Hay una pregunta que ningún economista puede responder: cómo es que, con una inflación del 4 por ciento, viniendo del 13 que dejó el gobierno anterior, el consumo pasó de crecer siete meses seguidos a caer otros siete meses, con desplome de dos dígitos en las ventas y una recesión brutal que no muestra reacción. Para Luis Caputo, el ministro de Economía, el fenómeno es claro como el agua. El funcionario blanqueó ante empresarios de diferentes rubros, entre ellos el consumo y el campo, que la depresión económica es el regulador innegociable de la baja en los precios. Y que su obsesión por llegar antes de fin de año con un IPC negativo es lo único que evitaría que el presidente Javier Milei lo eche. Su plan, arriesgado y de supervivencia, es una especie de reversión hard de la frase “hay que pasar el invierno”, pronunciada por Álvaro Alsogaray. Hoy, aquella textual mutó en “hay que prolongar el invierno” para que en la planilla los números cierren. 

“No somos socios para mejorarles las ventas”, se sinceró Caputo esta semana, cuando uno de los ceos grandes de los supermercados arrancó una charla con funcionarios contando el derrumbe en las ventas, casi con la intención de encontrar un pulso, una señal. Rápido se dio cuenta que el esfuerzo era en vano. “Todo lo que tenga que corregirse se hará vía la mejora en la macro”, volvió a repetir el ministro y agregó que “sólo en los primeros años de la convertibilidad y el kirchnerismo los números estuvieron ordenados, llevamos 100 años viviendo con déficit fiscal”. El titular de Hacienda tiene en la cabeza que el problema de los precios y los costos se resuelve con esas correcciones, pero los empresarios le dijeron, básicamente, que les preocupan las ventas, que nadie está comprando nada y que la demanda es inelástica a la desaceleración de los precios. Lo que le plantean, básicamente, es que la teoría de que la baja de inflación mejora los ingresos está en los manuales de Economía, pero no aplica en esta coyuntura.

En los equipos de Caputo, entre los que se listan el secretario de Hacienda, Pablo Quirno, el secretario de Industria, Juan Pazo, y los asesores Martín Vauthier y Federico Furiase, la línea es la misma. No hay segundo semestre, mucho menos recuperación en “V”, lo que hay es una obsesión de llegar con deflación a fin de año. “Toto tiene que volver a su vida, a los lugares que recorrió. Y eso lo puede hacer llevándose algo, ese algo es el cero de inflación”, contaron a Página I12 desde su entorno. Es lo que le pidió Milei como tarea única, por eso sus cuadros cercanos ya admiten que “nosotros entendemos que en la economía real mucho no nos tenemos que meter”. Lo que empresarios le plantean al Gobierno es que la desinflación no se ve en el gasto. Si el IPC de julio da más cerca de 3 puntos, ¿cuánto más puede cambiar el escenario si, con el 4 adelante, las ventas no repuntan? El planteo es básico.

La disociación del Gobierno con la economía real es tal que, en una de las reuniones de funcionarios y el campo, en la previa a la muestra Rural de Palermo, Pazo volvió a recomendarles a los empresarios que traigan los dólares “y hagan carry de pesos, ponen esos pesos a tasa y ganan mucha plata”. Le contestaron, muchos de ellos, que “la idea es traer para producir”. No porque no gusten de la especulación, sino porque es nuevo el escenario de un gobierno que pondera, sin eufemismos, las bondades de la timba financiera.

Operación planchar los ingresos

Más allá de los montajes de trolls y tuiteros, en el Gobierno saben que el contexto es el de una recesión que no afloja. En junio, el consumo masivo volvió a caer dos dígitos y en julio repetirá la malaria. Con un extra: ya se está comparando con los mejores meses del 2023, es decir, en la segunda mitad del año se vean caídas peores que las de la primera parte. Esta semana se conocieron cifras de consumo, industria, construcción y hasta adelantos del EMAE de junio, y todos en terreno negativo. Los elaboraron consultoras de diferentes signos políticos, entre ellas Nielsen, Scentia, Orlando Ferreres, Luciano Cohan, Vectorial, PXQ y Equilibra, entre otras. En el caso de la actividad económica de junio, no alcanzó ni el crecimiento récord del campo, que empujó hacia arriba en mayo, para poner el EMAE en positivo. Los números son los que, al fin y al cabo, sepultan el relato.

En este escenario, Caputo les pidió a los empresarios que moderen las alzas salariales, para que no corran por encima de la inflación. La primera señal de tener los ingresos como un ancla fue la del aumento de 30 mil pesos al Salario Mínimo, que fue ordenado por el ministro en un diálogo con el secretario de Trabajo, el ex Techint Julio Cordero. La CGT había pedido pasar de 230 mil a 500 mil. Todo eso, además de no haber respondido su petitorio, quebró el nexo de la central obrera y el Gobierno. Un dato curioso: cuentan en el Gobierno que la vicepresidenta, Victoria Villarruel, considera “una locura” seguir sin aumentar los sueldos en esta crisis, y le apunta a Caputo. La intención pro ingresos la había mostrado con sus avales a paritarias en el Congreso, pero ahora lo dice a viva voz, sumando más tironeos en la interna con Milei. Lo pasillos dicen que la vice, hoy, tiene más diálogo con economistas del PRO que con funcionarios técnicos de su propio Gobierno.

Esta semana, si bien el salario privado registrado de mayo del INDEC le ganó por unos puntos a la inflación, los no registrados están quebrados y los públicos perdiendo. Caputo, para aumentar la ficción, le sumó a un gráfico con cifras del INDEC, una curva extra: un promedio de 25 paritarias privadas, un número que no tiene nada que ver con las mediciones oficiales. Todo esto redundó en que, según Vectorial, si se comparan los primeros cinco meses del 2020, primer año de la pandemia, con los primeros cinco meses de Milei, el consumo esté 10 puntos por debajo de los tiempos del ASPO. No sólo eso, sino que, junto al derrumbe del consumo, el porcentaje de pagos de mercadería básica con tarjeta de crédito: hoy, son la forma de pago más representativa en los supermercados, en detrimento del efectivo y las tarjetas de débito.

Ruido en Brasil, contacto en Francia

En la reunión que Caputo mantuvo con Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural (SRA) y su vice, Marcos Pereda Born, agregó además una visión particular de lo que viene: negó una devaluación, dijo que el IPC va a llegar al 2 en los prócimos meses y, lo más raro, les avisó que empiecen a vender la soja porque “el Contado con Liquidación va a tener el mismo precio que el dólar oficial, porque va a bajar”. Muchos lo consideraron un delirio: el oficial supera hoy los 940 pesos y el CCL roza los 1300, sin pretensión de ir hacia abajo.

“Para sacar el cepo falta mucho”, agregó, y les garantizó “el dólar blend todo el 2025 porque lo tenemos que sostener hasta reforzar las reservas”. Todo el mundo quedó confundido con las previsiones del ministro. No son los únicos. Esta semana, en un informe reservado sobre Argentina, el fondo Fitch expresó que “el avance mensual del 2 por ciento del peso, retrasado ampliamente contra la inflación, está borrando el beneficio de la devaluación de diciembre (…), la acumulación de reservas internacionales se ha detenido”. Fueron duros, además, con la intervención de Caputo en los mercados.

Ese diagnóstico es lo mismo que tensa, hoy, el nervio en el nexo con el FMI. La reunión, que en realidad fue una charla de pasillo entre Caputo y la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, en el marco del G-20 de Brasil, generó fuertes dudas. Al organismo no le gusta nada lo que hace el ministro, y mucho menos que haya pedido correr a Rodrigo Valdés, el chileno que comanda el Hemisferio Occidental. “No fue una conversación amable”, sintetizaron quienes siguieron el tema. El FMI, en la interna, ve que Caputo no toma las riendas políticas de un asunto delicado, como es el tema reservas, ni tampoco el de la contención social.

Alguien del Gobierno, que quiere poco a “Toto”, ponía esta incapacidad política en contraste con las buenas artes de un jovensísimo funcionario de Milei, cuya familia apoyó al Gobierno y la designación de Caputo. El cruce diplomático con Francia por el affaire cantos racistas de la Selección Argentina, con Villarruel metiéndole pimienta en el medio, lo resolvió Ian Sielecki. Con 23 años, es el embajador argentino en Francia que consiguió la entrevista de Milei con su par galo, Emmanuel Macron. Sielecki es el más joven de la familia de los dueños de los laboratorios ELEA, tiene estudios de Ciencia Política y se hizo conocido incomodando con preguntas sobre el peronismo a Alberto Fernández, durante una charla en la Universidad de París. “Es inteligente el pibe”, sintetizan.