Se trata de cerrar los ojos y dejarse llevar, nomás. En cualquier disco, instancia, tiempo o circunstancia en que Al Di Meola empuñe su guitarra para hacerla sonar, los sentidos despiertan. Dejarse llevar sin pretender estridencias ni vaguedades, claro. Es a trazo grueso lo que intenta y encuentra el hombre en Twentyfour, su flamante trabajo discográfico. Tómese el tema que se tome de entre los quince que lo pueblan, lo que subyace es ese mundo pletórico en complejas melodías, combinadas con una técnica y una emocionalidad sencillamente extraordinarias.
Una linda porción de carne tira Di Meola al asador ya en “Fandango”, el tema inicial, porque invita al flamenco, uno de sus géneros matrices, a convivir con el jazz en sabio emparejamiento. Pero a lo largo del viaje de ochenta minutos van apareciendo parajes sonoros laterales que, lejos de restringirse a esa sinergia, abren caminos. El homenaje a su hija Ava -“Ava's Dance in the Moonlight”-, por caso, es uno de los que asume un nervio disímil. El guitarrista parece buscar en él una dramática corrosión que le evite encajar en cualquier casillero estilístico. Misma sensación deviene de una díada emparentada por la percusión (“Tears of Hope” + “Esmeralda”), aunque la primera, mechadita con sutil orquestación, y la segunda, recostada sobre el perfil flamenco en que el guitarrista nacido hace 70 años en Nueva Jersey suele incursionar sistématicamente.
El ensamble de congas, cajón y tablas (Gumbi Ortiz, Gisella Guifra Amit Kavthekar) más la velocidad con sentimiento de la guitarra también dinamiza “Capriccio Suite” –otra pieza de tablas y corazón flamenco-, y “Paradox of Puppets”, buen y remozado reingreso al jazz rock que Di Meola supo cultivar bebiendo en los '70. Ha dicho el músico además, que el trabajo nació en pandemia. Pues el que parece tener más impronta de encierro –y reflexión- parece ser la calma, simple y bella “For Only You”, aunque otras piezas delatan su contexto por contraste. La tensa “Precocious”, por caso. O la trabada y “seria” “Testament 24”.
Casos díscolos -porque siempre los hay-, tres. Uno se llama “Eden”, y lo es por su carácter excepcional: tiene letra, la canta Iván López, y es un tremendo lío, dados sus laberintos métricos. Otro es “Genetik”, cuya esencia modernosa y maquinal también alerta. Y el tercero, por completo, complejo e inquieto, que lleva por nombre “Inmmeasurable”. Clavar la escucha en él –en ella, en verdad, porque se trata de una suite de tres partes salpicadas entre los cuatro lados del vinilo doble- implica una forma más rica aún de acceder al mundo de Di Meola a través de sus exquisitos arreglos orquestales, su profusa instrumentación y aquellos coros exóticos, de alto impacto, que solía incorporar Return To Forever, banda en la que el guitarrista incursionó cuando era una joven promesa. No es raro que la florida tapa de Twentyfour sea similar a la de Musicmagic, aquella gema de Chick Corea y secuaces publicada en 1977.
Twentyfour ocupa el trigésimo quinto lugar en el profuso trayecto discográfico de Al, que empezó allá por 1976 con Land of the Midnight Sun. Y sucede a Across the Universe, llamado igual que el tema de John Lennon –firmado por McCartney, también- porque justamente su propósito fue versionar a The Beatles, que por ellos –dice hombre- toca la guitarra. “Fueron ellos la fuerza que me impulsó a empezar a aprender a tocar la guitarra y tuvieron una fuerte referencia formativa en mí”, ha dicho, como para desmarcar y completar su paleta de influencias.