Soneto en NO mayor

Aunque hace frío no encendí la estufa
Pues la tarifa sube si se enchufa.
El presupuesto no me da pa trufas
Y hago estos versos pa espiantar la mufa.

Sé que en la calle el alma se te estruja
Con ese león, que es gato aunque te ruja;
Ese pato, que es vaca aunque no muja.
Y si hacés algo, te pegan o te empujan.

Los “de bien” van por el mundo de garufa
Y acá proponen la caza de brujas
Porque de la realidad se desenchufan.

Metido como estoy en mi burbuja,
No veo otra que gritarles ¡UFA!
Y nadie va escuchar..., ¡qué “paraduja”!

Disculpad estos versos, mis lectores / seguro habéis leído otros mejores /
pero hoy me desperté en “modo soneto” / quise hacer "otro", y me salió “eto”.

Rudy

Caro (cada vez más caro) lector:

La columna de la semana pasada, “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, ha provocado una serie de amables comentarios alrededor de cierto tono “melancólico sin estación seca” que predominaba en el texto. No eran comentarios críticos, pero sí descriptivos, y apuntaban a la dificultad de "vivir con alegría” (lo que, según Palito Ortega, significa vivir más; y si Palito lo dice...).

Agradezco sus apreciaciones y reconozco que no están erradas. Tiempo de ¿melancolía? Sí, de esa melancolía de cafecito en el atardecer nublado y frío, solitario o acompañado de buenas ideas, libro, música, o charla… sobre lo mal que anda el mundo.

¿Tristeza? Sí, es difícil abstraerse de un mundo que disfruta de la injusticia, la desigualdad, o de su propia omni-impotencia para modificarlas.

¿Angustia? Ponele… Es un tanto movilizante la desmovilización activa disfrazada de intereses sectoriales, étnicos, religiosos, raciales, genéticos, o –permítanme el neologismo– “culpurales”, disfrazados de reivindicaciones progresistas que, como tantas veces, son excluyentes al tiempo que se disfrazan de inclusivas.

¿Depresión? No…, naaah…, neeeh..., no se trata de dejarse llevar por vientos que no van a ninguna parte; pero sí, sospecho, es tiempo de elaborar los duelos por lo que nunca se tuvo, pero ahora lo sabemos.

¿Lo sabemos? Y..., mejor que lo sepamos, porque, si no, nos vamos a pasar la vida en el mismo duelo, cuando ella tiene tantos y tan variopintos duelos para ofrecernos. Pero bueno, quien guste de seguir sufriendo siempre por lo mismo tiene derecho a hacerlo… Claro, mientras no pretenda colectivizarlo y nos permita a los demás lamentarnos por nuestras propias penas y nuestras ajenas vaquitas, y no por las suyas.

Porque si tal cosa ocurriese (y esto atraviesa lo ideológico, lo racial, lo étnico, lo etario, lo sexual y qué sé yo cuánto más), pasaríamos de “La patria es el otro” a “La Patria es el otro pero no me importa lo que le pase a él/ella”, o “La Patria es el otro mientras me siga a mí”, “La patria es el otro que reconoce que mis derechos son más importantes que los suyos” o “La patria es el otro que comparte mi subjetividad”.

Mientras tanto, el lado malo de la Fuerza nos dice que si nos portamos mal nos van a sacar el derecho… de hacer lo que ellos quieran. Derecho que fue votado hace solo nueve meses por más de la mitad de nuestra patria, y es fashion en gran parte de Europa, aunque a los franceses la ultraderecha les gusta más cuando gobierna en otros países y no en el suyo propio.

Otro mientras tanto, algunos simpáticos eurocracks protestan por unos cánticos de la Escaloneta. No comparto esos cánticos, me parecen fuera de lugar; quizás olvidaron que muchos de ellos mismos, como tantísimos argentines son/mos descendientes de inmigrantes.

Por otro lado, aunque de una manera poco feliz, denuncian la hipocresía de un continente que sabe reconocer, aceptar y adoptar (¿o debo decir “comprar”?) a futbolistas excelentes, más allá de su color de piel; y expulsar a quienes no lo sean, más acá de su color.

Se cumplieron ayer (viernes 19) 17 años de la partida del muy extrañado y recordado Roberto “Negro” Fontanarrosa. Fue él quien, en la década del '80, nos regaló un maravilloso cuento, “El mundo ha vivido equivocado”. Cuarenta años después, el mundo sigue viviendo equivocado, podríamos decir.

Dicho todo eso, solo me quedan tres letras para concluir esta columna: la “f”, la “u” y la “a”. Y las voy a usar: ¡UFA!

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz “Hipocresía”, una versión de Ale Sanz del maravilloso tema homónimo de Rubén Blades: