“La palabra corromper me gusta”, dice Dolores Solá. Lo hace al recordar los primeros pasos de La Chicana, la banda que tiene desde hace casi tres décadas junto a Acho Estol y Juan Valverde. Por aquellos años, agrega, el tema era “corromper bien”. Corromper “con amor”.
Para entender el origen de esta afirmación hay que ir tiempo atrás, al comienzo del trío que desde 1995 lleva tango, folclore, rock y temas propios a escenarios de todo el mundo. Ir a lo que fue el corazón de la Nueva Guardia del tango rioplatense.
“Con Acho nos conocimos en Madrid —recuerda Solá, ante la pregunta de Víctor Hugo Morales—. Éramos los dos muy admiradores del flamenco joven. Nos gusta muchísimo. Y decíamos: '¿por qué esto no pasó con el tango?'. ¿Por qué no había un movimiento joven que lo renueve? Eso fue hace 30 años”, agrega.
Ahí empezó la historia chicanera: “No nos animamos ni a soñar que íbamos a tener el lugar de punta de lanza de eso. Ahora, mirando para atrás, fuimos una punta de lanza. Eso de hacer temas propios y que convivan un tema de Charly García con uno de Gardel y otro de Acho”, remarca Solá.
Estol también recuerda esta época con cierto aire de cosa corrompida: “Tuvimos una experiencia mercenaria. Ganábamos muy bien tocando música de hotel internacional. Un poco dentro de nuestros gustos. No era lo que queríamos hacer, pero funcionaba”, explica el guitarrista y compositor.
“Por amor. Hicimos esto pensando que no se iba a convertir en nada. El tango casi no tenía público. Con cierta insolencia nos jugamos con la parte que nos gustaba, y conectando con el folclore y la música popular fuimos avanzando en ese perfil”, continúa Estol.
Y añade: “El tango era un espacio muy cerrado y de músicos académicos, muy cerrado. Nosotros entramos por el lado accesible. Pero era notorio que el tango no tenía jóvenes que se animaran”.
La Chicana va a presentar el próximo 13, 20 y 27 de julio, en el Torquato Tasso (Defensa 1575) sus discos Hikikomori y Los Lobos del Recuerdo.