Se empezó a agitar en estos días el escenario que, en rigor, estuvo siempre acechando a la política de DD. HH. que se construyó en Argentina y que fue admirada en el mundo. La intención de ese ataque tiene una consigna: el olvido, y ese objetivo tiene una ganancia marginal: la impunidad de los genocidas. Pero lo más grave es lo anterior, “el olvido”, porque lo que se trae entre manos, es la segunda muerte de la víctima - de la que habla Benjamin- que consiste en dar vuelta la página, como si nada hubiera pasado.

Ese es el meollo de la cuestión, porque en este contexto postdictatorial, la memoria es el centro de gravedad de nuestro paradigma democrático. “Abre expedientes que el derecho considera archivados” como claramente define el mismo autor. En consecuencia, la memoria lo que hace es mantener viva la injustica del pasado, y es ahí cuando surge señeramente el Nunca Más cuyo contenido es un grito aterrador: Nunca Mas Terrorismo de Estado, no más vuelos de la muerte ni apropiación de bebes ni centros clandestinos de tortura. Atizar la violencia reivindicando a los autores de los crímenes mas aberrantes de la historia, es pasar página y abrir el camino del olvido. No obstante, ciertos hechos "poseen una fuerza en sí mismos: no importa lo que inventen quienes ejercen el poder, son incapaces de descubrir o inventar un sustituto viable (de los hechos)" (Arendt, 1968:259). Lamentablemente para los poderosos que tratan de negar o recrear un pasado incómodo, "los hechos se sustentan por su propia obstinación". En todo caso, estos hechos "trascienden todo acuerdo, pleito, opinión o consentimiento." (cita de Beatriz Manz de La memoria a la reconstrucción histórica).

Hace unos pocos días unos diputados visitaron a los represores condenados por delitos de lesa humanidad en una clara campaña para la impunidad de los crímenes. Y es ahí donde el olvido es el elemento axial para el propósito buscado, porque termina extinguiendo el crimen. Pero, el crimen sobrevive en la memoria colectiva y encontró la respuesta moral en la Justicia. Fue proverbial la reacción de los jueces en leer el hecho como aviso del fuego, porque en rigor no hay forma de soslayar el mensaje negacionista.

Si el crimen genocida es un proyecto de olvido, la negación es parte de la estrategia y, en tal caso, los negacionistas “son buitres que dan vueltas por los campos de la muerte. Se alimentan de lo que queda de los cadáveres”. “Vuelven a los campos de exterminio para completar el crimen” (Donatella Di Cesare). Impedir el negacionismo es la consigna del Nunca Mas

Es deber inexcusable de las agencias institucionales y del pueblo en su conjunto, custodiar el proceso de Memoria, Verdad y Justicia como un coto vedado a cualquier maniobra de desmantelamiento. El insumo elemental de su construcción no fue otro que el dolor de las madres, de las abuelas, de los familiares y de la sociedad toda.

En definitiva, es el mismo e intransferible Nunca Mas del que habla el Papa Francisco, el de la CONADEP, el de Primo Levi cuando cuenta lo que expresaban los sobrevivientes de los campos. Es un imperativo moral, un paradigma social incontrovertible.

El futuro no se construye con impunidad sino con memoria. Esa memoria es la resignificación de las víctimas. Como dice Reyes Mate, o se está con los muertos o por la muerte. Solo con memoria es posible impedir el regreso de la barbarie. De eso se trata.

* Exfiscal de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad