los profundos cortes en las muñecas de los pueblerinos y la mención a un ritual secreto le llamen poderosamente la atención. Mientras tanto, la única enfermera del pueblo dedica todas las mañanas a coser y curar las heridas de los trabajadores de la zona. Luego de una agonía de días el mandamás fallece, delegando el poder interino en uno de los capangas, y la protagonista debe tomar una decisión respecto del futuro inmediato: quedarse, y adoptar las formas de la tradición del clan, o regresar a Europa y seguir con su vida tal y como la venía transitando.
Ya desde muy temprano Continente se envuelve en los velos de la alegoría, transformando el intercambio de sangre en una metáfora transparente sobre la explotación y, tal vez, el neocolonialismo. La fábula se dirige definitivamente hacia las costas del terror a partir del último tercio del relato, entretejiendo varias secuencias diseñadas para empapar de sangre la pantalla. Los excesos alegóricos le juegan un poco en contra al film, pero se trata de una decisión consciente del realizador y los guionistas, que intentan conjurar las virtudes de lo fantástico como plataforma para la reflexión política. Si el viejo “vampiro” está muerto, es necesario consagrar a uno nuevo para mantener el statu quo (allí están esos camiones llenos de soldados al comienzo de la proyección, amén de los helicópteros que sobrevuelan constantemente la zona), aunque alguna pobladora intente romper la maldición con una droga que no parece sintética. Extraña y despareja, por momentos algo excesiva, aunque no necesariamente por los detalles sanguinolentos, Continente es sin embargo una interesante exploración latinoamericana en los terrenos del horror que nunca abandona el trasfondo de lo real como trampolín para la fantasía.