El caso Loan Peña dejó al descubierto la impunidad del sistema judicial de Corrientes, al revelarse pistas falsas, contradicciones en testimoniales y hasta la filtración de una cámara Gessell. Y en medio de ese hervidero, Violeta Yegros denunció pública y judicialmente a Manuel Valdés, padre del gobernador de Corrientes, por abuso sexual, otro hecho que da cuenta de que la corrupción y la falta de justicia es moneda corriente desde hace décadas. Su relato a Página/12 es desgarrador: Violeta denuncia que, desde que tenía solo 14 años, fue víctima de abusos sistemáticos por parte de Manolo, como se conoce al primogénito de Gustavo Valdés. La violencia contra ella se habría prolongado durante casi una década. Ahora dice estar escondida por medio a represalias
Violeta es oriunda de Ituzaingó, un pequeño y pintoresco pueblo en el norte de Corrientes. Su caso cobró transcendencia porque se presentó en una de las marchas en demanda de justicia por Loan Peña, el niño desaparecido hace un mes y medio en la misma provincia. En medio de la manifestación, Violeta rompió el silencio y denunció: "El padre del gobernador de Corrientes abusó siempre de mí y nunca se hizo cargo de su hijo". Sus palabras, cargadas de dolor y frustración, resonaron con fuerza, reflejando la desesperanza de una mujer que busca justicia ante años de impunidad. En su intervención ante las cámaras de C5N, Violeta explicó la angustia que la motivó a hacer la denuncia pública: “Vivo a 300 km y me vine a dedo con mi hijo, porque esta es mi única oportunidad para que alguien me escuche”.
Su valentía en medio de la adversidad destaca el grave desamparo en el que se encuentra. La denuncia es un grito de desesperación ante la falta de acción de las autoridades y la indiferencia que enfrenta hace años.
Su situación tras la acusación es compleja: “Estoy escondida ahora, tuve que dejar mi casa donde vivía con mis hijos y esconderme en otro lado”, comentó a Página/12.
La historia de Violeta no solo expone el grave problema de abuso y corrupción en Corrientes, sino que también pone de relieve las fallas del sistema judicial. La falta de respuesta efectiva y la protección insuficiente a las víctimas de abuso sexual son una constante.
El abuso en primera persona
“Lo conocí en el pueblo; éramos vecinos”, comenzó a relatar Violeta. Ella y su familia vivían frente a la casa de Manolo, quien en ese entonces era intendente de Ituzaingó. “Él abusaba de mí al menos una vez por semana. Cada vez que lo hacía, me daba una pastilla para que no quedara embarazada, la cual sacaba de un botiquín en su cocina”, precisó.
Violeta recuerda con angustia el temor constante que sentía ante el hostigamiento de un hombre que le llevaba más de 50 años. “Él me vigilaba cada vez que salía de casa. Tenía una camioneta Ford 100 azul con la que me seguía y me decía: ‘¿Sabes quién soy yo?’. Esos recordatorios eran para intimidarme y evitar que lo denunciara”, explicó.
La presión y el miedo la llevaron a varios intento de suicidio a los quince años. “No aguantaba más esa situación. No encontraba a nadie que me ayudara”, confesó.
El calvario continuó cuando Violeta quedó embarazada. “Cuando me enteré de que estaba embarazada, se me vino el mundo abajo. Le conté a él y me dijo: ‘¿Cómo que estás embarazada si yo te doy la pastilla? ¿Me estás queriendo estafar?’, me acusó de querer dinero. Me dijo que las mujeres siempre buscan plata”, detalló.
El abuso persistió durante el embarazo. “Me dejó sola. A veces necesitaba dinero para una ecografía, y si quería que él me ayudara a pagarla, tenía que pasar por sus manos. Y me volvía a abusar. Le tenía pánico”, recordó.
La situación empeoró cuando el niño nació con serios problemas de salud. “Mi hijo nació con enfermedades y me dijeron que no iba a poder caminar”, lamentó. Violeta, aún siendo muy joven, se encontró desamparada. “Iba a la sala comunitaria. No sabía qué hacer. Era chica”, reconoció.
El apellido, el ADN y la causa que no se toca
Años después, Violeta conoció a una persona que la cuidó y con la que tuvo otro hijo. El hombre se convirtió en un pilar fundamental para su familia: "El padre de mi hija decidió ponerle su apellido a mi hijo para que tenga su obra social. Gracias a eso, mi hijo pudo recibir tratamiento para sus piernas. Fue un momento difícil, pero él logró empezar a caminar, a pesar de que los médicos decían que era imposible", rememoró Violeta con voz temblorosa.
El destino le arrebató pronto a su pareja. "Él me ayudó a criar a los niños y consiguió una casa en el campo cuando empecé a recibir amenazas. Nos mudamos para vivir en paz, pero lamentablemente, Dios me quitó a ese ángel que salvó a mi hijo", lamentó.
En ese contexto, la mujer reconoció que a la fecha no sabe cuáles fueron las causas de la muerte de su pareja: "Entró para una endoscopia y salió muerto. Muchos de sus estudios desaparecieron y en el hospital se lavaron las manos", denunció.
Violeta se vio obligada a enfrentar la vida en soledad, luchando contra la adversidad y el desprecio. "Me tocó una vida dura: criar sola, luchar sola, ser burlada. A pesar de todo, no me queda otra opción que seguir luchando y esperar algún día ser escuchada", añadió.
El poder y la impunidad
Al quedarse sin apoyo y con dos hijos que mantener, Violeta decidió emprender una batalla judicial para que el padre del niño lo reconociera oficialmente. Sin embargo, la impugnación de la paternidad post mortem y la acción de filiación no avanzaron. "Hice la presentación judicial, pero la causa está estancada desde hace años. El expediente está encajonado en el Juzgado de Familia número 3 de Corrientes", explicó con frustración.
La mujer contó que Valdés le ofreció 25.000 pesos para que se calle. "Mi hijo vive en la pobreza, y aunque trato de darle lo mejor, vivimos en la pobreza", detalló.
"Pedí ayuda en todos los medios de Corrientes, pero me cerraron las puertas. Cuando la jueza me convocaba, yo iba siempre, pero Manolo nunca se presentaba". Así, el caso quedó empantanado: "Ellos ganaban las elecciones y era más difícil, hasta que tomé la decisión ese día, que vi la marcha y dije, esta es mi oportunidad, me lancé. Hice dedo junto a mi hijo para que me escuchen”, sostuvo.
Su historia se entrelaza con el caso de Loan Peña, el niño desaparecido hace más de 40 días, evidenciando un patrón de corrupción y desidia en el sistema judicial local. Violeta se convirtió en un símbolo de la lucha por justicia en un contexto donde las denuncias parecen ser sistemáticamente ignoradas.