90-60-90: la sola mención de esa cifra provoca en una generación de mujeres estrés post traumático. Algunas de las lectoras serán muy jóvenes, pero cualquiera nacida durante los ‘90 o antes tendrá una violenta reacción pavloviana ante la sola mención de conceptos como Cormillot, colación, galleta de arroz, permitido, horrores que, habiendo atormentado y permeado para siempre la psiquis de varias generaciones de argentinas, parecían desterradas para siempre. ¡Qué inocentes fuimos! No era sino esperable que, tras unos 10 años de reinado, la curvilínea dinastía armenia de las Kardashian sería destronada.

El 2 de noviembre de 2022 el New York Post lanzó un artículo titulado Bye-bye booty: Heroin chic is back (Chau culo: El heroin chic está de regreso). El artículo anunciaba un cambio que se venía evidenciando tanto en las pasarelas de Milán y París de ese año, como en las esferas del jet set internacional. Desde mediados de la década del 2010 al presente, grandes casas de moda habían aceptado incluir a algunas modelos plus size o curvy en sus desfiles. Si bien nombres como el de la galardonada Modelo del Año 2023, Paloma Elssesser, lograron aparecer en las portadas de Vogue y caminaron por las pasarelas de grandes marcas como Fendi, Chanel y McQueen, su presencia en la alta costura sigue siendo una anomalía.

La reaparición del heroin chic empezó a vislumbrarse en macabras señales como el retorno del satánico tiro bajo y otras tendencias de cuestionable gusto dosmiloso. Luego, un abrupto cambio empezó a darse en las celebridades más conocidas de la galaxia Hollywoodense: varios tabloides empezaron a notar que muchas de las abanderadas de la tendencia curvy habían “revertido” sus BBLs (implantes de glúteos). Muchas famosas empezaron a sacarse los cachetes de la cara con un siniestro invento, la bichectomía: una cirugía estética que consiste en reducir las bolsas de grasa bucal para darle más definición a la cara.

Dos iconos: Kate Moss y Naomi Campbell

Taxonomía del Heroin Chic

Pero, ¿a qué nos referimos con el Heroin Chic? Esta fue una estética surgida en la década del ‘90 en las sórdidas cloacas de los clubes londinenses. Estéticamente se asoció con un look punk, desalineado, delgadez extrema, palidez, un smokey-eye corrido post boliche, ojeras, y una apariencia crónicamente insomne. Así como poetas como Byron y Keats romantizaron la tuberculosis en la época victoriana por el efecto frágil y demacrado que provocaba en sus víctimas, el heroin chic asimismo fetichizaba la apariencia enfermiza producto del consumo de las drogas pesadas, de aquí su nombre.

Acompañado de una ideología que idealizaba los excesos (la famosa tríada sexo, drogas y rock and roll), esta tendencia catapultó a la cima indiscutida del modelaje a la icónica Kate Moss, quien acuñó la polémica frase “nada sabe tan bien como sentirse flaca”. Tanto ella como otras modelos se veían frecuentemente acompañadas de rockeros. El turbulento romance que mantuvo Moss con el músico Pete Doherty plagaba las tapas de revistas y tabloides. Gia Carangi, Kate y Naomi Campbell, entre otras, se volvieron íconos de una generación de modelos volcadas abiertamente a las adicciones: el emblemático cigarrillo era el accesorio infaltable en las manos de las modelos, dándoles el justo toque de rebeldía y sordidez.

Las críticas por la glamorización del abuso de drogas tomaron un cariz político cuando el mismo Bill Clinton se refirió a esta problemática en 1997. El entonces presidente estadounidense responsabilizó, en un discurso en la Casa Blanca, a la industria de la moda por promover imágenes que fomentaban el consumo de heroína en los jóvenes. Mucho más tarde, ya por los 2010 en adelante, la imposición de ciertos estándares “éticos” en la industria de la moda se convertiría no solo en una prerrogativa sino en una tendencia en sí misma.

Los 90's están volviendo más que nunca, y en todo sentido

A este reclamo por mayor responsabilidad ética se sumó en estos años un activismo por incluir una mayor diversidad de cuerpos, cuyo emblema fue tal vez la inmensa influencia de Kim Kardashian. A la par de cuerpos con más curvas el discurso dominante promovía una nueva puesta en valor de lo saludable: las “superfoods” y el "skincare” se incorporaron al recetario aspiracional de una nueva generación de influencers wellness. Fumar y trasnochar fueron reemplazados por correr y meditar. El nuevo ideal estético era una figura de reloj de arena tan inalcanzable como el cuerpo raquítico de la década anterior. Pero natural o no, llevó a una mayor apertura respecto a los tipos de cuerpos “habilitados” a habitar los medios de comunicación masiva.

Pero, aquellos que pensaran que la puesta en valor del culo, la grasa y las curvas era una reivindicación genuina de la diversidad deben sentirse bastante ingenuos. Sorpresa: ¡era solo otra tendencia! Es sabido a estas alturas que cualquier intento de avance social es deglutido rápidamente por la maquinaria inagotable del mercado: desde el intento de “aceptar” un rollo hasta el pelo en las axilas será rápidamente usado para vender tampones.

Pero el capitalismo no solo ofrece aspiraciones inalcanzables sino también soluciones: donde hay una necesidad nace un derecho, donde hay un deseo nace un producto, hete aquí la respuesta a nuestras plegarias: el Ozempic. Creada originalmente como droga para tratar la diabetes tipo 2, la semaglutida, comercializada bajo el nombre Ozempic, es un fármaco que está haciendo adelgazar de forma repentina e infalible a los ricos y famosos. Esta droga, aprobada para uso médico en 2017, se convirtió en la joya de la corona de la empresa danesa Novo Nordisk y generó 21 mil millones de dólares en ventas solo en 2023. El boom de Ozempic llevó a Novo Nordisk a convertirse en la corporación más grande de la Unión Europea, valuada en medio billón de dólares. Esta droga, que generó una revolución farmacéutica no vista desde la aparición del Viagra, no solo está cambiando para siempre el panorama de la industria de la dieta sino facilitando el regreso del vaticinado heroin chic.

¿Cómo resistimos? ¿No hay alternativa?

Pareciera ser que cada vez que llegamos a la meta esta se corre de nuevo. Irónicamente el movimiento body positive llevó a una enorme alza en los procedimientos estéticos y hasta puede atribuirse personalmente a Kim Kardashian la emergencia de nuevas tendencias en la cirugía plástica: fillers de ácido hialurónico y sobre todo el infame BBL ―de acuerdo a la International Society of Aesthetic Plastic Surgery entre 2016 y 2020 hubo un incremento de este procedimiento del 19,3% a pesar de que este procedimiento tiene una altísima tasa de mortalidad comparado con otras cirugías―.

Para las celebridades revertir sus BBL, disolverse los rellenos de hialurónico o someterse al último procedimiento estético de moda de acuerdo a cada cambio de tendencia puede ser meramente un trámite ligeramente incómodo. Pero para el resto de la humanidad, adaptarse a los nuevos mandatos corporales no es tan simple como reemplazar un chupín por un jean oversize con cada cambio de década. Triste es admitir que, así como dictaba el discurso dado por la incisiva pero sabia Miranda en El diablo viste a la moda, muchas de las decisiones tomadas por la industria terminan teniendo un efecto derrame que afecta incluso nuestra capacidad de acceder a ropa de nuestro talle, oportunidades laborales o ser atendidos correctamente por un profesional médico.

Sin embargo, tenemos más herramientas que antes para luchar contra esta bajada de línea estética. Si bien los conglomerados mediáticos tienen una vasta influencia para imponer tendencias y revistas de moda como Vogue, Glamour, Elle, GQ y más siguen teniendo prestigio global, los medios se han democratizado enormemente desde los años ‘90. Hoy en día, las redes han ampliado la creación y difusión de tendencias nuevas aunque esto también cree sus propias complicaciones. Diversos estudios han mostrado que los trastornos de la conducta alimentaria tuvieron una exponencial alza durante la pandemia, particularmente entre adolescentes. A pesar de bloquear referencias que puedan aludir a la cultura de la dieta y promover los TCAs (trastornos de la conducta alimentaria). Por ejemplo el hashtag thinspo (thin/inspiration o corto para inspiración flaca qué como en un día y otros fueron baneados de tiktok y redirigidos a páginas de información sobre salud mental) tanto esta red como instagram siguen de formas más o menos sutiles promoviendo ideales de belleza inalcanzables y proponen rutinas y hábitos que fomentan todo tipo de desórdenes.

Romper los límites: siempre se puede un poco más. Las portadas del momento con las adicciones de Kate.


Resistiendo con aguante: digámosle NO al tiro bajo

El activismo por la ley de talles fue una lucha colectiva que llevó a nuestros representantes políticos y a la industria textil Argentina a dar respuesta a un postergado reclamo por inclusión. Los consumidores hoy en día tienen más voz y voto en el mercado. Este es cada día más diverso y la retroalimentación entre la “calle,” las redes, la industria y lo editorial es mucho más fluida.

Existe una noción muy extendida de que el mundo de la moda es un reducto elitista en el que un grupo de iluminados decisores en términos de estilo crea prendas para pocos privilegiados. El resto del mundo no puede sino correr detrás de las tendencias en actos miméticos llegando siempre tarde a "estar a la moda". Pero lejos de esto, la moda que emerge de las calles cada día más se impone contra los caprichos de las pasarelas. Por más que el mercado insista en deglutirnos como maniquíes sin otra agencia más que la de consumir, nuestros cuerpos no son una tendencia, ni un conjunto de partes aisladas que deben ser modificadas a gusto y piacere desde la redacción de una revista en una ciudad europea.

Pero esta nueva reformulación del heroin chic no solo fomenta irresponsablemente los trastornos de la conducta alimentaria, sino que ni siquiera conserva la disrupción o la rebeldía del movimiento original. Al mirar fotos de Kate Moss y Naomi Campbell en fiestas con Bowie y los Stones contrapuestas con las que muestran en Instagram las celebridades actuales no queda sino notar que tal vez la delgadez no era el quid de la cuestión. Todos son flacos, ricos y exitosos pero el after party de la Met Gala parece más desabrido que una reunión de consorcio. Las instantáneas de fin de milenio plagadas de cenizas de cigarrillo, dientes sin blanquear y maquillaje corrido contrastan fuertemente con un mundo actual donde la curaduría es total. El analógico encanto de las fiestas de los ‘90 despliega un goce ausente en la sociedad de la hipervigilancia actual en la que ya no existe el lugar para la transgresión. La figura enfermiza del heroin chic era consecuencia del sórdido pero irreverente estilo de vida de sus protagonistas mientras que la delgadez actual es solo un producto más para ser agregado al carrito: se puede comprar en la farmacia más cercana. El Ozempic Chic es el signo de época de una sociedad marcada por el disciplinamiento.