En formato íntimo, junto al trío con el que grabó el disco –músicos que él admira, así como ellos a él– Rubén “Chivo” González presenta Allá Lejos y Hace Tiempo. No es una presentación más, será en Teatro El Círculo (Laprida 1223), el miércoles próximo a las 20, en el marco del ciclo Jazz en El Círculo, organizado por Asociación Cultural El Círculo y el sello BlueArt Records. Lo explica el propio músico: “La sensación de tocar con poca gente, arriba del escenario, es una experiencia muy linda. El público se pone en una ‘U’, mirando hacia el fondo del teatro, mientras los músicos miramos el telón o lo que sea que esté detrás de ellos. Es maravilloso”.

-Hace pocos días participaste del Festival de Jazz.

-Estuvo muy bien, pero yo muy nervioso, porque hacía meses que no tocaba, literalmente. Es decir, a mí me gusta mucho tocar, pero rodeado de gente; en mi casa, si estoy solo, no. Tengo que estar con otros y estudiar con otros, tocando en un ensayo o en una jam, lo que sea. De repente, me llamaron para cerrar el Festival, y armé una cosa con amigos, con gente con la que me siento muy a gusto; no tuvimos posibilidad de ensayar nada, pero salió fenómeno. Estuve nervioso, pero después, cuando subo, pongo los pies en el escenario y toco el saxofón, se me van los nervios al carajo.

-Y ahora, en pocos días, esta presentación.

-No tenés un laburo durante cinco meses, y de repente, en un mes, tenés cinco laburos. Eso me pasó toda la vida, si bien hubo épocas mucho mejores. En cuanto a la posibilidad de tocar, ésta es la peor, los lugares se han achicado enormemente.

-En esta ocasión, el formato invita de una manera atractiva.

-Es una experiencia muy linda, los músicos en el escenario con el público, pero de espaldas a la platea, en donde no hay nadie, ni en los palcos. La gente ocupa todo el ancho del escenario y tiene como background al teatro, iluminado. Es una sensación extraña y muy placentera. Además, si te aburrís, podés mirar, por ejemplo, el paraíso, donde yo iba de pibe, cuando no tenía un sope para pagar una entrada del teatro.

-La belleza arquitectónica de El Círculo hace que sea imposible que la mirada se aburra.

-Esto ya lo viví con el cuarteto de (Mariano) Ruggieri, y me trajo un hermoso recuerdo. En una época de mi vida, entre el ‘73 y el ’78, toqué en la Orquesta Sinfónica; se tocaba todos los viernes, cuatro conciertos por mes, y era hermoso tocar en Teatro El Círculo. Pero esto es otra cosa. Además, a mí me encanta tocar tipo “living room”; acá no hay micrófono, no hay cables entre vos y el espectador; es directo, acústico, y con el piano Steinway. Tengo mucha fe en estas cosas, porque se produce con la gente a dos metros tuyo.

Allá Lejos y Hace Tiempo responde a la lógica musical de toda la vida del saxofonista y clarinetista: rodearse de amigos. En este sentido, y por un lado, junto a Mariano Ruggieri (piano), Franco Di Renzo (contrabajo) y Luciano Ruggieri (batería): “Estoy encantado de volver a tocar con estos chicos, son fabulosos. Yo no me junto con gente jodida, lo primero y principal en la música es que nos llevemos bien, eso es lo fundamental, que haya respeto mutuo”. Por otro lado, pero al mismo tiempo, el disco reúne nombres queridos, como los de Jerome Kern, Thelonious Monk, Miles Davis, Thad Jones, Hoagy Carmichael. “Yo no toco ninguna música críptica ni mucho menos, sino lo que a mí me gusta, y supongo que le tiene que gustar a los demás. A veces me equivoco y a veces no, pero si uno ve a alguien que se va sonriendo, como diría Dexter Gordon, eso es una cosa para llevar y apoyar la cabeza sobre la almohada cuando te vas a dormir”.

“Hay una época en la vida que uno es una esponja y capta cosas que realmente lo mueven. Es la música que a mí me cautivó, cuando tenía 16 o 17 años, y que después me obligó a retroceder. Yo tengo la ‘teoría de la línea’. Y es la siguiente. Cuando uno tiene esa edad, uno traza una línea y empieza a escuchar todo lo que sucede hacia adelante, y lo que estaba atrás de la línea lo desprecia, porque es viejo. Hasta que llegás a una edad donde te preguntás de dónde venía ese tipo que te gustaba tanto en los ’60. Y entonces se te viene otro, que tocaba en los ’30. Y te encontrás con cosas maravillosas. Al ponerte más maduro, esa línea retrocede, y retrocede tanto que llegás al origen. No hay algo que venga de la nada, esa línea caprichosa retrocede mucho, y por supuesto que sin perder de vista lo que está ocurriendo en la actualidad; si bien a mí, en la actualidad, no hay muchas cosas que me gusten, porque hay muchas cosas de fórmula, de mucho cerebro y poco corazón”, prosigue el músico.

La rúbrica del diálogo es especial: “Esa música que yo atesoro, la de los años ‘50 y ‘60, es la de esos tipos que tocaban con el cuore; tanto era así, que necesitaban pincharse con cosas, porque quedaban desfallecientes. Por supuesto que yo no estoy en la onda de ‘pincharme’ con nada, yo me pincho con medialunas, con turrón de maní y con helado (risas). Ésa es mi droga”.