El revival noventista/menemista de Javier Milei crece con el correr de las horas. Los últimos movimientos del presidente -SIDE con multimillonarios fondos reservados y la farandularización de la política, con la visita al Colón- son apenas otra reivindicación explícita de los manejos de Carlos Menem. Ahora también se apresta a sumar al menú un elemento indigesto para muchos trabajadores de ese entonces: los tickets canasta. Según circuló en algunas notas el ministro Federico Sturzenegger tenía en carpeta una batería de medidas draconianas como la jornada laboral de doce horas, la suba de la edad jubilatoria a los 75 años y el sistema de vales, popularmente conocido como tickets canasta.
La información la desmintió el propio Sturzenegger, quien se hizo de una nota de El Destape para decir que no estaba en mente la incorporación de vales. Mariano Martín, cronista que escribió el artículo, le contestó que desde el propio Gobierno dejaron circular la información.
Los tickets canasta nacieron en 1989 para, se adujo, evitar los azotes de la hiperinflación. Eran los albores del uno a uno cuando se sistematizó su implementación por parte de Domingo Cavallo, el "mejor ministro de Economía de la historia argentina", según Milei. Aunque el Presidente ahora quiera agrandar la figura de Luis Caputo e insite que la corona se la lleva su ministro.
Regreso al señoreaje
El sistema tenía reminiscencias con la forma más primitiva de capitalismo, esto es, el pago en vales por parte de una empresa que, si era gran de y poderosa, podía controlar el canje en sus propias instalaciones, como fue, a fines del siglo XIX, el caso de la producción del salitre en Chile (cuyas condiciones de explotación llevaron a la huelga de 1907 y a la tristemente célebre masacre de la escuela de Santa María de Iquique); o del caucho en Perú por parte de Julio César Arana (su historia es uno de los ejes de El sueño del celta de Mario Vargas Llosa).
Ese modelo de señoreaje (la ganancia por emitir una unidad de cambio con menor valor nominal) tuvo su réplica argentina en La Forestal, la empresa de capitales británicos dedicada a la producción de quebracho en el norte de Santa Fe y el sur de Chaco. A la devastación de millares de hectáreas se sumó la pobreza del campesinado, como relató Gastón Gori en La Forestal. Los vales también fueron la moneda de uso corriente por parte de los estancieros patagónicos, tal cual documentó Osvaldo Bayer en su monumental investigación sobre la huelga y la masacre de obreros de 1921.
Setenta años más tarde, al menemismo no le costó implementar ese sistema, sin tener que temer cualquier atisbo de resistencia: la brutalidad de la dictadura militar y el impacto de la experiencia traumática de la hiperinflación (lo que es lo mismo: el arco que va del Rodrigazo al derrumbe del Plan Primavera) dejaron sus marcas sobre el cuerpo social.
Un negocio para unos pocos
Así como las jubilaciones privatizadas significaron un pingüe negocio para las AFJP, los tickets canasta lo fueron para las empresas dedicadas a su emisión. Sus ganancias se diversificaban de varios modos. Primero, a través de la venta de los tickets, lo cual redundaba en entre un dos y un seis por ciento del total que se adquiría. En segunda instancia, cuando el comercio que los recibía procedía a canjearlos por efectivo, las empresas retenían entre el 1,5 y el seis por ciento. Y por si fuera poco, el cash generado iba al deporte favorito del empresariado argentino en el último medio siglo: la tasa de interés.
La propia cámara empresaria que agrupó a las empresas dedicadas a tickets canasta reveló que había ganancias anuales de hasta casi 400 millones de pesos. Cifra equivalente en dólares hasta enero de 2002. Lo cual no quita que el negocio siguió siendo muy rendidor hasta su fin en 2007, cuando el dólar apenas superaba los tres pesos.
Se calcula que casi un millón y medio de trabajadores percibió parte de sus salarios con este sistema, que quitaba poder adquisitivo y permitía un negocio fenomenal para un tercero.
El Centro de Estudios Para el Desarrollo Argentino (CENDA), un grupo creado a comienzos de siglo por un joven economista llamado Axel Kicillof, le dedicó un informe a los tickets canasta a fines de 2007, cuando el ocaso de los vales, y destacó que el objetivo de su implementación era "reducir el costo laboral total".
Conviene desglosar la cuestión tributaria. Los vales alimentarios no tenían descuentos por aportes previsionales y había un aporte patronal del 14 por ciento que iba a las asignaciones familiares. De ahí el ahorro de las empresas al abaratar el costo laboral, lo cual justificaba el margen para pagar hasta un seis por ciento a las empresas emisoras. La consecuencia fue el desfinanciamiento de la seguridad social, con pérdidas anuales superiores a los 600 millones de pesos.
"Los trabajadores no percibían los tickets durante licencias por enfermedad, por accidente, ni durante las vacaciones, no cobraban aguinaldo sobre tickets, y en caso de tener derecho a percibir una indemnización (ya sea por despido o por incapacidad) en su cálculo no se tomaba en consideración el valor de los tickets. Además, su valor no se computaba tampoco para el pago de adicionales ni horas extraordinarias". Esto lo escribió Héctor Recalde en PáginaI12 en 2015, cuando tras la victoria de Mauricio Recalde recordó que el PRO había votado en contra de la eliminación de los vales.
Bicicleta, Pick-Up o Mercedes Benz
2007 fue el año del fin de los tickets canasta. El diputado Recalde presentó un proyecto de ley para su eliminación. A fines de año, y antes de que el Parlamento terminara con ese sistema, estalló un escándalo por un intento de coima para cajonear el proyecto.
Mariano Recalde, hijo de Héctor, era asesor de la comisión de Legislación del Trabajo que presidía su padre. Fue tanteado por dos directivos de la firma más importante entre las emisoras de Ticket Canasta, llamados Miguel Gutiérrez Guido Spano y Santiago Lynch. Según los Recalde, hubo un ofrecimiento de hasta 20 millones de dólares para no terminar con un negocio que entonces implicaba la emisión de 4 mil millones de pesos al año en vales. Para refrendar la denuncia, se aportó la grabación de una cámara oculta.
De acuerdo a Mariano Recalde, había tres opciones de parte de los emisarios. "Me dicen que tenían tres propuestas, una bicicleta para cajonear el proyecto, otra pick-up para hacerle modificaciones, y otra Mercedes-Benz, que planteaba la presentación de otro proyecto, que establecía la obligatoriedad de los tickets en todos los sueldos inferiores a los 1500 pesos", relató entonces el futuro senador. Para cada una de las ofertas había distintos momentos.
El Tribunal Oral Federal Nº 2 condenó a Miguel Gutiérrez Guido Spano a la pena de tres años de prisión en suspenso por el delito de cohecho activo. La irrisoria pena se dictó en 2015, ocho años después de la denuncia. Ahora -aunque lo desmintió Struzenegger- podría haber un tiempo de revancha para quienes quisieron evitar el fin de los tickets canasta: ¿habrá Mercedes para los funcionarios que ayuden a implementarlo?