Ciento veinte femicidios fueron registrados por el Observatorio “Ahora que Sí nos Ven” cuando Néstor Damián Aguilar Soto confesó que había matado a su amiga Catalina Gutiérrez, una influencer y estudiante de arquitectura de la Ciudad de Córdoba. Su padre, Marcelo Gutiérrez , completamente desgarrado dijo que lo que había pasado a su hija de 21 años era “terrorífico”: “Uno se cuida de que no le peguen un tiro en la calle por el celular o el auto y resulta que lo que le pasó a ella fue en un círculo”, dijo. 

Hay un relato que desde el gobierno nacional viene siendo bastante insistente: la falsa dicotomía entre la violencia “en general” y la violencia de género, en donde la primera sería válida y la segunda no. ¿Por qué Damián Soto estranguló a su amiga y compañera de facultad -​​la causa de muerte según la autopsia preliminar fue asfixia por estrangulamiento- y luego intentó deshacerse del cuerpo? ¿Qué implica desplazar las políticas de prevención de la violencia por razones de género para -supuestamente- abordar una violencia más genérica?

"Es muy injusto solo hablar de este episodio cuando la violencia es más abarcativo que simplemente una cuestión contra un determinado colectivo y hay muchas mujeres y hombres que lo sufren y no puede seguir pasando”, decía Manuel Adorni respecto a la masacre de Barracas hace dos meses. La aseveración del vocero presidencial es en pos de borrar las características específicas que tienen los crímenes por razones de género y llevarlos a un terreno en donde esas especificidades no existen.

Agostina Chuburu es abogada del Estudio Jurídico Juana Azurduy en Córdoba y señala un dato importante en relación al tipo de repercusión que tiene el caso de Catalina a nivel local: “Acá en la provincia hay un amplio apoyo a la eliminación de políticas públicas para prevenir y abordar la violencia de género, incluso la eliminación del Ministerio de la Mujer Género y Diversidad de la Nación. El discurso de que con el feminismo teníamos todo lleno de ñoquis es casi diario y en ámbitos muy diversos” explica. Asegura que esta semana en Córdoba no se habla de otra cosa: “Es una angustia de todo el mundo, que pide justicia y que seguramente tiene más adhesión porque Catalina es una chica de clase media, blanca y todo eso que ya se sabe, pero incluso así parece que la misma gente que pide que se desmantelen las políticas de género es la misma que de pronto abre los ojos y se da cuenta de que esto pasa por algo” dice en diálogo con Las12.

El desmantelamiento total de las políticas de prevención y acompañamiento en situaciones de violencia de género llevadas adelante desde el gobierno nacional no solo aumentan el riesgo para mujeres y disidencias sino que apunta a probar que la violencia de género “no existe”, con lo cual no son necesarias las políticas para prevenirla: “La violencia por razones de género existe, las estadísticas son alarmantes y más allá que la gestión del poder ejecutivo las niegue, el Estado tiene obligación y responsabilidad legal a nivel nacional e internacional de ocuparse del tema” dice Agostina Chuburu.

¿Qué pasa en Córdoba?

“A nivel provincial, en Córdoba, el Ministerio de la Mujer pasó a ser Secretaría y por ende existe una rebaja en el presupuesto. Quienes trabajan en el Polo de la Mujer están a un nivel máximo de precarización, hay más de 8 horas de espera para poder hacer una denuncia” dice Giselle Videla, parte de la organización Akelarre Feminismo Popular. El Polo de la Mujer es un programa creado por el Poder Ejecutivo en 2016, funciona 24 horas y asiste, da acompañamiento psicológico, legal y médico a mujeres y disidencias que están o que pasaron por situaciones de violencia de género.

Giselle Videla explica que frente a los recortes descarnados quienes absorben el trabajo son activistas feministas que terminan haciendo el trabajo que debería hacer el Estado y agrega un punto de vista sobre el contexto: “Creo que tenemos que poder hacer una relación entre la situación de hambre, de falta de comida, con las situaciones de violencia de género, me refiero a que si siempre la violencia económica fue una traba para muchas personas en situación de violencia de poder escapar de vínculos violentos. Hoy más que una traba es una muralla, sobre todo en los territorios, en los barrios populares, se está pensando en cómo comer, algo tan básico que muchas veces aleja a las personas de poder reconocer las violencias o hacer lo necesario para salir de esas situaciones. Por eso me parece tan peligroso todo el contexto” dice.

Chuburu subraya el recorrido que tiene la provincia en atender estos temas, en principio tiene una Ley de Violencia Familiar promulgada en 2006 y políticas integrales para el abordaje de las violencias hacia las mujeres que llevó mucho tiempo instalar: “El Polo de la Mujer fue muy cuestionado apenas se creó, lo que se decía es que se iban a desviar fondos y no se iba a abordar la problemática. Y eso no sucedió, llevó un tiempo como todo que lograra funcionar, sea conocido, etc. Además se creó el Centro Integral de Varones: un varón que tiene una denuncia por violencia es enviado de oficio a un acompañamiento psicológico. Entre 2019 y 2023 asistieron más de 9.500 varones de los que casi 7.000 recibieron directamente ahí, asistencia grupal o individual. Los otros 2500 fueron derivados a otras instituciones por otras cuestiones, por ejemplo que además de ejercer violencia tenga problemas de consumo” explica.

El crimen de Catalina Gutiérrez logra conmover a una parte de la sociedad cordobesa que no habla de otra cosa: Catalina era una chica de clase media que iba a la facultad y que también era influencer ¿cómo pudo pasar esto? Una pregunta recurrente a la que resulta muy difícil no vincular con lo imprescindibles qué son las políticas de prevención. Según Chuburu, en este sentido hay que prestarle mucha atención a la Educación Sexual Integral: “Hay discursos que habilitan la violencia y demonizan todo lo que tenga que ver con las políticas en relación a las cuestiones de género, entonces si no profundizamos en una educación sexual integral no podemos esperar que la sociedad piense de otra manera, no podemos esperar que la sociedad actúe de otra manera, sino creo que las situaciones de violencia van a ir creciendo”.

Las estadísticas hablan por si mismas: en los primeros seis meses de 2024 hubo 120 femicidios, el 40 por ciento cometido por la pareja de la víctima. 

Cuando el padre de Catalina dice “uno no espera que esto pase en el círculo” da cuenta del largo camino que queda por delante. El mes pasado el Observatorio también dio un dato que suma a la discusión: de todos los femicidios ocurridos en 2024 solamente en el 1 por ciento de los casos la víctima no conocía al agresor. Entonces desmantelar las políticas de prevención y acompañamiento en nombre de la inexistencia de una violencia por razones de género no hace más que profundizar un problema al que cada vez habría que prestarle más atención para que deje de pasar.