Suavecita es el apodo de la mujer que protagoniza la obra escrita y dirigida por Martín Bontempo, un apodo que da título a la pieza y que surge de la textura de sus manos milagrosas. Podría decirse que el espíritu de la protagonista también se sintetiza en ese apodo: el personaje interpretado magistralmente por Camila Peralta está atravesado por la ternura, habla en diminutivo y con un tono –justamente– suave, casi como pidiendo permiso para decir esas palabras o narrar sus aventuras. Sin embargo, el arco narrativo irá develando un proceso de empoderamiento en virtud de habilidades sobrenaturales. Ella es capaz de hacer algo que nadie más puede y allí aparece una pregunta: ¿cómo pararse frente al mundo cuando se tiene un don?

Suavecita es viuda y madre de una hija pequeña; tiene obligaciones cotidianas como comprar una termocupla, rellenarse una muela, renovar la cerámica de la cocina o poner frenos nuevos en los patines de la nena para evitar que se pegue un palo. Es, además, una trabajadora sexual explotada por un médico que hace changas en un hospital público del conurbano: el doctor Rodríguez la encierra en las habitaciones de terapia intensiva para que ofrezca placer sexual a pacientes terminales a cambio de unas chirolas. Sin embargo, eso que podría ser la “última fantasía” se transforma en la primera de una nueva vida: el milagro de la resurrección. Con sus manos Suavecita no sólo brinda placer; también sana. En contacto con sus pacientes/clientes, entra en estado de trance y se convierte en la protagonista de fantasías eróticas que adquieren la impronta (más tradicional o más alocada) de quien las imagina.

Una femme fatale con aires de Coca Sarli flirtea con un paciente de doble apellido en Santa Teresita; la playera de una estación de servicio rutera ejecuta un baile hot frente al parabrisas del camión y devora bichos; dos ancianas juegan a las cartas y tienen un encuentro fogoso entre la hora del tuco y la misa; una robot seduce a un chico postrado; Santa María Magdalena le sugiere a Suavecita cobrar mejor sus servicios. Estas son postales que Peralta compone con gran maestría valiéndose de distintas corporalidades y tonalidades: el modo de pronunciar la palabra “tonto” –la “o” engolada, la “n” muy marcada, la voz un poco quebrada– remite, por ejemplo, al universo sonoro de las películas de Armando Bó y su cuerpo revisita esa ingenuidad provocativa inmortalizada en el famoso “¿qué pretende usted de mí?”. Con una voz temblorosa encarna a las ancianas y con otra más gélida recrea a la chica-robot. Cada una de esas intervenciones demuestra la ductilidad camaleónica de esta actriz que también brilló en Pequeña Pamela (Mariana Chaud) o Un tiro cada uno (de Laura Sbdar, Mariana De La Mata y Consuelo Iturraspe) y que actualmente protagoniza junto a Lorena Vega Las Cautivas (Mariano Tenconi Blanco).

La puesta pone en primer plano la actuación. Un maniquí sobre una camilla y un par de cortinados que delimitan la privacidad de cada paciente evocan ese hospital público situado en los márgenes, un paisaje también narrado por el lenguaje que Bontempo y Peralta elaboraron minuciosamente para Suavecita: su modo de decir está asociado al habla coloquial pero, por fortuna, no recurre a estereotipos trillados porque se trata de una construcción algo más corrida, extrañada. Suavecita habla amorosamente, usa muchos diminutivos (“quizás puede abrir una ventanita o prender un sahumerito”) y también usa latiguillos graciosos que a veces ubica en sitios insospechados. En su discurso, además, desfilan otros personajes que integran el paisaje: las enfermeras que se reúnen a tomar mate, la empleada que vende pedacitos de papel higiénico en la puerta del baño o el vendedor de café.

El vestuario y la música también narran. La protagonista usa una cartera diminuta, luce una minifalda, un top y un saquito de hilo que vuela cada vez que habita criaturas fantaseadas; el ritmo monocorde de las máquinas hospitalarias marca el inicio del trance y se combina con otros sonidos que ambientan cada fantasía erótica (cuerdas telenovelescas, una armónica solitaria, un tango, sonidos espaciales). Lo tosco de ese vestuario o del maquillaje entra en diálogo con la personalidad de Suavecita por contraste. Toda hipótesis que parte de un ¿qué pasaría si…? resulta atractiva porque plantea un enigma. ¿Qué pasaría si una trabajadora sexual descubre que sus manos tienen poderes curativos? ¿Cómo actuarían los demás? Suavecita es un relato fantástico que también plantea una ruptura con los modos más "tradicionales" de ubicar las moralidades de los personajes: acá el médico es un proxeneta y la prostituta deviene santa. Un cuento de hadas de los márgenes atravesado por el humor y la ternura, protagonizado por un personaje inolvidable. 

Suavecita: 9

Dramaturgia y dirección: Martín Bontempo

Actuación: Camila Peralta

Diseño de maquillaje: Adam Efron

Diseño de luces: Fernando Chacoma

Música: Germán Severina

Dirección de arte: Uriel Cistaro


Funciones: viernes y sábados a las 20 en Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037). Las entradas se pueden adquirir por Alternativa Teatral.