Doménico Cosenza ubica que la adolescencia se caracteriza por ser un “periodo de crisis” en el que se impone para el joven una condición traumática. Este aspecto se conecta con la emergencia de la dimensión pulsional, más allá de la voluntad y de la biología, siendo convocado a dar una respuesta a esta irrupción.

Para Cosenza no se puede entender qué les sucede a los jóvenes si no se introduce lo que “lo real de la pulsión" produce en el cuerpo. Se constata un cambio en el funcionamiento pulsional, que va más allá del deseo. El adolescente hace la experiencia radical de estar habitado por un empuje que no controla, en el que no es amo de su cuerpo y que tiene un efecto en lo real libidinal corporal.

La crisis se presenta a su vez con una puesta en cuestión de la identidad y de los ideales que se tenían en la niñez. Al revelarse este empuje, se produce una fractura a nivel del lenguaje para nombrar lo que le sucede y poder separarse del Otro familiar. Es la primera vez que el sujeto se confronta a cuestiones fundamentales alrededor del sentido de la vida, el deseo, el estudio, el trabajo, la orientación sexual. Es un momento clave, no puede hallar en el Otro una respuesta que pueda funcionar como la garantía de lo que decide ni como punto de orientación de su deseo.

A continuación, Cosenza señala que J. Lacan da una indicación muy importante en el Prefacio a El Despertar de la Primavera. Allí ubica un primer tiempo en el cual el sujeto vive la ilusión de que la "relación sexual" pueda existir. Un pasaje que permite, en el mejor de los casos, la construcción de un velo fantasmático necesario para disponer de una brújula para enfrentar la experiencia, a partir de que somos seres hablantes, de que no hay un encuentro armónico con el Otro.

*Socia Sede de Málaga. Fragmento de la reseña publicada en Blog de la ELP – Escuela Lacaniana de psicoanálisis. 15/7/24.