Santiago Loza nació en 1971 en una casa católica, criado por una madre muy creyente en la provincia de Córdoba. Creció con la certeza de quien sería en el futuro: un sacerdote. Pero algó sucedió durante su adolescencia, cuando era catequista, que lo hizo dejar de creer. Perdió la fe en la religiosidad para, mucho tiempo después, creer en otras cosas. “Lo artístico tiene que ver con la fe, con ciertas creencias”, me dice con su tonada cordobesa.