Desde Caracas
En una pequeña aula de paredes recién pintadas, una mujer agarra el micrófono y comienza a hablar. Es funcionaria de distrito y acaba de presenciar la inauguración de una escuela en un paraje rural cercano a Barquisimeto, al oeste de Venezuela. Los padres y madres de los estudiantes la escuchan atentamente, y entonces les lanza una pregunta.
-¿A quién vamos a votar este 28 de julio para que no privaticen la educación?
-¡A Nicolás Maduro! - responden todos a coro.
La escena ocurre en la Comuna Camoruco, a unos 350 kilómetros de Caracas. Las comunas son, a grandes rasgos, estructuras de vecinos organizados que gestionan presupuestos para ejecutar obras y atender así sus propias necesidades sin intermediarios. Creadas por Hugo Chávez y gran bandera de la Revolución Bolivariana, permiten a muchísima gente -usualmente en zonas desfavorecidas- ejercer una suerte de autogobierno popular. Para las personas que apoyan el modelo, son lo más próximo que existe al socialismo real. Para los que están en contra, en cambio, son apenas migajas que arroja el gobierno. Venezuela es, sin lugar a dudas, un país dividido y en la crucial elección presidencial del 28 de julio se pondrá en juego no sólo la supervivencia de estas comunas, sino también la del propio proyecto chavista. O eso dice, al menos, la principal oposición de derecha, que afirma que su triunfo en las urnas será inevitable.
Triunfalismos
Lo mismo asegura, sin embargo, el oficialismo. Y es que, a una semana de la votación, los partidarios de unos y otros exhiben encuestas que los favorecen y se muestran triunfalistas. En total, según los números del Consejo Nacional Electoral (CNE), son 21.620.705 las personas habilitadas para votar, aunque hacerlo no es obligatorio. Habrá, además, más de 635 veedores internacionales, en una jornada que se anticipa muy intensa y de pronóstico incierto. Y por más que son 10 los candidatos que se disputan la presidencia, lo cierto es que sólo dos tienen chances reales de cantar victoria: el actual presidente Maduro, quien representa al Gran Polo Patriótico (GPP), y Edmundo González Urrutia, un diplomático que va por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD).
Uno de los principales ejes de la campaña de Maduro es la recuperación que se evidencia en algunos índices macroeconómicos, luego de varios años de caída: en junio, la inflación fue de 1% (llegó a ser de 344.000% anual en 2019), las góndolas de los supermercados ahora están llenas y varios organismos internacionales -entre ellos el FMI y la CEPAL- pronostican que Venezuela será el país de mayor crecimiento en América Latina en 2024, aunque los salarios continúan siendo muy bajos. El candidato, que llegó al poder en 2013 y va por su tercera victoria electoral, elige para su recorrida por el país actos en los que su prédica política se mezcla con música, bailes (incluso suyos) y color. Este entusiasmo, afirma a viva voz, se opone a la oscuridad en que sumergirían al país sus contrincantes de la PUD si ganaran las elecciones.
Sanciones
El presidente responsabiliza a varios integrantes de esta plataforma de fomentar las sanciones internacionales a la economía venezolana, financiar repetidos actos de violencia y así promover la crisis humanitaria que llevó al exilio a millones de personas. Por eso, en cada uno de sus discursos, enfatiza su condición de líder popular y pregona que en Venezuela va a triunfar la paz, en contraposición a la inestabilidad que asoló el país entre 2014 y 2019. “¿Quieren que vuelva la guarimba? ¿Quieren que vuelvan a quemar gente viva? ¡Para defender el derecho a la paz tenemos que ganar por paliza!”, instó a sus seguidores la última semana en un acto al sur de Caracas.
Por el lado de la principal alianza opositora, el camino de González Urrutia para llegar a ser el principal contendiente de Maduro fue inusual e intempestivo. Hasta hace tres meses, quien fuera embajador en Argentina durante el gobierno de Chávez era un completo desconocido en la escena política venezolana. Pero la inhabilitación electoral de María Corina Machado, la ex diputada que se perfilaba como líder de la oposición derechista, hizo emerger su figura. Contra todos los pronósticos, la referente del antichavismo lo eligió como su candidato y además se puso al frente de su campaña, con la que recorren diferentes puntos del país. La apuesta de Machado es que todo su capital político se transfiera en votos al diplomático de 74 años.
Cercana a Milei
Muy cercana a Javier Milei y la ultraderecha latinoamericana, Machado afirma que en Venezuela no se respetan los Derechos Humanos y que el país está sometido a una “dictadura”. Su programa de gobierno, como los de la mayoría de sus aliados continentales, propone la privatización de las empresas públicas, la reducción del Estado y abunda en consignas de libertad y libre comercio. En 2019 solicitó públicamente la “intervención militar extranjera” para “sacar a Maduro del poder” y acompañó la fallida aventura del ex diputado Juan Guaidó, quien se autoproclamó “presidente encargado” del país. Esto motivó que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) la inhabilitara para ejercer cargos públicos durante quince años. Su prédica encendida y su carácter la posicionaron como una de las grandes detractoras de la gestión de Maduro.
En los discursos de campaña, es ella quien se roba todo el protagonismo, mientras que González Urrutia casi ni aparece. En redes sociales, terreno en el que Machado es muy fuerte, denuncia constantemente que el chavismo le impone trabas para realizar sus actos, tales como bloqueos de ruta e intimidaciones. “¡Vamos a ganar y vamos a cobrar!”, vociferó en varias ocasiones, algo que fue interpretado por el oficialismo como un llamado a la violencia y al revanchismo. Entre los otros candidatos de la oposición, se destacan el diputado y pastor evangélico Javier Bertucci, que sacó el 10,82% de los votos en las presidenciales de 2018, y Benjamín Rausseo, apodado “El Conde”, un reconocido comediante y empresario.
Polarización
Desde hace varios meses que los comicios ocupan gran parte de la atención de una sociedad muy politizada. Incluso en la plaza central de Sabaneta, ciudad en que nació Chávez, una mujer le dijo a esta cronista que “el 28 triunfará la libertad contra el comunismo y nacerá la nueva Venezuela”. Unas horas después, y a pocas cuadras, una lideresa comunal sostenía en un recorrido “casa a casa” que “la Revolución vencerá porque tenemos una militancia organizada, algo que a ellos les falta”. Para unos y otros, las elecciones del 28 serán determinantes y definirán el rumbo del país en los próximos años: profundización o quiebre absoluto. América mira atenta: todo lo que pasa en Venezuela repercute en el continente.