Como la madre de todos los flashbacks de los setenta, el humo volvió a flotar sobre las aguas del lago Lemán y el fuego ametralló el cielo, al son de acordes potentes capaces de resquebrajar el Mont Blanc. En su décima aparición en el Festival de Jazz de Montreux, Deep Purple se lanzó a cantar su éxito más famoso, "Smoke on the Water", y los organizadores hicieron todo lo posible por recrear el incendio que se produjo en 1971 en el casino cercano durante un concierto de Frank Zappa y que inspiró la canción.

"Hicimos el concierto en un escenario sobre el lago que era absolutamente espectacular", cuenta Ian Gillan, cantante de Purple, por teléfono desde las montañas de Zurich una semana después. "Levantaron el telón de fondo y, de repente, el lago Lemán se cubrió de humo y luces rojas. La simulación del incendio fue bastante impresionante, por lo visto".

No es el único momento de los últimos tiempos en el que Gillan y sus setenta y tantos compañeros de banda -juntos de forma intermitente, en diversos formatos, desde 1968- podrían haber imaginado que estaban de vuelta a principios de los setenta, forjando álbumes que marcaron su carrera (In Rock, de 1970, Machine Head, de 1972) a la vanguardia de una nueva generación de pioneros del rock duro. Su nuevo y vigésimo tercer álbum, =1, sigue a una racha de éxitos en las listas de ventas que incluye los discos Infinite (2017) y Whoosh! (2020), lo que sugiere un resurgimiento de la banda al final de su carrera. Impulsados, quizás, por el hecho de que su público parece estar formado casi en su totalidad por Benjamin Buttons.

"Es muy emocionante", dice Gillan entusiasmado. "Hace unos 15 años ocurrió algo extraño. Había toda una nueva generación de fans. A partir de 2009 o 2010, nuestro público ha estado formado principalmente por jóvenes de entre 15 y 22 años. Eso ha sido un gran aporte de energía en los espectáculos". En opinión de Gillan, no es el catálogo clásico lo que persiguen de esta banda notoriamente cargada de solistas, sino el tipo de virtuosismo interpretativo que también ha convertido a estrellas alternativas modernas de la talla de Khruangbin. "Lo que les gusta son los vivos, la improvisación. Para mí, Deep Purple siempre ha sido ante todo una banda instrumental, y creo que eso es lo que les gusta a los pibes".

Producido por Bob Ezrin, =1 también se remonta en cierto modo a los sonidos, temas e intensidad sónica de la época imperial de los setenta de Purple, cuando Gillan, el bajista Roger Glover, el batería Ian Paice y las leyendas del teclado y la guitarra Jon Lord y Ritchie Blackmore eran considerados parte de una "trinidad impía" del hard rock británico junto a Led Zeppelin y Black Sabbath. "No Money to Burn" rememora sus días de pobreza previos al estrellato: “Roger y yo sólo teníamos un juego de ropa entre los dos cuando nos unimos a Purple en el 69, así que no podíamos salir al mismo tiempo”, dice. "A veces he sido muy pobre. De hecho, ¡el otro día estaba grabando y tuve que robar galletas de perro para alimentarme!".

También es, sugiero, un disco sorprendentemente lujurioso para una banda que hace tiempo que cambió la botella de Jack por la tetera de viaje. "¿Querés decir salaz?". Gillan se ríe. "Es un poco travieso en algunas partes, supongo, pero es muy suave y a mi edad (78 años), de verdad, vamos. Pero soy una persona noctámbula, vivo la vida nocturna, estoy en el rock'n'roll y me mezclo con gente excitante. No vivimos en el mundo convencional".

Cita "A Bit on the Side", la historia real de cuando conoció a una hermosa joven en un "club de adultos" en Alemania. "Le serví una copa de champán, se sentó y hablamos. Me dijo que se llamaba Charlene, de Berlín, y que teníamos muchas cosas interesantes en común: yo había estado en sitios interesantes y ella también. Estábamos terminando y me di cuenta de que necesitaba afeitarse. Resultó que en realidad no era Charlene de Berlín. Era Charlie de Belfast". "No me importa hacia qué lado te inclines", canta Gillan, mezclando lo político con lo abiertamente sexual con un gemido lengüetero, “no quiero izquierda ni derecha/ quiero delante y detrás/ y un poco de amor al lado”.

¿Todo vale? Prueba con el rock de carretera "Now You're Talkin'", que encuentra a Gillan en una fiesta sesentosa de amor libre, pisando "un montón de cuerpos... no sé quién está haciendo qué a quién". "¿Nunca estuviste en una fiesta así?" pregunta Gillan. "No has vivido. Eso era todo lo que pasaba en los sesenta. Ibas a una fiesta y pisabas a gente por todas partes que hacían todo tipo de cosas... cuando eres un adolescente de veintipocos años en los sesenta, eso era lo normal". La de 'Now You're Talkin' es una recopilación. He visto a gente caer por las ventanas de arriba y levantarse y volver andando al bar. He visto fiestas en Beirut, fiestas en Australia y fiestas detrás del telón de acero que eran demasiado salvajes para describirlas".

Recuerda su despertar como noctámbulo de toda la vida, en una cervecería de Munich a las 2 de la madrugada, en algún momento de la década de 1960. "El lugar estaba lleno de gente nocturna y pensé: 'Éste es mi lugar'. Había policías, actores, prostitutas, camareros, gente que se estaba relajando y acababa tarde de trabajar. La gente tocaba la guitarra y fumaba porros. No fumé mi primer porro hasta los 38 años, así que la mayor parte de mi vida fue bastante suave en comparación con generaciones posteriores, pero sabíamos divertirnos".

Las diversiones de Purple giraban principalmente en torno a una o cincuenta copas después del concierto. "No era un borracho", dice Gillan. "Simplemente me gustaba beber y estaba en compañía de gente que lo hacía, casi todo el mundo lo hacía. No tomábamos drogas, así que sólo bebíamos. Y, obviamente, no podés actuar si no tenés piernas, así que esperás hasta después. Hay un cierto elemento de disciplina que se parece más a la autosupervivencia que a otra cosa".

Dicho esto, una vez se despertó tras una noche de juerga con Tony Iommi y Geezer Butler para descubrir que había aceptado borracho unirse a Black Sabbath a principios de los ochenta. La gira resultante fue famosa por ser la más Spinal Tap de todas, con Gillan incapaz de leer sus letras mientras los enanos se caían de una réplica sobredimensionada de Stonehenge. "Hubo cosas divertidísimas", se ríe, recordando otras payasadas con Purple. "En Ámsterdam hice una entrada bastante dramática por la puerta equivocada. Encontré un pequeño bar de artistas entre bastidores y me perdí las indicaciones para que Purple empezara. Me sirvieron una gran copa en un vaso enorme. Probablemente había una escalera serpenteante para una ópera, o algo así: salí al espacio, di unas cuantas volteretas y aterricé en el escenario sin haber derramado ni una gota de mi bebida. Fue espectacularmente inteligente, uno de mis grandes logros en la vida".

Los Purple de principios de los setenta, sobre el papel, parecen un grupo profundamente turbulento: los egos chocaban, los miembros iban y venían más rápido que los primeros ministros conservadores y la formación de la era Gillan se derrumbó en una versión liderada por David Coverdale en 1973. Pero Gillan señala la reunión de la banda en 1984 como un espectáculo mucho más difícil de mantener en la carretera.

"En los setenta simplemente nos separamos", dice. "Todo el mundo ha visto Spinal Tap y eso es más o menos lo que pasa. Llegan influencias externas, demasiado dinero, 'somos inmortales', toda esa basura. Entonces te vas y tratás de hacer las cosas individualmente y te das cuenta de que es el esfuerzo colectivo lo que realmente hace que funcione. Entonces recapacitás e intentás volver a reunirte, y para entonces todo el mundo ha cambiado un poco. Todos tienen la experiencia de enfrentarse a la vida de una manera diferente, todos tienen familias y todo tipo de cosas que afectan a su madurez. Todos maduran a ritmos diferentes hasta que entran en razón y para entonces ya es demasiado tarde. Ser un rebelde de 40 años... eso no es muy rock'n'roll".

Alrededor de su segunda reunión a principios de los noventa, con las tensiones de larga data entre Gillan y Blackmore disipándose cuando este último se marchó para hacer música juglaresca medieval con Blackmore's Night, "estabilizamos el barco y volvimos al rumbo". Hasta la llegada del nuevo guitarrista Simon McBride en 2022, la formación no había cambiado en 20 años. Mientras tanto, Gillan había encontrado su propio contrapeso personal en la meditación, a través de la cual aprendió a moderar su consumo de tabaco y alcohol.

"En una etapa temprana de mi vida decidí que tenía que cambiar", dice. "Era demasiado salvaje y había cosas que no eran buenas si quería tener un futuro como músico. En ese momento empecé a meditar y descubrí que podía controlar muchas cosas. Eso era importante, empezar a meditar y despejar la cubierta de un montón de comportamientos irresponsables si quería sobrevivir. Es muy importante controlar las cosas. Tenés que cumplir, tanto si estás en el escenario esa noche como si estás escribiendo 14 canciones. No tiene sentido estar por ahí borracho".

Hoy en día, la moderación es clave para la supervivencia de Purple. Gillan no bebe ni fuma durante los nueve meses al año que la banda pasa de gira. "No podés sobrevivir si seguís así por la vida, tu cuerpo no puede soportarlo", dice por experiencia propia. "Así que tenés que ser práctico en el sentido físico. También te vuela la cabeza. O evolucionás o te morís". Sin embargo, fuera de la carretera sigue soltándose la melena con uno o dos whiskys de malta: "Sigo pasándomelo en grande".

Su espíritu rebelde tampoco se ha apagado, aunque ahora se dirige a lo que él llama "el nuevo establishment". "Me aburría mucho ser rebelde y ahora me entusiasma serlo. Me rebelo contra el nuevo establishment y me encanta cada momento". ¿Qué es para él el nuevo sistema? Se ríe de nuevo. "No me metas en eso. Lo contaré líricamente".

Me pregunto si el tema del nuevo álbum "I'm Sayin' Nothin'" es una reacción al peligro de que las estrellas del rock expresen sus opiniones en la era de las redes sociales, pero Gillan insiste en que se trata de la naturaleza hermética del "crimen perfecto como obra de arte". En cuanto a los temas de Keir Starmer y el cambio climático, se mantiene igualmente hermético. Sin embargo, sus pensamientos sobre el discurso moderno se filtran cuando habla de las posturas políticas diametralmente opuestas de sus padres. "Tenías una canilla que goteaba y tenías una reunión familiar: '¿Vamos a contratar a un plomero socialista o a un plomero capitalista? "Y entonces la otra parte dice: '¿Y si es racista o misógino?' 'Sea lo que sea, si es el único en la ciudad voy a utilizarlo. De lo contrario, voy a estar con el agua hasta el cuello a finales de año". Y eso es más o menos una analogía de la vida en Gran Bretaña hoy en día".

A Gillan le entusiasman las jóvenes bandas de rock con las que comparte cartel en los festivales de hoy en día. "Hay todos esos ritmos atronadores que lo atraviesan. No hay la composición convencional que uno se imagina, pero es completamente fresca y muy emocionante". Sin embargo, le cuesta oír su propio legado "amortiguado y diluido" en él, hasta que le señalo que es la potencia desbordante de leyendas del rock duro como Purple la que se ha infundido intrínsecamente en el pop afín al rock de artistas como Yungblud, Halsey y Olivia Rodrigo. "Está casi entretejido con todo el concepto de expresión, rebelión y libertad", asiente Gillan, como si de repente viera renacer el espíritu salvaje de la revolución de los acordes potentes de Purple. "Esa enorme energía está muy presente, es inmensa". Donde sigue habiendo "Smoke..." sigue habiendo fuego.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.