La sombra del comandante - 7 puntos

(The Commandant's Shadow; EE.UU./Reino Unido/Israel/Alemania/Polonia, 2024)

Dirección y guion: Daniela Volker.

Duración: 103 minutos.

Disponible en Max.

A comienzos de este año el estreno de Zona de interés, el largometraje de Jonathan Glazer basado en la novela de Martin Amis, permitió acercarse, desde el más estricto terreno de la ficción, a la vida privada de Rudolf Höss, comandante de las Schutzstaffel a cargo de las operaciones en el campo de concentración de Auschwitz, como así también la de su esposa, hijos e hijas. El hecho de que la bonita casa con jardín y pileta de los Hoss fuera literalmente lindera con el centro de exterminio permite desde luego varias reflexiones sobre el horror como elemento cotidiano, y Glazer aprovecha ese dato de la vida real para jugar con el fuera de campo –eso que ocurre allí, a apenas algunos metros de distancia, pero nunca se ve–, dispositivo narrativo central de su acercamiento a la historia. 

El documental de la realizadora Daniela Volker, producción de HBO que desde esta semana puede verse en la plataforma de streaming Max, dista mucho de la experimentación formal de Zona de interés, acercándose al Rudolf Höss real a partir de tres de sus descendientes –un hijo, una hija y un nieto– además de una sobreviviente de Auschwitz.

En la primera escena de La sombra del comandante Kai Höss, nieto del criminal de guerra, un hombre de mediana edad afincado en los Estados Unidos y activo en la iglesia en la cual predica la fe cristiana, camina junto a su padre, Hans Jürgen Höss, en un paisaje desértico que rápidamente se revela como territorio israelí. Además de acompañarlos durante varios viajes a uno y otro lado del océano, Volker los entrevista individualmente. 

Durante esas conversaciones queda claro que el nieto tiene pocos pelos en la lengua a la hora de afirmar que su abuelo era un monstruo y que, sí, lo odia. El hijo, en tanto, refleja en sus palabras una lucha interna entre el recuerdo de infancia, el de un padre cariñoso cuya mayor preocupación era el bien de su familia, y ese comandante encargado de ejecutar fríamente a miles de prisioneros por día. Una voz en off lee fragmentos de la autobiografía escrita por Rudolph Hoss antes de morir en la horca, en la Polonia liberada de 1947.

Del otro lado del Atlántico Anita Lasker-Wallfisch, una anciana de 97 años, fumadora empedernida cuya mayor desilusión es la de ya no poder renovar su licencia de conducir, recuerda que, a diferencia de sus padres, ella logró sobrevivir al infierno de Auschwitz por una razón concreta: su talento para sacarle música al violonchelo, lo cual le permitió formar parte de la banda femenina del campo. De los horrores se acuerda muy bien, y el humor afilado, a veces algo chocante, parece ser una de las armas con las cuales combatió el trauma a lo largo de las décadas. Su hija es una psicóloga que ha decidido mudarse a Alemania, el país en el cual debería haber nacido, según expresa en un diálogo con la madre, vínculo que parece haber atravesado épocas turbulentas. “Yo no fui la mejor mamá, pero tenía que salir a trabajar para traer el pan a la mesa”.

La sombra del comandante alterna esas historias traumáticas, de padres, madres e hijos enfrentados de diversas maneras al pasado y al presente, pero es en el último tercio donde ofrece sus armas más poderosas. Sin cargar las tintas ni volcarse al amarillismo, Volker registra el encuentro de Hans Jürgen con su hermana, a quien no veía desde hace décadas, como así también la visita de los Höss y de la hija de Anita al Museo de Auschwitz-Birkenau, una primera vez dolorosa para todos. Más tarde, estará presente con la cámara durante el encuentro de la sobreviviente con el hijo de Rudolph Höss, instancia incómoda pero eventualmente satisfactoria. “Lo importante es que recordemos y hablemos de lo que pasó”, dice –palabras más, palabras menos– Anita, consciente de que aquello que ocurrió hace ochenta años, condición humana de por medio, podría perfectamente volver a ocurrir en cualquier momento.