Frantz Fanon fue un psiquiatra y escritor que nació el 20 de julio de 1925, en Martinica, colonia francesa ubicada en el Caribe. Allí se crió; de joven migró a Francia y trabajó ya como médico en Argelia, país que también era una colonia francesa en ese momento. Falleció a los 36 años, dejando una obra que es de lectura obligatoria para quien quiera comprender el racismo, el colonialismo, sus efectos y desde allí pensar claves antirracistas para la descolonización del Mundo.

En esta ocasión honramos su memoria a partir de una recorrida por su último libro escrito: “Los condenados de la tierra”, publicado en 1961. A un año de cumplirse los 100 años del nacimiento del extraordinario pensador antillano repasamos brevemente este libro, infaltable en la lucha contra el racismo y tan vigente como el colonialismo mismo.

Muchas ideas de este escrito tal vez resuenen familiares, y es que muchos autores se han servido de la obra de Fanon para exponer sus ideas, pero por el racismo epistémico de la academia y sus intelectuales funcionales aún sigue siendo un autor al cual no se le reconoce la originalidad de sus aportes.

Un componente que se destaca en este libro es que le da al pensamiento marxista un aporte novedoso, incluso hasta hoy en día, al poner el foco no en la clase sino en la cuestión racial como eje ordenador de las sociedades capitalistas, como superestructura, refiere Fanon.

En el primer capítulo analiza la violencia como herramienta para la liberación; no podría ser de otro modo dado que con violencia fueron tomados los territorios, asesinando y deshumanizando a sus habitantes. Son la colonización, el genocidio, la explotación, y la apropiación de las materias primas, las razones por las que el norte global contrasta tanto con los países subdesarrollados; al decir de Fanon:

“Las naciones europeas se regodean en la opulencia más ostentosa. Esta opulencia europea es literalmente escandalosa porque ha sido construida sobre las espaldas de los esclavos, se ha alimentado de la sangre de los esclavos, viene directamente del suelo y del subsuelo de ese mundo subdesarrollado. El bienestar y el progreso de Europa han sido construidos con el sudor y los cadáveres de los negros, los árabes, los indios y los amarillos.”

Son diversas las formas en que el colonialismo se mantiene vigente. Luego de las independencias formales y de la acumulación del capital, el colonialismo adopta una forma de capitalismo que solo se sostiene haciendo del colonizado un consumidor, atando a las naciones a la dependencia económica. El autor es muy crítico de los intelectuales, de los partidos políticos y de las burguesías nacionales, ya que a partir de estos se sostiene la colonización en el tiempo. El error de la mayoría de los partidos políticos de los países subdesarrollados, dijo en 1961, es que tienden a entenderse amigablemente con el colonialismo y se dirigen a las élites que conforman al 1 por ciento de la población, y no a las masas, al lumpen proletariado, a los campesinos. Por su parte, el mayor problema de los intelectuales es que no se unen al campesinado.

Otro destacado del libro es el análisis de la cultura. En ese capítulo introduce ideas que son dignas de ser adaptadas para trabajarlas en las escuelas al menos en el marco del 12 de octubre. Para Fanon no es posible colonizar sin deshumanizar, despojar de aquello que lo hace humano al otro. Así, el colonialismo se orienta al pasado y lo desfigura, desintegra la cultura, y en el proceso de despojarlo de todo lo que creía verdadero y real, le imparte nociones de su cultura, hasta que el colonizado se apropia de la cultura del opresor. En esta tarea, la religión católica fue una gran herramienta de dominación según el autor. Esta inyección forzada de cultura blanca europea trae crisis identitarias que impactan de manera directa en la salud mental de las comunidades colonizadas, de allí el sentido de deshumanización y consecuente sentimiento de inferioridad, que analiza a partir de casos concretos en el siguiente capítulo.

Solo comprendiendo la dinámica de la colonización y sus efectos subjetivos/sociales, podrán pensarse estrategias para la liberación. Esta es la tesis de la obra de Fanon, obra corta por los pocos años que vivió pero suficiente para sentar bases en el pensamiento antirracista y de otros y otras pensadoras de la liberación como lo es por ejemplo, en nuestras latitudes, Paulo Freire.

Además de analizar la relación colonial minuciosamente, en su libro nos brinda algunas claves para la resistencia. Dirá que la única revolución que finalmente lleve a la liberación es aquella que provenga del campesinado, de los desplazados, siendo a su vez imprescindible la solidaridad entre los pueblos colonizados.

Sus últimas palabras son contundentes: hay que dejar de imitar a Europa, continente que nos obsesiona pero del cual a su vez, advertía por ese entonces, había que comenzar a alejarse. África y América, decía, deben recuperar las costumbres previas a la colonización, y desde allí, inventar, crear un hombre nuevo. Parias, desalmados, condenados de la tierra: en la solidaridad entre los pares está la clave de la liberación.