Es un momento único en la historia de la cartelera porteña. Ni la crisis económica ni el auge de los servicios de streaming fueron un problema para el surgimiento de un extraño boom: el teatro musical rebosa de ofertas para todas las edades, gustos y posibilidades económicas, como nunca antes hubo en el país. Hay grandes producciones (School of Rock, Mamma Mía!, Legalmente rubia, Come from Away, Rent, El principito, Casi normales), otras medianas (Forever Young, Despeinada, Waterloo, Una película sin Julie, Gwen) y muchas en el off (Fausto, tragedia musical; Cita a ciegas; Vestido de mujer; María, es Callas; Proyecto Garland), a las que ahora se sumó más de una docena de musicales infantiles. ¿Cuáles son las razones para explicar el fenómeno de un género caro de producir, que sin embargo encuentra en plena crisis económica su época más fructífera de producción y venta de entradas?

Si hasta hace no mucho tiempo la comedia musical estaba reservada a un selecto grupo de espectadores, la actualidad del género demuestra que tuvo en los últimos años una transformación acelerada. Aquellas grandes, enfatuadas, clásicas y dispersas producciones que se presentaban en la cartelera (desde Drácula hasta El fantasma de la Opera, Los miserables, Cabaret, Chicago o El retrato de Dorian Gray), fueron paulatinamente dejando paso a propuestas que fueron renovando al género, como las versiones locales de La tiendita del horror, Los productores, El joven Frankenstein, Sweet Charity, Grease, o las más recientes Heathers o Matilda. Esa tradición parece haber alcanzado en la actualidad una síntesis productiva, en la que se combinan razones artísticas, sociales y culturales.

“No me resulta extraño que en este momento de la Argentina, donde hay tanta tristeza por todo lo que estamos pasando, tanta incertidumbre, no entender bien hacia dónde estamos yendo, haya una necesidad de ir a pasar un momento de conexión con cosas que no sean los problemas cotidianos”, analiza a Página/12 la actriz Florencia Peña, protagonista de Mamma Mía! (Teatro Coliseo), uno de los éxitos de la temporada. “Y los musicales tienen un poco eso: nos permiten desconectarnos de los problemas. Nos pasa a nosotros que los hacemos y también al público. Lo que nos pasa en el país hace que la gente se esté volcando mucho al entretenimiento. Y para nosotros el teatro se convirtió en un suerte de militancia cultural, básicamente porque las actrices y actores no tenemos a dónde ir a hacer lo nuestro. Hoy, casi todos los actores y actrices más importantes de la Argentina están haciendo teatro.”

Música para tus oídos

La situación social, la enorme cantidad de actores y actrices volcados al teatro, y el desarrollo del musical local parecen ser algunas de las razones que explican el fenómeno. “Ha crecido el gusto por la comedia musical en los últimos diez años, en la formación de actores en comedia musical, ha crecido el off de la comedia musical, y hasta ha empezado a existir la comedia musical nacional, escrita y producida y realizada acá”, le cuenta a este diario Daniel Casablanca, el director de Forever Young, la obra que ya va por su décimo segunda temporada (El Picadero). En su opinión, el cambio que atravesó el lenguaje del género y las adaptaciones de los musicales a la sociedad argentina fueron un factor determinante para este momento.

Forever Young lleva 12 temporadas en El Picadero.

“A Forever Young  pudimos adaptarla a la idiosincracia argentina -comenta el también integrante de Los Macocos-. Es un espectáculo noruego que los Tricicle adaptaron en España y nosotros acá, quitando números y sumando otros. Hay una argentinización de la producción que tiene que ver con los secretos del éxito. Se hace una comedia musical más nacional, con humor, y descansando en el virtuosismo de los artistas a todo nivel: cantando, bailando y sobre todo en construcción de personajes muy genuinos, con una actuación cercana al lenguaje teatral”.

Desde su rol de productor de musicales como Rent y El principito (ambos en el Teatro Ópera), Carlos Mentasti considera que el género pudo romper cierta “pared” que las puestas más clásicas habían construido con el gran público. “Siento que los argentinos le perdieron el miedo al musical, porque una cosa es sentarte a ver una obra donde todo es cantado, hasta para hacer un té, y otra es cuando la trama tiene texto y las canciones solo forman parte de momentos que subrayan sentimientos y conceptos. La gente se emociona al ver los musicales y hasta participan activamente de algunos. Esa transformación hizo que el musical se haya convertido en una salida familiar y que, fundamentalmente, los adolescentes se hayan volcado al género”, comenta el productor de éxitos cinematográficos como Los bañeros más locos del mundo.

La identificación del público joven con propuestas de temáticas y lenguajes que los interpelan, coinciden los consultados, es un factor que tracciona este buen momento musical de la cartelera. “Siento y compruebo que el del musical es un fenómeno que viene hace años in crescendo -reflexiona Loli Miraglia, productora de Waterloo, Summer Night City en el Metropolitan-. Cada vez más público joven sobre todo consume teatro musical y sobre todo teatro en general. Además de producir, trabajo con jóvenes mayormente y son grandes consumidores de teatro. Van a ver todo lo que pueden o lo que el bolsillo les permite. A su vez, está claro que cada vez hay menos oferta televisiva y de poco interés (o nulo) para ese segmento, a la vez que la oferta de plataforma interesante está más espaciada.”

De larga trayectoria como protagonista de musicales, Peña también considera que el público joven y su relación con la música ha permitido que las obras musicales puedan multiplicarse en cantidad, calidad y temáticas. “La juventud hoy está instalándose en un lugar muy musical -detalla la actriz de éxitos como Grease, Cabaret, Sweet Charity, Vale todo y El romance del Romeo y la Julieta-. No hay tantos nuevos jóvenes actores como si nuevos jóvenes cantantes y músicos. Creo que la música en este momento de la historia del mundo se ha puesto en un lugar preponderante. No podía ser distinto para el teatro. Durante muchísimo tiempo he sido una de las actrices que más musicales ha hecho, por lo menos mainstream, y veo que eso fue cambiando a lo largo de la historia. Esta influencia de la música, que está como en auge, donde se llenan estadios de gente joven que escuchan y cantan con devoción, se traslada también a que los musicales están gozando de buena salud.”

Derribar el prejuicio

Si bien el genero ha tenido una larga tradición en la Argentina, la masividad que los musicales alcanzaron en estos años es histórica, porque ya no se tata del fenómeno de uno o dos espectáculos sino de la convivencia de más de una docena de propuestas. Un fenómeno impensado tiempo atrás, pero entendible en función de la amplitud con la que hora los productores encaran las puestas musicales. Desde el lenguaje hasta la escenografía, pasando por la duración de los espectáculos y las temáticas, la oferta se volvió mucho más variada y cercana a lo popular. La frase -extendida en algunos sectores- de “no me gustan los musicales” empezó a perder fuerza desde hace algunos años.

School of Rock, una de las producciones de Rottenberg.

“Puede ser que había prejuicio, pero si lo hubo fue superado por el talento artístico local. Hay musicales de distintos formatos y conceptos en la cartelera. Es muy diversa y cada uno encuentra su público, que no es lo mismo que decir que encuentra su negocio, que pocas veces lo hay”, reconoce el productor Sebastián Blutracht, que agrega que el fenómeno del teatro musical no sucede solo en Buenos Aires sino también en Madrid, donde creció de manera exponencial. El también propietario del teatro El Picadero analiza la heterogeneidad de la cartelera actual de los musicales, que llega incluso al off.

“Los grandes formatos -explica- tienen una temporada corta, porque no hay público suficiente como en otros lados, y esos formatos se concentran en vacaciones en grandes teatros con temporadas cortas para bajar costos. Incluso, se han hecho sin músicos en vivo. Los productores argentinos somos ingeniosos y resilientes y sabemos encontrarle la vuelta a nuestras posibilidades, donde contamos con mucho talento, y a las limitaciones, que casi siempre son económicas. Después, hay mucho musical de pequeño formato en formato de cooperativas donde se ve la solidaridad y el talento de los artistas, pero sin las remuneraciones que percibirían en otros países. El voluntarismo y entusiasmo muchas veces suplantan la falta de medios. Solo estoy enunciando, de ninguna manera justificándolo.”

En un país cruzado por los vaivenes económicos y cuya afluencia de público es casi netamente nacional - más el aluvión de turistas de países vecinos en sus jornadas de feriados-, los productores entendieron que debían presentar propuestas que atrajeran a audiencias masivas. Ya no basta con la expectativa que puede tener un clásico de por sí, enfocada en un público muy de nicho, sino que necesitaban renovar al género en toda su puesta y realización. La apuesta a lo diferente, a asumir riesgos, se impuso y está dando sus frutos.

“Los musicales se transformaron: antes eran más elitistas y segmentados”, recuerda Miraglia, de SDO PR&Entertainment. “Ahora la oferta de musicales se extendió hacia contenidos más amigables, light y familiares, o con otra puesta. También hay más contenido de humor, y la gente necesita un respiro para disfrutar, reírse y pasarlo bien. Y en las propuestas en las que el musical sigue siendo como en sus orígenes, las nuevas 'puestas' traen algo de modernidad y vanguardia. Si vemos Rent, que es un clásico y no tiene humor porque es una historia profunda, la propuesta este año es absolutamente diferente a las que hemos visto localmente e incluso en otras ciudades del mundo, con pantallas enormes en la puesta en escena y contenido audiovisual, para apoyar el storytelling, lo cual lo hace más dinámico”.

El histórico productor y teatrista Carlos Rottemberg, detrás de los éxitos de Matilda y School of Rock, pone en dimensión lo que está sucediendo en el país con el teatro musical, donde Broadway y Londres son los dos principales polos productivos. “La Argentina no será el tercer país en el mundo en teatro musical, pero intentamos ser la primera plaza en América latina”, apunta. En su mirada, el boom actual del musical puede ser el puntapié para la consolidación del género a futuro, dependiente siempre de la capacidad económica de la clase media, principal cliente teatral: “El desafío es propiciar el efecto multiplicador del rubro, aumentando las apuestas de gran producción con dos objetivos: crear el hábito en las audiencias, como sí lo logró exitosamente el teatro de texto aquí, y favorecer la contratación de nuestro gran capital en talento para que pueda mostrarse en los escenarios nacionales, además de vivir de la profesión".

Capital humano

Un dato no puede soslayarse a la hora de analizar el musical es el referido a que se trata del género más costoso de producir, dado los numerosos elencos, la música en vivo (en algunos casos con orquesta o banda incluida), los distintos decorados y montajes y la estructura que demanda en aspectos técnicos y artísticos. Basta con su comparación con una comedia o drama para darle dimensión: mientras que un musical de gran producción requiere una estructura ocho veces mas grande que los de una obra de texto, uno mediano multiplica por cuatro esa relación. Que se consolide en el tiempo no solo permitirá su oferta artística sino incrementar la demanda laboral de artistas y técnicos.

Rent, con producción de Mentasti.

Ojalá este gobierno entienda que apoyar la cultura es seguir generando empleo -señala Miraglia-. Y a los productores hay que apoyarlos. Hay muchísima gente que trabaja alrededor de una propuesta teatral, entre actores, directores, técnicos de sala, asistentes de escenario, maquinistas, sonidistas, iluminadores, escenógrafos, coreógrafos, vestuaristas… El arte incentiva al consumo turístico que viene a ver ofertas teatrales a Buenos Aires, crece la gastronomía y hotelería. Es decir: muchachos, es por ahí".

Mientras los productores están en plena búsqueda de nuevas comedias musicales para el próximo año, la expectativa porque la oferta de obras del género tenga una buena respuesta del público en 2024 es lo que también les quita el sueño. Una cuestión que dependerá de las propuestas, pero también de la situación económica del país y del poder económico que tenga la población para pagar entradas que van desde los 5 mil a los 30 mil pesos, aunque con muchas promociones con descuentos. Si este boom es un “espejismo” o si se afianzara en una “tendencia” -como planteó Rottemberg-, solo el tiempo, la creatividad y el poder adquisitivo de la gente lo dirá. Cada cual deberá hacer lo suyo para que no se deje de cantar. El público está.

“El crecimiento de la comedia musical en la Argentina va a seguir si mantiene las premisas de que sea con lenguaje teatro, que tenga humor, con temáticas o adaptación a las problemáticas nacionales”, dispara Casablanca. “Es verdad que los lenguajes van cambiando y que en este momento las historias se cuentan de una manera más moderna, pero los clásicos siguen siendo clásicos -concluye Peña-. Nosotros estamos haciendo un exitazo con Mamma Mía!. Me parece que la gente empezó a entender más el código, se amigó, dejó de tener prejuicio, y empezó a abrazar y hasta preferirlos. Que a muchas obras les vaya bien tiene que ver con que la gente no tiene un sope, pero dice, “Kk, no me voy a poder comprar el auto que quiero, no voy a poder ir de vacaciones donde tengo ganas, entonces lo invierto en pasar buenos momentos".