Se cree que una copa de vino al día es “saludable” e, incluso, que “alarga la vida”. Durante años, la comunidad científica y médica ha discutido en torno a este sentido común instalado en la sociedad: de un lado, los promotores de esta idea concentran sus argumentos en la mejora del sistema cardiovascular, mientras que los detractores apuntan que, en rigor de verdad, no existe un nivel de consumo de alcohol seguro y los riesgos son superiores a los beneficios. A esta controversia, científicos de la Universidad de Victoria (Canadá) agregan un nuevo capítulo, a partir de una investigación publicada en la revista Journal of Studies on Alcohol and Drugs.

Se trata de un metaánalisis que revisa las conclusiones a las que arribaron 107 trabajos realizados previamente. Esto es: aportan un análisis a partir de otros análisis para decir que, en la práctica, “beber con moderación no alarga la vida”. Sostienen que los bebedores que se controlan con una copa diaria no tienen un menor riesgo de padecer enfermedades cardíacas en comparación con los abstemios. Bajo esta premisa, los referentes de la publicación destacan que aunque se ha creído, históricamente, que beber con moderación puede “funcionar como un tónico para la salud”, en la práctica no toda la evidencia exhibe un panorama tan positivo. Y subrayan que este tipo de investigaciones que promueven su consumo, en verdad, tienen problemas de diseño y metodología, por lo que podrían estar sesgadas.

Por ejemplo, el trabajo aportado desde la Universidad de Victoria plantea que las investigaciones sobre el consumo moderado de vino suelen basarse en adultos mayores, pero desestiman rangos generacionales más jóvenes. O bien, menciona que los parámetros que se utilizan para indicar la diferencia entre alguien abstemio de alguien que no lo es son borrosos. En ciencias, según en donde se introduzca la tijera al plantear al problema, las conclusiones a las que se arriba pueden ser radicalmente distintas.

Una disputa de largo aliento

En el marco de la disputa, Página 12 dialogó con Adrián Baranchuk, médico cardiólogo y presidente de la Sociedad Interamericana de Cardiología. “Si pensamos a la salud como un todo, es muy difícil saber si una acción es buena o es mala porque eso depende del contexto biológico del paciente. Una cosa es determinar qué es bueno o malo para un joven de 15 años, para un hombre de 50 o para una mujer de 75. Lo que sí está claramente demostrado es el beneficio para el sistema cardiovascular de tomar moderadas dosis de alcohol. Las normas indican dos vasos por día, dejando dos días libres a la semana para hombres, y la mitad para las mujeres”.

Según el especialista, que además cuenta con una prolífica producción científica en centenas de artículos, trae beneficios vinculados a mejorías en la función endotelial, es decir, aquello que recubre a los vasos sanguíneos por dentro; al tiempo que disminuye la placa aterosclerótica y la progresión de la enfermedad coronaria.

De acuerdo a la contribución liderada por Tim Stockwell, el investigador principal, pareciera como si las personas que beben “fueran mucho más sanas”, aunque “las apariencias engañan”. En su artículo, dividen los estudios de “mayor” y “menor” calidad. Mientras los primeros se caracterizaban por incluir a personas relativamente jóvenes al comienzo (menos de 55 años), y se aseguraba que los bebedores antiguos y ocasionales no fueran rotulados con la etiqueta de abstemios cuando no lo eran; los segundos, precisamente, eran los que, desde la perspectiva del equipo de Stockwell, vinculaban el consumo moderado de vino con “una vida más larga”.

Para Baranchuk, a menudo se confunde la calidad de los trabajos con la ausencia de los estudios randomizados. “No los hay por el conflicto de las multivariables". Y ejemplifica: “Puedo armar dos grupos, uno en el que están los que no toman nada y otro en el que están los que toman de manera moderada, pero es muy difícil que en ambos los pacientes sean del mismo sexo, tengan la misma edad, la misma presión arterial o el mismo nivel de colesterol. Son cosas que influyen a la mortalidad total y pueden terminar influyendo a favor o en contra de una hipótesis”.

Ni blanco ni negro

La pregunta que se desprende, entonces, es la siguiente: si el alcohol es tan bueno para sus promotores, ¿por qué no es recetado a todos y todas? Baranchuk se anima y responde: “Porque los riesgos que acarrea su consumo no lo transforman en una medicina, sino en una sustancia social. Compararlo con una droga no tiene ningún sentido médico”. Si el paciente no bebe, entonces, la recomendación es que no comience a hacerlo en función de los beneficios cardiovasculares porque también hay riesgos asociados notables. “Aumenta el riesgo de cáncer en el tracto digestivo y de fibrilación auricular, que incrementa el riesgo de accidentes cerebrovasculares”, cita Baranchuk.

Según los datos provistos por la Organización Mundial de la Salud, tomar bebidas alcohólicas significa un verdadero problema para los gobiernos de todo el mundo. Cada año se producen tres millones de muertes debido al consumo nocivo de alcohol (un 5,3 por ciento de todas las defunciones) que, como si no fuera suficiente, implica un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos.

Es tarea de la ciencia discutir con la evidencia a mano, con el objetivo de desmontar sentidos comunes instalados. Como toda controversia, la del consumo moderado de vino no acepta un planteo de corte dicotómico porque como todo problema complejo, requiere de respuestas complejas.

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