“Si no se puede bailar, no es mi revolución”, cantan las Corroncha Son en La Candela, un tema que le mete ritmo a las consignas feministas. Nacidas en México, esta banda de cumbia jaranera, a la que también llaman cumbia fem power, reivindica un término que es usado despectivamente en el Caribe colombiano, asociado al desparpajo y la fiesta. Y ellas se nombran orgullosas. Llegaron a la Argentina el 11 de julio, en plena ola polar, y están dando vueltas por un país al que llegaron por puro impulso feminista de Abya Yala.

“Llegar hasta acá ha sido muy muy retador y no vinimos nada más a tocar o a presentar fechas, realmente admiro mucho su lucha y su resistencia, y también nuestra intención es ir haciendo red, tejer, encontrarnos con otras mujeres, con otras historias”, dice Dayana Vázquez, percusionista de raíz zapoteca y purépecha, que vive en el Estado de México. “Siento que también es revolucionario estar aquí, como hemos llegado”, suma.

“Ha habido cierto acercamiento con lo argentino, cuando empezó la banda había percusionistas argentinas, pasaron otras compañeras también. Siempre hay un deseo de conocer otras músicas. Obviamente nos identificamos con la Abya Yala, con todos los procesos de lucha por la música y por la defensa de la identidad del territorio, pero con Argentina, sí teníamos algo con el feminismo, lo de Ni Una menos, Vivas nos queremos”, plantea también Fania Delena, cantante, rapera, jaranera, multiinstrumentista, compositora, cantautora, vivarachera, lesbiana, descendiente indígena urbana, carnavalera y machona. En La candela, cantan las consignas que hemos ido aprendiendo, y en un momento dicen “desde la Patagonia hasta el río Bravo”. “Había mucha empatía con la lucha feminista en Argentina y creo que ese ha sido un motor para querer estar acá”, se entusiasma Fania.

Cumbia feminista, del Abya Yala, afrodescendiente, marrona. Esa definición es vivencial: “Es por nuestra historia, por la vida de cada una. Nosotras somos de la periferia de la ciudad de México y crecimos en barrios, hemos estado siempre viviendo cierto tipo de violencia por todas las etiquetas que hay alrededor de nosotras. Yo, como lesbiana, la Negra también por ser afrodescendiente, cada una ha tenido sus luchas, que a la vez compartimos. No es que sólo yo, sólo la Negra o solo Day, sino que compartimos y nos abrazamos en eso, y sin tanta teoría, lo encontramos en nuestra propia existencia y ahí empatizamos con otros movimientos”, cuenta Fania.

El grupo también lo integran Perla Villalba, en bajo y La Negra Mexa en acordeón. Hacen cumbia colombiana y son mexicano. “En un principio iniciamos la banda La Negra y yo. Ella es acordeonista y tuvo la oportunidad de viajar a Colombia, sobre todo al Caribe colombiano y ahí aprendió a tocar el acordeón vallenato, en Valledupar y bueno yo he aprendido desde ya tiempo la jarana, me nombro también como jaranista, aprendí a tocar ese instrumento y me gusta mucho, soy fan del son jarocho y de la música también mexicana. Entonces, la recreo”, cuenta Fania, que tiene también –como todas las demás- sus proyectos artísticos independientes. La banda sólo se encuentra en las giras, porque La Negra vive más en Colombia, Fania en Veracruz, Perla y Dayana en otros estados de México.

Para llegar a la Argentina, las Coroncha Son, además de mucho deseo, contaron con el apoyo de Ibermúsicas, de la Secretaría de Cultura de México y la tarea de Utuca, Exportadora de Musica De Mujeres y Disidencias, de Córdoba, Argentina, que coordinó la gira. Hoy y mañana estarán en Santiago del Estero, luego viajarán a Córdoba, donde tienen fechas en Las Martas (Villa ANI Md) el 25, en Le Grand (Córdoba capital), el 26 y en La Minerita (Unquillo), el 27. El 3 de agosto tienen una fecha en CABA, en Brandon y el 9 de agosto cierran la gira, también en CABA, en Vuela el Pez. Toda la agenda puede consultarse en Instagram.

Para las Corronchas, se trata de liberarse desde el placer de cantar y bailar. “El placer está castigado y se ha visto mal, entonces, creemos que la música y el disfrute también es una forma de liberar. Cuando empecé a tocar la percusión, la el tambor es también es un instrumento que se le ha negado mucho a las mujeres, han sido castigadas, en los círculos de tambores de santería no permiten a las mujeres tocar, ha habido grupos y los han desaparecido. Creo que es una forma de encontrarte y encontrar una libertad de permitirte disfrutar sin que sientas miedo o te sientas juzgada, o porque eres una puta o porque te vistes de cierta forma. Siento que hemos sido muy castigadas por ser felices, por hacer lo que amamos”, dice Dayana, quien se sienta en el bar de la zona sur de Rosario apenas aclimatándose al frío, y prueba el postre tiramisú. Le parece “chido”, que quiere decir que está bueno.

Fania tenía sus composiciones antes de la creación de Corroncha Son. “Estaban inspiradas en la música social de protesta, entonces hablaba de la urbanidad, de ser música callejera y empezaba a hablar de ser mujer y de encontrarme con la violencia machista. Mis letras, pues, ya tenía un poco ese tinte, pero cuando nos encontramos y fusionamos, en nuestra necesidad de nombrarnos y de relatar lo que nos sucedía, empezamos a incorporar, a hablar del feminismo”, sigue el trayecto de la banda.

También hemos estado cerca de otros procesos sociales o políticos, como fue el Encuentro de Mujeres en la Lucha”, cuenta Fania, refiriéndose a los dos encuentros realizados en 2017 y 2019 por las mujeres del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional, que significó para todas “un parteaguas”.

En la conversación también participa Alejandra Gordillo, que en los últimos años viajó con la banda para retratarlas, registrarlas y hacer videos. Es la responsable visual de la banda. El segundo encuentro Zapatista fue para ella la oportunidad de sumarse. “En ese Encuentro se puso un micrófono, y había una lista donde las mujeres iban a hacer denuncias de abuso o de violencia. Iba a durar cierta cantidad de tiempo, pero duró los tres días del encuentro, o sea, no acababan las denuncias. Fue muy duro, porque todas esas mujeres llorando, no era un encuentro festivo. O sea, al final era escucharte el tiempo y sostenerle la mirada a quien contaba su denuncia. Y el último día, que fue el cierre, tampoco había planeada una despedida, un concierto, pero entre la autogestión, se puso la bocina, se puso el micro, y se cerró con ese concierto de Corroncha Son con las consignas, como un abrazo de un abrazo a ese sentimiento en común que teníamos mujeres de todo el mundo”, relata lo que ocurrió esa vez.

Aquel Encuentro, entonces, “fue muy impresionante” para quienes participaron. “Las conocí por primera vez cuando se presentaron en esa lugar donde no había cómo tocar y entre las compas se organizaron, pusieron bocina, pusieron micro y ahí cantaron las Corroncha Son, y estaba lleno de mujeres gritando las consignas de La Candela. Yo hice ese video y se lo mandé a la Fania, sí fue un lugar de reunión para el movimiento expansivamente”, dice Alejandra, que en las redes está como @cuentomono.

A partir de esos encuentros, además, las invitaron a viajar. “Tuvimos la oportunidad de viajar a Europa y sobre todo al sur de Europa, España Italia. Ahí nos encontramos con la lucha antifascista. La mayoría de los lugares en los que tocamos, pues eran ocupaciones. Eran lugares de resistencia autogestivos que se estaban formando por las luchas de esas mujeres que habían ido al encuentro y que ahora estaban llevando ese movimiento a sus geografías. Lo habían dicho las zapatistas: lleven este encuentro que busca mover el engranaje, no solo que vengan así a territorio zapatista y aquí se haga todo sino como que es como veámonos inspiré y cada quien en su lugar empiece a mover también sus hilos”, cuenta Fania, quien considera que su lugar es la música. “En nuestra trinchera y en nuestro espacio común que es la música, movimos los hilos que teníamos”.

Dayana necesita decir que Corroncha, para ella, “no es solo un proyecto musical”. “Llegar aquí me ha ayudado a encontrarme, a descubrirme. En este camino de libertad, por medio del gozo, pero también por medio de entender y nombrar lo que tanto se calla. Al conocerlas a ellas, que son mis amigas y mis hermanas, he aprendido mucho y yo sé que ellas también de mí, pero nuestras historias se han encontrado y porque también venimos lastimadas de muchas situaciones familiares, en la calle, y siento que es como los gatitos cuando se lamen sus heridas. Fuera de lo musical, que es muy bello y muy hermoso, que también nos ha llevado a otros sitios, yo valoro mucho la amistad y el amor que nos tenemos y también porque a veces nos peleamos y es aprender también desde nosotras. Nos entendemos desde ahí, y a veces no nos entendemos, y repetimos cosas que no queremos. Es una chambota, como un trabajo, de ir tejiendo desde adentro para que sea se refleje también hacia afuera”.