A puro teatro. Pablo Gorlero disfruta hoy de un presente dedicado, casi a tiempo completo, a su oficio de dramaturgo y director, luego de difundir las artes escénicas como periodista durante muchos años. Con tanta convicción tomó esa decisión, que en la cartelera de vacaciones de invierno destaca precisamente una de sus propuestas: El zorro, el labrador y el buen hombre, una tierna fábula para toda la familia que combina actores y títeres. Y que puede verse en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), de martes a domingos a las 17.

Con dirección general, dramaturgia y puesta en escena de Gorlero, la dirección de títeres de Daniela Fiorentino y música original de Fernando Nazar, el elenco está integrado por Santiago Lozano, Gerardo Porión, Pedro Raimondi y Fiorentino. La pieza propone una historia sobre la empatía, el amor incondicional, la amistad y los lazos que trascienden los planos de las almas. Y está pensada para público de todas las edades (desde los 4 hasta los 100 años).

“La escritura surgió a partir de un video que vi en Instagram en el cual se retrataba la relación entre un hombre, su perro y un cachorro de zorro que encontraron en el camino. En treinta segundos estaba contada esa historia de amor y empatía, y me pareció perfecta para adaptarla a un lenguaje escénico con títeres, actores, música y pocas palabras. La escribí muy rápidamente, como cuento y como obra teatral. Y luego le agregué algunas canciones a modo de relato, que cuentan con una partitura hermosa de Fernando Nazar”, cuenta Gorlero acerca de esta propuesta que narra el vínculo entrañable de los humanos con los animales.

Gorlero tiene actualmente tres obras en cartel, y próximamente se sumarán dos títulos más con algunas funciones. Durante mucho tiempo, su aporte a la escena teatral lo hizo desde los medios, pero hace un tiempo decidió seguir sumando desde las tablas. “El teatro me ofrece una diversidad que no encuentro en el periodismo. Y por eso, también tengo en cartel una comedia musical como La Minoica, que se cruza con el absurdo como género jugando con el mito de Teseo y el Minotauro desde el cuestionamiento de los conceptos de héroe y monstruo, un unipersonal tanguero como Gayola en París y la historia de Alma Mahler que escribió Víctor Hugo Morales. Además, pronto habrá dos funciones de Huellitas, un musical folklórico para infancias”.

-¿Qué desafíos tiene realizar una obra para toda la familia?

-Trabajar para las infancias tiene un desafío superior que en el teatro para adultos. Primero, por la responsabilidad de lo que se les va a transmitir a los espectadores, dado que eso puede perdurar toda la vida. Y luego, porque la atención en estos tiempos no es la misma que la de hace algunos años. Es un desafío lograr que, en una hora, no haya apuros ni impaciencia ni ansiedad. La fórmula, siempre insisto, está en lo artesanal. La parafernalia escénica, los efectos especiales y visuales están al alcance de todos y todas a través de las pantallitas. En cambio, pienso que llama más la atención y curiosidad adentrarnos en la esencia del juego, del cuento, del hecho artístico. Por otra parte, no me gusta hacer espectáculos sólo para las infancias. Me interesa incorporar al espectador adulto. Por lo tanto, el desafío es trabajar una narrativa bifocal, que contenga distintas lecturas según la edad del espectador. El zorro, el labrador y el buen hombre habla de la empatía, de la amistad incondicional, pero también de la desaparición física. Esto llega de diferentes maneras a los niños y niñas y a los adultos que los acompañan.

-En El zorro... los títeres son absolutos protagonistas. ¿Qué potencialidades advertís que tienen los títeres en la escena?

-Considero al títere como un actor. El desafío es que, como espectador, no dejes de ver un personaje por más que quien lo manipula esté a la vista de todos. Eso se logra a través de movimientos y actitudes verdaderas. Tanto el títere del labrador como el zorro o la liebre generan una sensación real y mucho más asequible que si se tratara de animales auténticos. También es vital el vínculo entre los actores y el títere. Ves a Santiago Lozano mirar a los ojos a su perro labrador y ves el amor más puro.

-¿Cómo es la repercusión del público?

-Fantástica. Este es mi sexto espectáculo familiar y siempre intento abordar propuestas sensibles. Me gusta cuando el adulto se conmueve y comparte esa emoción con el niño o la niña. En estos tiempos de tanto individualismo, tanta agresión y odiadores seriales, sentía la necesidad de contar una historia que sensibilice, que emocione y que les muestre a las infancias que podríamos ser mejores personas si nos lo propusiéramos. Sólo es necesario reparar en el otro.

-Tenés varios títulos en escena. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión de dedicarte de lleno a escribir y dirigir?

-El periodismo de la última década cambió muchísimo. Ya no me sentía representado por este oficio que profeso desde hace más de treinta años. Tenía ganas de alejarme un poco de eso y abrazar mi otra pasión, que es el teatro, de otra manera. Hace ya unos cuantos años que dirijo y escribo para teatro. Y el grado de felicidad que me producía cada proceso artístico no me lo generaba mi trabajo habitual en un diario masivo. Por lo tanto, hace dos años me puse firme en la decisión de cambio, de dedicarme casi enteramente al teatro, que es mucho más verdadero y comunica mejor que muchos medios de comunicación actuales.

-La situación económica actual es muy compleja y a eso se suma un ataque inusitado a las políticas culturales. No obstante, el sector teatral sigue muy activo. ¿Qué evaluación hacés de la actualidad de las artes escénicas?

-Somos el foco de la ira de un insano. Los que hacemos cultura o espectáculos en particular, y el pueblo trabajador en general. ¿Pero cómo se acciona contra eso? Haciendo. La mejor manera de reaccionar frente a los regímenes autoritarios es accionando, haciendo, diciendo. ¿No me querés dejar hacerlo porque me sacás los subsidios? Lo hago igual, en jogging y con dos sillas. Pero nadie le va a sacar al artista la posibilidad de decir y hacer. Porque si quisiéramos, una vereda sería nuestro escenario también. El espectador teatral bajó notoriamente por cuestiones económicas. Aunque las entradas se mantuvieron en precios razonables (por lo general), el que estaba acostumbrado a ver tres espectáculos por mes, ahora ve uno solo. Pero vivimos en una ciudad teatrera. En ningún país del mundo existe el fenómeno de llevar a las infancias al teatro en vacaciones de invierno. Eso es crear nuevos públicos. Casi todos alguna vez fuimos al teatro. Somos todos espectadores potenciales, y el espectador es quien completa el hecho artístico.

* Más obras dirigidas por Pablo Gorlero, para anotar en la agenda.

- La Minoica. Miércoles a las 20.30, en el Teatro Picadilly (Corrientes 1524).

- Alma Mahler, sinfonía de vida, arte y seducción, de Víctor Hugo Morales. Jueves a las 20, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543).

- Huellitas, musical folklórico para toda la familia. Sábados 20 y 27 de julio, a las 15, en Andamio 90 (Paraná 662).

- Gayola en París, de Pamela Jordan. Sábados 3, 10 y 17 de agosto, a las 20.30, en el Patio de Actores (Lerma 568).