Todos los eneros, la ciudad de Azul se pinta de los colores del orgullo, pero no fue siempre así. La marcha, que está planeando su cuarta edición, fue gestada en la casa de los padres de Pato Ruiz.

Ruiz se define como una marica migrante que escribe y teje con distintas materialidades y lenguajes, pasando por lo teatral, la performance, la música. Su grupo "Putite de mamá" es un claro ejemplo de sus entramados. Junto a Camilo Ortiz, hacen la música electrónica, danza y letras que se transforman on poemas políticos. Es originaria de Azul, provincia de Buenos Aires y la ciudad ha estado siempre presente en su producción. “Lo pueblerino, lo rural, el campo, la marginalidad de ser maricona", acota.

En el nombre del padre

Durante la pandemia, tras la muerte de sus padres por COVID, volvió a la ciudad que lo vió crecer, con la que estaba peleada por cierto conservadurismo. Este trágico evento reactivó su militancia, impulsándola a co-fundar la Coletrans en Azul, una iniciativa para apoyar a personas trans con los alquileres y la compra de mercadería para vivir. A finales del 2020, el colectivo creció tanto que comenzaron a planear una marcha del orgullo, que se gestó en la casa de sus padres, convertida en un centro de reunión y organización.

Pato Ruiz, marica.

Desde temprana edad, Pato fue testigo del activismo de sus padres, quienes abrieron el primer boliche gay de Azul, "Ce Fini", que empezó a funcionar con la llegada de la democracia. “Mis padres, sin querer aseverar nada, siento que pertenecieron a la comunidad en distintas formas. Mi papá siempre fue súper femenina y le atraía mucho a todo el mundo maricón. Y mi mamá siempre fue de llevar el control de la casa, de ser quien pone el dinero, de dar las órdenes. Había una cuestión de roles ahí intercambiada con mucha facilidad y sin ningún esfuerzo ni ningún miramiento ni competencia", afirma.

Ce Fini era un espacio abierto para aquellos que se sentían marginales. Un lugar vibrante y lleno de libertades. “Mis padres no eran homodiantes ni tampoco de la comunidad, pero decidieron alojar a quienes no tenían dónde juntarse, a los punks, a los peronistas, a las travestis. Era un espacio que congregaba a una generación que había sido diezmada” afirma Ruiz. Como dato de color, en aquel boliche tocaron Patricio Rey y sus redonditos de ricota, por primera vez.

De alguna forma, que la casa se haya convertido en la base operativa de la asamblea fue un homenaje a sus padres, confiesa y un paso que no puede verse sino como lo más lógico.

Una nota de Enrique Symmns de "Ce Fini".

El legado

“Éramos un colectivo bastante importante de personas preguntandonos cómo es que todavía no nos habíamos visibilizado. Con muchas precauciones, llegado el verano empezamos a reunirnos en espacios abiertos. Ya había habido una primera amenaza de marcha del orgullo en el 2015, cuando Sudor Marika tocó en el garage de mi casa donde hacíamos el Aquelarre Queer", recuerda. 

Pero la pandemia hizo que ese deseo se convirtiera en una necesidad. Protocolos mediante, comenzaron las reuniones en la casa familiar, donde se planearon decorar las carrozas, se discutió, se lloró, se ensayó. La casa fue una sede donde se hospedó todo aquel que quisiera acercarse a la marcha. Si bien la movilización se autofinanció, por medio de rifas, muchos comercios, que sentían que era hora de que sucediera, colaboraron.

La primera movilización estuvo marcada por una constante tensión y un estricto compromiso con los protocolos sanitarios para evitar cualquier riesgo social. A pesar de estas precauciones, fue un éxito rotundo: superaron todas las expectativas con una participación masiva.

La repercusión inicial fue impactante en términos de visibilidad. “Dragueamos estatuas, al caballo de San Martín lo volvimos unicornio y a San Martín lo volvimos una vedette. El ejecutivo en ese momento, de gestión PRO, nos quiso denunciar penalmente. Así que si bien la marcha fue alucinante, tuvo un gusto amargo, porque quisieron bajarla diciendo que éramos un bochorno. Lo único que lograron fue potenciarnos y hasta debilitar su legitimación, que ya iba en descenso", afirma. 

La repercusión en términos de visualidad les valió una denuncia penal.

A pesar de las críticas, al realizarla en enero sus protagonistas afirman que fomenta el turismo. "Son muchas las personas que conocieron Azul por la marcha y quedaron enamoradas", sostiene Ruiz.

La asamblea permanente y orgullosa

Desde su creación, han desarrollado diversas iniciativas, especialmente enriqueciendo la cultura LGBT+ con una perspectiva queer en eventos culturales como festivales. Estos esfuerzos sirvieron para establecer puentes con instituciones y el municipio, manteniendo al mismo tiempo la autonomía e independencia del grupo.

Entre sus logros se encuentra "Memorias SinVergüenzas", una serie de cortometrajes que celebran a referentes que precedieron a la generación actual, sirviendo como una forma de reparación simbólica y un recordatorio de la historia de la comunidad.

Uno de los focos de la asamblea es abordar una deuda persistente: la creación de una secretaría específica para género y población LGBT+, que se encargue de poner en agenda temas que se pasan por alto, como la discriminación aún latente, las historias de quiénes ya no están, el placer, el deseo, el acceso al empleo. Una secretaría que aloje las voces queer, disruptivas y marginadas de la ciudad.

Además, la asamblea estableció lazos con otras marchas provinciales y de la zona, generando puentes para regionalizar las marchas. “Así se trafican también nuestros amores, nuestros comercios, nuestras vidas, nuestras experiencias, de manera regional, que es algo que por lo general en las capitales es más difícil porque se concentra en sí misma”, afirma Ruiz.

Tras el cambio de gestión, el municipio de Azul está buscando revitalizar la cultura de la ciudad. Sin embargo, Pato hoy en día tiene que vivir en otras ciudades, producto de la violencia policial que vivió y los problemas para cubrir necesidades básicas a los que se enfrentó. “A pesar de estar en el extranjero, sigo manteniendo un fuerte vínculo con Argentina y planeo regresar en enero para participar en la Marcha del Orgullo. Para mí, la marcha no es solo un evento, sino un motor de cambio en la provincia, donde las migraciones entre ciudades son comunes y forman parte de nuestra identidad y experiencia diaria” concluye.