“La gente con dinero usa Ozempic; la gente pobre usa el Body Positive”: esta reflexión entre triste e incisiva la hace Eric Cartman, personaje de South Park, en el último especial de la serie que se llama, dos puntos, “El fin de la obesidad”. En esta oportunidad sus protagonistas, que son eternos niños de escuela primaria, ponen el foco en uno de los fármacos más demandados de los últimos años: las inyecciones de Ozempic como tratamiento para bajar de peso, por sus efectos depresores del apetito.

Eric Cartman usa Ozempic en el último capítulo de South Park

Como explica Marina Bruzzese en la nota que acompaña este número de Las12, la delgadez extrema volvió a estar de moda (en realidad, para sorpresa de nadie, nunca dejó de estarlo).

Breve repaso: en los años 90’s, la tendencia del heroin chic era el paradigma definitivo de la belleza. Estamos hablando de modelos como Kate Moss que impusieron en la pasarela los cuerpos ultra delgados, como resultado de un consumo glamourizado de drogas como la heroína, la cocaína y la vida de una rock star. No por nada a principios de los 2000 los infames pantalones tiro bajo, que exponían los huesitos de la cadera como medalla consagratoria de haber alcanzado esta contextura corporal, eran los favoritos de celebrities como Britney Spears, Cristina Aguilera y nuestras vernáculas Bandanas.

Sin embargo, las oleadas de la moda van y vienen y, si a principios de los 2000 el culto de la delgadez era la definición de lo top, en la década del 2010 esta tendencia empezó a (aparentemente) revertirse, para darle lugar a un nuevo movimiento: el body positive, una mirada que reivindica la diversidad corporal desde un ethos neoliberal. 

¿Qué propone? Básicamente una mirada “positiva” sobre la diversidad corporal, desde un sesgo subjetivo. El mantra de que todos los cuerpos son bellos; todos los cuerpos son válidos. La contracara: si te sentís mal porque te discriminan por gorda, es problema tuyo. Todas tenemos el poder de sentirnos bien 'en nuestra propia piel'; no importa si no conseguís ropa de tu talle o acceder a servicios médicos es un calvario. Como dice Fito Páez “es solo una cuestión de actitud”, y la gorda que está triste; está triste porque quiere. La salida, en el capitalismo neoliberal, es individual. 

Pero, realmente, ¿estamos ante el ocaso del Body Positive?

“No sé si estamos ante el ocaso del body positive, pero sí que está mostrando sus límites”, advierte la doctora en Estudios de Género y activista por la diversidad corporal Laura Contrera. “Son límites que se marcaron desde los activismos gordos, desde ciertos feminismos. Sobre todo, pensar que con afirmaciones o sólo con consumir determinados contenidos dentro de este sistema, podemos por nosotras mismas cambiar estructuras de poder. Estructuras que son complejas, donde se intersectan distintas matrices de opresión”, comenta. 

“Si bien el body positive tiene una raíz en el activismo gordo y en feminismos, ofrece un repertorio más fácilmente masificable, fácilmente entendible; lo cual no es malo per se, pero que si no se acompaña con una reflexión sobre lo social, sobre otras intersecciones y sobre cómo los problemas deben abordarse de manera política y que aporten soluciones colectivas, se quedan cortos”, reflexiona Contrera.

En definitiva, la espuma del body positive quizás está bajando y una nueva tendencia empezó a vislumbrarse en el horizonte universo Hollywoodeano. Que, obviamente, opera como teoría del derrame en el mundo de los simples mortales. A pesar de que las Kardashians pusieron de moda en el 2015 los cuerpos mega curvilíneos, y las marcas de ropa mainstream empezaron a adoptar el discurso del “body positive” para adecuarlo a las nuevas demandas del feminismo marketinero; no, no fue suficiente. Los huesos marcados y los pómulos estilo calavera son el nuevo must. Pero, ¿cómo lograrlo rápido?

El movimiento Body Positive llegó a Adidas


Ozempic hace su entrada triunfal

Aquí se levanta el telón de Ozempic para el público masivo. Se trata, básicamente, de un medicamento desarrollado por la empresa farmacéutica danesa Novo Nordisk en 2012, (que gracias a este producto, ahora es una de las empresas europeas más cotizadas). ¿Qué es? Una inyección cuyo componente activo es la semaglutida, originalmente desarrollada para tratar la diabetes tipo 2. Sin embargo, como inhibe el apetito (las náuseas es su efecto adverso de bandera), se rebeló como un atajo efectivo como la pérdida de peso. 

Y, a pesar de que tiene una lista sábana de posibles efectos adversos que van desde daños a la retina, pancreatitis, daño renal agudo y aumentar el riesgo de cáncer de tiroides (entre otros), muchas personas no quieren quedarse afuera de este tren que asegura un cuerpo magro rápido, que encarna el ideal del wellness y manifiesta un estátus social elevado. 

Fue así que, este año, su uso se extendió entre las celebridades de Hollywood viralizándose al público masivo, haciendo que sea fácil de conseguir tanto en farmacias como hasta en Wallmart. Sin embargo, en una economía cada vez más empobrecida, que sea de fácil acceso no quiere decir que sea accesible. Sin un seguro médico, Novo Nordisk ofrece el Ozempic a $935.77 mil dólares por mes. Según este fabricante, el 15 por ciento de la población de Estados Unidos toma Ozempic o lo ha hecho recientemente.

Como dice Eric Cartman, la gente rica toma Ozempic. A los pobres les queda el mantra de repetir que todos los cuerpos son bellos y válidos.

Por otro lado, esta tendencia está generando todo tipo de efectos rebote a los que, el mercado, obviamente se está amoldado y ofreciendo soluciones; porque donde hay una nueva necesidad, surge un nuevo consumo.

Empecemos por lo más burdo: el faltante de Ozempic. Sí, la gente diabética que realmente lo necesita, reportó tener dificultades para conseguirlo. Evidentemente, la mano invisible y la dinámica de la oferta y demanda no los estaría beneficiando.

Luego, estamos ante un nuevo paradigma cultural. Si bien antes algunas celebridades “curvy” eran valoradas, justamente, por tener cuerpos que no estaban alineados con el mandato de la delgadez compulsiva; esas mismas abanderadas del body-positive, que se subieron a la ola de Ozempic, luego tuvieron que dar “explicaciones” sobre este consumo en sus redes sociales. Ser flacas significó, para ellas, recibir una oleada de hate de sus propios fans, que se sintieron "traicionados".

Rebel Wilson, una de las actrices que habló abiertamente sobre su consumo de Ozempic

Si bien algunas celebs fueron reticentes a la hora de explicar a qué se debió su pérdida de peso meteórica, -y es un secreto a voces que fue por esta inyección- otras, como Amy Schumer, Oprah Winfrey y Rebel Wilson, contaron abiertamente cómo fue su “journey” con el Ozempic, para construir una mirada desestigmatizante de su uso.

“Ahora parece que Ozempic ganó, que vuelve también una estética más ligada a la delgadez que, de nuevo, nunca se fue. Que hayamos visto un poco más de diversidad en algún momento, que haya habido más visibilidad de propuestas de los activismos y de propuestas artísticas que iban en pos de mostrar diversidad corporal, no quiere decir que el discurso de la epidemia de la obesidad fue derrotado o que el ideal de la delgadez y el imperativo de la delgadez hayan sido derrotados. Nunca me parece que creímos, desde quienes activamos y militamos en torno a estas cuestiones, que eso era una batalla ganada. De hecho, ni siquiera la batalla por la discriminación o por el acceso a derechos y por la restauración de derechos vulnerados es una batalla del todo ganada. En Argentina lo sabemos bien", concluye Contrera.

Del "Ozempic Face" al "Pillow Face": nada nunca alcanza

La paradoja es evidente: cada vez que una celebridad sube de peso es medida con la vara moralista de la delgadez obligatoria. Los tabloides se relamen cada vez que consiguen publicar, en sus portadas, imágenes de famosas en las playas, donde se les marcan la celulitis, para exponer su grasa corporal como una muestra de su fracaso. Pero, a su vez, si bajan de peso con Ozempic, también son víctimas del escrutinio: adelgazaron usando un “atajo”, “haciendo trampa”; no siendo disciplinadas, con dietas y ejercicio.

Este martirio no se termina acá. Si alguien -famoso o simple mortal- logra bajar de peso con Ozempic, lo más posible es que pierda grasa facial, lo que se traduce en una “falta de turgencia”. Un fenómeno que las redes sociales acuñaron como “Ozempic Face”, o sea, cara de Ozempic: una forma de describir a las personas que parecen “envejecidas” a consecuencia del uso de su medicamento. 

Pero, como siempre, el mercado de la belleza está listo para ofrecer soluciones: ¿se te “cae” la cara? No pasa nada. ¡Para eso está el ácido hialurónico! Pero ojo, no te vayas a pasar: algunas inyecciones pueden generar el efecto contrario que, para sorpresa de nadie, también tiene su término designativo: el “Pillow Face”, o “cara de almohada”. Es decir: caras visiblemente hinchadas, que son objeto de comentarios virales e inquisidores en las RRSS. 

Engordar, inyectarse Ozempic, bajar de peso, inyectarse hialurónico, removérselo. Sí, nunca nada está bien ni es suficiente. Ozempic le está dando ideas a directores de lo perturbador como Darren Aronofsky, y no sorprendería que en unos años aparezca una reboot de “Requiem for a dream” inspirada en este consumo de inyecciones para adelgazar el cuerpo, pero no la cara. La tiranía es total.

¡Aún hay más

Pero, como si fuese una publicidad de TeleCompras, podemos decir: ¡aún hay más! Sí, este espiral de descenso a los infiernos del escrutinio corporal mediado por el consumismo y la cultura de la diete no tiene freno. Empresas como Wallmart advirtieron que el consumo masivo de Ozempic está haciendo que las personas cada vez compren menos alimentos. Eso se traduce, evidentemente, en menos ventas, pusieron en alerta a los dueños los conglomerados de supermercados.

Pero, como ya anticipamos anteriormente: donde hay una necesidad, hay nuevo producto. En este caso, Nestlé no perdió el tiempo y ya está produciendo viandas especiales para personas usuarias de este fármaco. “Vital Pursuit”, una línea de productos en forma de pizza congelada, pastas y sandwiches, verán la luz en octubre, según voceros de esta multinacional, y buscarán ofrecer alimentos que aporten valores nutricionales, con ingredientes que prometen producir menos náuseas.

Nestlé ya "la vio"

“Hay otro montón de discusiones que se están dando en el mundo sobre la cooptación que hacen los laboratorios, especialmente uno que se presenta con una apropiación del lenguaje del bienestar, del lenguaje del cuidado del cuerpo, de un lenguaje incluso comprensivo con las personas gordas y con el padecimiento de la gordofobia, que reconoce que hay estigma de peso. La propia Organización Mundial de la Salud reconoce como un factor el estigma de peso, el señalamiento, la discriminación, la vulneración de la dignidad de las personas gordas. Lo reconoce como un factor que atenta contra la salud de las propias personas gordas. Estos laboratorios toman mucho de esta discursividad, para vendernos de nuevo la panacea que vendría a ser este tipo de medicación. Que, por ahora, aparece como milagrosa en cuanto a descenso de peso”, enfatiza Contrera.

¿Qué lectura podés hacer de este fenómeno desde los activismos?

Laura Contrera: --Es un momento que los activismos estamos repensando cosas que tienen que ver con la autonomía corporal y con la posibilidad de la transformación de los cuerpos. Por lo menos, desde los activismos que a mí me interesan (o los que trato de ejercer en mi vida), no partimos de pensar que toda persona que adelgaza, por la razón que sea, es una traidora. O toda persona que desee modificar su cuerpo, en su apariencia o en relación a su peso corporal, es alguien que cayó víctima del sistema. Me parece que el tema es mucho más complejo que está entrelazado con cuestiones de salud. Hacen que esta discusión sea muy compleja. El movimiento body positive, al no plantearse estas complejidades, sino al contrario, vendernos como recetas más sencillas, mantras y frases empoderantes y como cosas más simples, no puede abordar esta complejidad.

¿Qué abordaje proponen?

Laura Contrera: --Me parece que estamos tratando de pensar estos fenómenos sin volvernos ultrapunitivistas ni perseguidoras de las personas que se crían en una sociedad donde la gordofobia implica no acceder a derechos, no acceder a una vida digna. Entonces, la promesa de felicidad que trae la industria de la dieta con el adelgazamiento y con estos cuerpos, no es algo que podamos desmerecer sin más, lo que implica para las personas creer en estas promesas. El problema es que, a veces, se hace a costa de la propia salud y eso es algo que todavía está en estudio. Veremos qué sucede con los efectos de esta droga sobre los cuerpos.