La historia de Camila Peralta, la actriz que brilla en Suavecita, es la fábula del "sueñito de la piba". Llegó a la ciudad de Buenos Aires a los 17 años, desde Balcarce, sin haber visto jamás una obra de teatro pero bastante consciente de que quería ser actriz, y ahora, a sus 32, vive un presente de reconocimiento con su primer unipersonal, en el que se pone en la piel de una madre soltera, trabajadora sexual que brinda placer a los enfermos terminales de un hospital y aparenta tener poderes extraordinarios. Un personaje lleno de ternura y mutaciones que convierte al teatro en un ritual mágico y que ha conquistado al público. El espectáculo, escrito y dirigido por Martín Bontempo, se presenta en Caras y Caretas (Sarmiento 2037) los viernes y sábados a las 20.
Ahora no lo parece para nada, pero Camila era una chica tímida. No iba a cumpleaños y cualquier cosa la ponía colorada. Le daba "vergüenza existir". Pero delante de sus amigas y su familia se transformaba: "vivía actuando". "Cuando era chica tenía mucha facilidad con los acentos. Los shows que hacía en mi casa eran imitar publicidades", evoca. Ni en su hogar ni en su ciudad se respiraba teatro -en Balcarce no había siquiera talleres-, jamás había visto una obra, pero ya sabía lo que quería hacer. Ahora piensa que Cha Cha Cha y Todo por dos Pesos, que hacían reír a sus padres en el living, y la versatilidad de Juana Molina, fueron nutriendo un deseo de misterioso origen. "Cuando mis viejos vienen a verme y los veo llorar de risa, me viene esta sensación: 'estoy haciendo lo que les divertía a ustedes'", dice.
En un momento, la hermana de una amiga arrancó a estudiar cine en La Plata, y como ella no tenía idea de que de la actuación podía hacerse una carrera, llegó a Buenos Aires para estudiar lo mismo. Cursaba dirección en la UNA pero, por supuesto, lo único que esperaba ansiosa eran los ejercicios en los que podía actuar frente a cámara.
Instalada en CABA, Agosto -donde actuaban Norma Aleandro y Mercedes Morán- fue el primer espectáculo que vio -"había que ver a los famosos". No sabía de nombres, ni salas ni tenía contactos. Mientras estudiaba cine, cerca de su casa descubrió un espacio donde enseñaban teatro. Se llamaba El Halcón Pelegrino, donde asistió al taller de Ignacio Bresso. Como actriz se formó, también, con Valentina Fernández de Rosa y tomó algunas clases con Cristina Banegas; y estudió dirección en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Todo este camino tan singular fue puliendo a una actriz también muy singular. Los acentos replicados de la tele derivaron en cierto interés por la voz y los modos de decir; la risa de los padres deleitándose con la comedia, en una inclinación hacia el humor. Ambas cosas se notan claramente en Suavecita, que le valió un Trinidad Guevara en el rubro revelación.
Antes de esta obra -estrenada el año pasado en Nün y que a partir del 13 de agosto pasará al Metropolitan-, y entre otras muchas del off, Peralta actuó en otra escrita y dirigida también por Bontempo, llamada En la piel. Quien actualmente es su representante la vio en esa pieza y comenzaron a surgirle trabajos en el mundillo audiovisual. Hoy su carrera se divide entre ese ámbito -se la pudo ver, por ejemplo, en División Palermo, Planners y Protagonistas, entre otras- y el teatro. Viene de protagonizar Clara se pierde en el bosque, con dirección de Camila Fabbri, basada en su libro El día que apagaron la luz, y es parte del elenco de En el barro, spin off de El marginal (ver recuadro). También integra el elenco de Adulto, dirigida por Mariano González, que ganó recientemente el Premio del Jurado en el Festival de Shangai. En teatro, volverán pronto varias obras en las que ya trabajó: Las cautivas, de Mariano Tenconi Blanco, y Los miedos, de Alejandro Gigena, reestrenarán en agosto; en tanto que Un tiro cada uno, dirigida por Consuelo Iturraspe y Laura Sbdar, autoras junto a Mariana de la Mata, regresará en septiembre.
-¿Cómo estás tomando el fenómeno que está sucediendo con Suavecita?
-Es una sensación... es raro. Es de mucha alegría y felicidad. ¿Cómo lo puedo explicar? Lo tratamos de bajar todo el tiempo con Martín... medio que no lo podés creer. Hacemos teatro hace un montón de tiempo y nunca nos había pasado. Sí podía pasar que a una obra le fuera un poco mejor, pero tanto y tan de golpe... estrenamos el año pasado y ya a la segunda función empezamos a tener de a cuatro funciones agotadas, después de a ocho. No tuvimos que hacer el esfuerzo de llevar gente al teatro, de decirle por favor a amigos y familia que vinieran. Fue muy loco.
-¿Considerás que es inexplicable esto que pasa con el público?
-Pienso en todos los condimentos que se dan para que haya pasado lo que pasó y los puedo vislumbrar un poco: el tema que toca la obra, que por ahí no está tan visto, puede tener un atractivo. Una actriz haciendo un unipersonal... por lo menos a mí me convoca porque me gusta ver actuación. Sabés que vas a ver a una persona mostrándote un abanico súper grande o sosteniendo una obra. Además, la mitología, el santo pagano, es algo que nos atraviesa en Argentina, querramos o no. No sólo estan por todos lados el Gauchito Gil o la Difunta Correa, sino que esto también atraviesa muchas realidades económicas. Uno piensa que los santos populares están linkeados a la pobreza, la humildad o lo marginal, pero al fin de cuentas, cuando la gente que tiene un montón de plata no tiene una solución médica para algo, termina acudiendo a la fe.
-Has contado que el texto te impactó cuando lo leíste por primera vez. ¿Qué te atrajo tanto?
-No pude ponerle palabras a lo que me había pasado cuando lo leí. No pude decir "me gusta" o "no me gusta". Leía la obra y le mandaba mensajes a Martín llorando. En general termino diciendo que sí a proyectos porque me copan los directores o actores con los que estoy, pero con el texto pocas veces me sucede eso. Confié en que esto me atravesaba; no entendía por qué me generaba todas estas cosas. Y después lo que me sorprendió fue la parte cómica que le encontramos. En principio en el texto no estaba eso, estaba más lo poético y las situaciones que vivía el personaje. En el proceso de ensayos encontramos lo cómico a esta situación terrible. La comicidad dentro de la incomodidad. Fue bastante sorpresivo. Yo venía de hacer cosas más graciosas, comedia, y pensaba que iba a ser la primera vez que iba a hacer un unipersonal y encima era un drama... la descripción, en el texto, decía que Suavecita era una mujer exhuberante y bien plantada. Después encontramos esta otra que yo propuse -más apocadita, tímida, nerviosa- porque sentía que iba mejor para hacer los otros personajes, y empezó a aparecer la comedia.
-Es sorprendente el trabajo con la voz y el cuerpo; las transformaciones de géneros que vas habitando. ¿Qué es, para vos, actuar?
-Para mí siempre fue un juego. De verdad me parece lo mismo que hacía cuando era chica. En ese entonces tenía mucha facilidad con los acentos. Los shows que hacía en mi casa eran imitar publicidades. Había una que era de un colombiano, imitaba eso. Mi creación de juego y personaje apareció, en principio, por la voz. Y después esa voz me toma el cuerpo, quiera o no, no se por qué, no lo pienso demasiado pero me pasa eso. Si coloco una voz, ya el cuerpo me cambia. Arranqué de chica probando diferentes voces, componiendo a los personajes. La voz, los modos de hablar, las palabras me ubican en algún lugar. Aunque sea muy chiquito, una muletilla, una cosita ya me es una diversión.
-El tema del trabajo sexual divide aguas en el feminismo. ¿Cómo lo trabajaste?
-Era súper importante ver cómo contábamos eso. El año pasado tuve la fortuna de hacer ¿Una y mil?, de Jimena del Pozo Peñalva, donde conocí a un montón de chicas que no eran actrices, entre ellas una trabajadora sexual. Fue importante estar en vínculo con ella. En el grupo se debatía sobre eso. Yo terminé de adoptar una postura: si bien me cuestan un montón algunas cosas que no llego a comprender, en principio si una mujer me dice que tomó la decisión de trabajar con su cuerpo lo respeto y me parece que tiene que existir una regulación de la forma de laburo. En la obra, si bien Suavecita está en una situación vulnerable, bajo el poder de un tipo, ella tomó antes la decisión de ser prostituta, lo que le permite sostener a su hija.
La vida en una cárcel de mujeres
Camila habla con Página/12 en una pausa de la filmación de En el barro, spin off de El marginal que retratará la vida en una cárcel de mujeres, nueva producción de Netflix con actuaciones de Rita Cortese, Lorena Vega, Marcelo Subiotto, Gerardo Romano y Cecilia Rosetto. "Me parece que va a salir el año que viene. Este año tenemos rodaje hasta diciembre", cuenta. "Hago de un personaje que se llama Solita, que es mechera, entra por una situación no tan clara y es como una novata en la cárcel, con otro grupito que entra junto a ella", anticipa. Todos los días graba en Villa Lynch, en una "cárcel espectacular" construida para la ocasión.
"Por suerte puedo combinar el teatro y los audiovisuales. Hace unos años me moría de ganas de hacer audiovisuales, empecé a hacer un par de cosas y, si bien me gustó, me sentía sapo de otro pozo. Es un aprendizaje. No es como en el teatro que entrás y en una hora te metés en un personaje y salís. Acá es corte, de vuelta, corte, de vuelta, repetir, no es tanto ensayo. Un mundo muy diferente. Ahora me fascina tanto como hacer teatro y me divierto en los dos lugares", concluye.