Fresas, patatas, palomitas de maíz, balón, carro, cesto, botar, nevera o expresiones como "oh, no puede ser", "rayos", "maldición" forman parte del lenguaje oral de muchos niños pequeños como consecuencia de las horas que pasan frente a las pantallas. Las Licenciadas en Fonoaudiología de la Universidad Nacional de Rosario Melisa Rolón y Agustina Saint Martin realizaron una investigación sobre el tiempo de exposición a los dispositivos y uso de lenguaje con características no propias de su comunidad en niños de 4 años que asisten al jardín N°85 Rosa Berra de Gigli de la ciudad de San Carlos Centro.

El trabajo consistió en la lectura de cuentos, observaciones de los dibujos, juegos e interacción dialógica de los niños y una encuesta a las familias. De la misma surgió que la totalidad de los niños miran pantallas, el 70% entre media hora y tres horas y el 15%, tres horas o más por día. Estos datos superarían lo recomendado por la Asociación Americana de Pediatría que es una hora diaria con fines educativos para los niños de dos a cinco años.

La investigación también muestra que el 34% de los niños utiliza un lenguaje oral con características no propias de su comunidad mientras que el 66% no. De los que lo manifiestan, el 75% usa vocablos del castellano neutro, el 17% evidencia ausencia de yeísmo propio de nuestra región, el 8% usa el pronombre personal tú/ti y ninguno de ellos manifiesta entonación atípica. Cabe destacar que de la totalidad de los niños que utilizan este tipo de lenguaje, el 75% están expuestos a pantallas entre media hora y tres horas por día.

Las profesionales explican que frente a los dispositivos los chicos se encuentran en una relación bidireccional solo con la pantalla y el contenido que están observando, ven sus miradas reflejadas y muy poco del rostro de otras personas para compartir, jugar y conversar. Durante ese tiempo, “la instancia dialógica que invita a la comunicación y al lenguaje queda excluida”.

Consideran que el problema es que los niños pasan largas horas sin que sean hablados y sin que tenga lugar el pensamiento, no hay silencios, no hay misterios, pausas y algunos incluso eligen qué ver y qué no ver. Es decir que la exposición a pantallas se evidencia como un obstáculo para vincularse con otras personas, impidiendo un encuentro genuino, mediado por miradas, gestos y palabras.

Teniendo en cuenta el acompañamiento brindado por el adulto en esos momentos, el 37,50% supervisa previamente el contenido, el 33% está con el niño en la misma habitación pero realizando otra actividad y el 29% se encuentra al lado del niño interactuando con él mientras observa el contenido.

Sobre el tipo de consumos, el 40% mencionó dibujos animados, el 22% YouTube, el 14% juegos, el 8% videos, el 5% YouTube Kids y en menores porcentajes aparece música infantil, películas, televisión y que juega a la Play Station.

Si bien la utilización de los dispositivos resulta de gran comodidad para los adultos responsables del niño ya que facilita su cuidado mientras realizan otras tareas, la Academia Americana de Pediatría recomienda controlar el contenido, acompañar durante el consumo de pantallas y priorizar lo educativo adaptado a la edad. Asimismo sugiere que la familia incite al niño a realizar otro tipo de actividades artísticas o deportivas.

Las fonoaudiólogas consideran que en las redes hay muchas cosas útiles y educativas e incluso la virtualidad posibilitó que en tiempos de pandemia continúe el ciclo lectivo, pero falta más información, pautas, consejos para los adultos responsables y también para los profesionales médicos que atienden a las familias.

Los datos obtenidos dan cuenta que cada vez es más visible la utilización del español neutro por parte de la población infantil que reemplaza en la mayoría de los casos al castellano rioplatense. “Es imprescindible enseñar a los niños y niñas cuáles son los términos del castellano pertenecientes a la región y cuáles no, dado que se encuentran en proceso de adquisición y construcción de su lenguaje”, sostienen.

Las Licenciadas en Fonoaudiología hicieron referencia a distintas posturas sobre el uso de este tipo de lenguaje. Desde una perspectiva, es una herramienta para entenderse entre los usuarios de todas las variedades de la lengua y como el mundo está cada vez más globalizado, sería de gran utilidad en los ámbitos comerciales, medios de comunicación y entretenimiento. Desde otra perspectiva, y a la que adhieren, se trata de una lengua centroamericana con la que no nos identificamos e involucra modismos distintos a nuestro castellano rioplatense.

“No se trata sólo de una cuestión de lenguaje sino también cultural, de raíces. Una cosa es que el chico sepa que puede decir frutilla y fresa porque ahí estaría ampliando su vocabulario. Pero otra cosa es que no sepa qué es una frutilla y sí una fresa”, explican.

Las profesionales comentan que estas problemáticas son observadas en los consultorios fonoaudiológicos junto a otras como la falta de habla de niños de 3 años, por ejemplo. Atribuyen este retraso en el desarrollo del lenguaje a múltiples factores entre los cuales se incluye la falta de interacción y comunicación con los padres y cuidadores y el mayor acceso a las pantallas A esto se suma que hay chicos que hicieron el jardín de infantes por Meet.

Los datos recabados en esta investigación buscan brindar información sobre la temática y servir como punto de partida a investigaciones posteriores, para así poder ampliar los conocimientos que incumben a la disciplina fonoaudiológica y prestar especial atención a las características presentadas, tanto a nivel académico como en la práctica profesional.

 

Para las autoras, estos aportes podrían ser de gran utilidad en la clínica del lenguaje y la comunicación, en el abordaje de niños con trastornos del lenguaje. A su vez, podría ser enriquecedor para trabajar en la comunidad, promoviendo hábitos de comunicación saludable, pudiendo brindar herramientas a las familias de los niños y niñas.