Gustavo Ruiz es un artista visual que no tenía ningún vínculo con la masacre de Cromañón hasta el 30 de diciembre del año pasado, cuando decidió comenzar a dibujar los rostros de las víctimas del incendio. Terminó el proceso a comienzos de julio. Este año, cerca del vigésimo aniversario del hecho, compartirá estos retratos en muestras en distintas ciudades del Gran Buenos Aires -de donde eran oriundos los fallecidos-, específicamente en universidades. Su iniciativa va más allá de las ilustraciones. Comprende, además, un libro. Para el final del proyecto, cederá los derechos y entregará los originales para que sean exhibidos en el Espacio de Memoria Cromañón cuando se concrete la expropiación ya reglamentada del local.
"Comencé este trabajo el 30 de diciembre de 2023. Una persona muy cercana es fanática de Don Osvaldo y de Pato Fontanet, y a raíz de eso me comentó que se iba a hacer el recital por Cromañón que se hace todos los años en el Obelisco. Yo no estaba enterado de que se hacía todos los años ni de que era el 19° aniversario. Ahí se me ocurrió que el vigésimo aniversario era un buen motivo para hacer los retratos de todas las víctimas", cuenta Ruiz, en vísperas de la primera muestra en una casa de estudios (inaugura el 1° de agosto en la sede San Miguel de la Universidad Nacional de General Sarmiento).
"Me di cuenta de que no conocía nada de Cromañón, que iba abriendo ventanas a un universo desconocido totalmente. Decidí salir de la vanidad de considerarme el único que no sabía. Me planteé dirigirme a personas como yo. Elegí a las universidades públicas como sede de las muestras por su transversalidad, pensando en personas que no estén necesariamente interesadas en Cromañón o exposiciones de arte, y que puedan ser atravesadas por estas miradas, estas vidas, rostros... interpretaciones plásticas que hice yo. Quiero construir memoria de esta manera. Muchos estudiantes no habían nacido, siquiera, cuando ocurrió la masacre", expresa el artista a Página/12.
En las universidades Arturo Jauretche, la de Lomas de Zamora, la de La Plata, la UNSAM, la de Quilmes y la de Avellaneda se realizarán exposiciones hasta noviembre, en ese orden. En cada espacio, la muestra permanecerá entre 10 y 15 días. En diciembre, familiares de las víctimas y sobrevivientes podrán decidir dónde prefieren hacer el montaje.
No será una muestra documental, el eje es artístico; porque siquiera los retratos llevan el nombre de cada víctima. Estos "ejercicios plásticos", estos 194 dibujos en tinta de 21 x 30 que Ruiz realizó durante siete meses en su casa, su trabajo y la casa de su pareja surgieron de un "archivo único": la bandera que contiene las fotos de quienes murieron en el incendio. "No sé cuántos miles de fotos existen sobre mí. Pero de estos pibes las únicas que existían eran de cámaras analógicas, refotografiadas en forma casera para ser impresas en la bandera, que a su vez fue fotografiada, cargada a Facebook, descargada en mi teléfono, y eso lo reinterpreté para hacer un retrato", detalla Ruiz acerca del proceso. "Debido a la calidad fotográfica hice mucha interpretación, porque hay imágenes absolutamente borrosas, en movimiento, lo que me permitió jugar más estéticamente, pero respetando siempre la literalidad de los rostros. Jugué con el entorno, la ropa, el pelo, los peinados. Trabajé con manchas, aguados y plenos."
"Hay siete víctimas cuyas familias nunca aportaron la fotografía. Esos siete retratos están reemplazados por imágenes de la cultura del rock de principios de los 2000", precisa. Durante todo este tiempo, el dibujante pensó en los cánones de belleza de aquella época -"no había piercings ni tatuajes en el rostro"-, pero también en los "cánones afectivos", es decir, los factores que determinan que una familia elija tal o cual imagen para recordar a un ser querido. Se encontró, por ejemplo, con muchos retratos de cumpleaños de 15 de las chicas. "Tienen peinados elaborados, cosa que las distingue totalmente del resto del universo de fotos, porque no había cuidados en las cabelleras, peinados elaborados como ahora. Todos los cánones de belleza contemporáneos están atravesados por el uso de la fotografía digital", contrasta.
Llama a esta idea que tuvo "Proyecto Cromañón" porque consta de distintas etapas. Siempre estuvo en contacto con un conjunto de asociaciones -No Nos Cuenten Cromañón, Movimiento Cromañón, Coordinadora Cromañón, El Camino Es Cultural, Cromañón También Nos Enseñó y Familias por la Vida-. La joven fotógrafa Camila Romero Venanzi fue clave para digitalizar los dibujos, que quedaron en un Drive y fueron enseguida compartidos con las agrupaciones para que los usaran libremente. Ahora arranca la etapa de las exposiciones. Además el artista, reunió estos trabajos en un libro de 200 páginas, titulado Cromañón 20 años 194 retratos. La etapa final implica la cesión total de derechos y la entrega definitiva de los originales para que sean exhibidos en el Espacio de Memoria Cromañón cuando se concrete la expropiación del local, aún en manos de Rafael Levy.
"Me voy a desprender por completo de mi obra. Pasará a ser pública", dice Ruiz sobre esta decisión. "La reciprocidad que recibí en estos meses de parte de familiares y sobrevivientes me conmovía, me dejaba seguir", añade. Recuerda los agradecimientos y el abrazo de una mamá que lloró al ver los dibujos.
Ruiz vive en Boulogne, pero nació en La Plata, donde estudió en la Facultad de Bellas Artes. También se formó en el Instituto de Diseño Teatral Saulo Benavente. Desde 1997 integra el plantel del Taller de Escenografía del Teatro Colón. Es autodidacta en pintura. Su trabajo fue expuesto en distintos salones. "No tengo éxito en lo que es arte de galería, ningún premio ganado. No me conoce nadie en el ambiente. Pero en el arte popular realmente siempre me fue bien. Me siento valorado y querido. De Maradona vendí 40 cuadros en Argentina y uno en Francia. Sobre el tango expuse en distintas ciudades. Ahora que haya personas que se conmueven, como los familiares, por un retrato hecho en tinta, es la mayor retribución", concluye.