Antes de terminar la secundaria, Chiara Scardozzi ya sabía que quería ser antropóloga. Por eso, cuenta ella, no dudó en elegir la Universidad Sapienza de Roma para formarse, completar la carrera e incluso realizar una maestría en Etnología y Antropología. Pero en su adolescencia, en el país europeo, el proyecto imaginado no incluía a la Argentina, ni mucho menos ocho años de estadía en el Chaco salteño. “Llegué a esta zona por medio de una pasantía en Cooperación Internacional. Pero a medida que conocía la región y compartí sus modos de entender el ecosistema, supe que el Chaco sería un lugar único”.

“En la literatura antropológica existe bastantes textos sobre las comunidades indígenas. Incluso en el Chaco, hay papers escritos sobre los cinco pueblos originarios de la zona. Sin embargo, los otros pobladores de los lotes 55 y 14, los criollos, permanecían ´ocultos´ en el mejor sentido académico. Por eso centré mi tesis en el estudio de la reivindicación territorial y la relación entre ambos grupos”, comentó, en un español fluido, la antropóloga italiana. Pero ese “descubrimiento” no es el único motivo por el cual Scardozzi eligió el Chaco salteño como campo de estudio. Scardozzi explicó a PáginaI12 que el trabajo de investigación realizado también buscó alejarse de la mirada estereotipada de las grandes ciudades sobre las regiones rurales: “Me gustó el desafío de cambiar la forma de pensar al Chaco. La visión hegemónica establece que es un lugar inhóspito, a la vez que se presenta como una zona peligrosa por tener frontera con Paraguay y Bolivia. Pero, en realidad, es todo lo contrario. En el Chaco salteño existe una riqueza muy grande en términos de conocimiento, saber, lenguaje, biodiversidad”.

–Una vez que llegó al Chaco salteño, ¿qué fue lo que más le llamó la atención? ¿Cómo fue vivir, relacionarse y estudiar culturas tan diferentes?

–Para una antropóloga que viene de Italia, las comunidades indígenas y criollas de los lotes 55 y 14 se presentan como mundos totalmente diferentes. Decodificar esa realidad es un trabajo que lleva años porque su construcción de sentido y su relación con el entorno responden a otra lógica. Ahora, en cambio, me ocurre un fenómeno totalmente opuesto: todo lo extraño que describía se convirtió en algo cotidiano para mí. Aquel espacio distinto, diferente, es ahora un lugar donde me siento cómoda, donde vivo bastante bien. Por eso me hace ruido cuando se califica al Chaco de gente pobres o indigentes. No cobrar un sueldo o no tener una casa de cemento no es pobreza.

El segundo objetivo del estudio de la antropóloga italiana era entender cómo dos grupos tan distintos del Pilcomayo (criollos que se dedican a la ganadería, a la vez que pueblo originarios enteros son cazadores o pescadores, de acuerdo a su posición en el monte) consiguieron trabajar en conjunto. “En gran medida esa unión fue posible, en gran medida, por el vacío que había dejado el propio Estado”. El mapeo participativo realizado por ambas comunidades permitió, por un lado, medir en datos cuantitativos los propios reclamos y combinar el conocimiento técnico-científico con el saber local. Pero además la lógica participativa “redefinió las relaciones asimétricas entre los dos grupos contra los intereses del Estado y las grandes empresas”, dijo Scardozzi.

“Históricamente, las iniciativas de desarrollo consistían en que alguien desde ´arriba´ imponía un proyecto que, en su mayoría de las veces, no funcionaba al no incorporar las características locales. Junto al mapeo, el proyecto diseñado por esta base en común e inclusiva, permitió  llegar a soluciones impensadas y, a la vez, sentidas como propias y justas”, completó.

Informe: J. B.