Ha sido tan grande la ofensa y el agravio cruel que ha padecido la sociedad argentina a causa del delirio anarco capitalista que inevitablemennte le ha surgido (como efecto en espejo) una versión que también coquetea con el delirio. Más que hablar de sus exponentes, resulta interesante indagar sus presupuestos ideológicos, especialmente cuando actualmente todo parece indicar que hay múltiples demandas del público por la presencia de sus actores.

Señalemos sus rasgos principales.

1. Peronismo y Pueblo son lo mismo, ambos expresan una esencia nacional permanente e intocable. La historia no los ha intervenido porque pertenecen a un sustrato arcaico de la República protegido por las virtudes teologales de la relación católica.

2. El movimiento nacional justicialista ya tiene desde sus orígenes su doctrina (nunca una teoría). Las Veinte Verdades, la Comunidad Organizada, etc, aunque estén constituídas como piezas heterogéneas entre si las mismas no merecen ningún análisis histórico, ninguna actualización y constituyen un corpus que no está afectado por ninguna contingencia histórica. Han sido desde siempre buenas y lo serán eternamente.

3. El peronista es una cristalización del ser argentino, que a diferencia de lo que promueve la ultraderecha neoliberal es el ser más virtuoso y logrado del mundo, es cierto que no se trata de una raza superior ni se cree que sea un tipo de ser especial superior, pero no falta quien se atreve a considerar el ser argentino desde una perspectiva "ontológica" que le otorgaría al argentino, por su condición gauchesca originaria, una intrínseca superioridad moral. Frente a las prácticas despectivas y denigradoras de la ultraderecha, hay un orgullo irreductible en el hecho de pertenecer a la comunidad argentina.

4. Por todas estas propiedades esta esencia peronista-argentina también está preparada para peronizar el mundo y participar con otros países en un nuevo orden civilizatorio.

El problema de esta pintoresca situación, aparentemente muy celebrada por muchos compañeros y compañeras por sus ademanes enérgicos es que introduce una fuerza inercial en el peronismo despojándolo de sus mejores virtudes: la capacidad de reinventarse históricamente sin perder su relación con los legados, la imposibilidad de esbozar una teoría seria sobre lo que permitió la situación histórica en la que nos encontramos. La transformación sociológica y antropológica de los jóvenes argentinos frente a los simbólicos históricos.Y por supuesto una evaluación seria de lo que fue nuestra última gran experiencia histórica: el kirchnerismo.

Quien suscribe estas líneas también desea una patria, justa, libre y soberana y que reine en el pueblo el amor y la igualdad.

Pero para que esto suceda hay que definir muy bien los antagonismos propios del siglo XXl y el sujeto histórico qué los pueda soportar.