“Hay un texto de Nietzsche que arranca con la imagen de unas ovejas pastando. Ellas son felices, nos dice el autor, porque no tienen memoria. Pienso que los algoritmos y sus recuerdos forzados que nos recuerdan cosas que de otra forma no recordaríamos son el primer paso para que paulatinamente los seres humanos perdamos nuestra capacidad de hacer memoria. Quizá devenimos ovejas y estamos felices de vivir en un presente permanente insoportable” dice Damián Lamanna Guiñazú, Coordinador del área de Literatura del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que funciona en el predio de la ex Esma.
Es difícil definir a Lamanna Guiñazú. Hace equilibrio entre la literatura, la radio, la imaginación de rituales colectivos, la práctica docente y la música. Le gusta pensar que cada una de esas prácticas retroalimenta a la otra. Para sostenerlas evitó cerrarse caminos de forma rotunda, esquivó el famoso "hay que elegir”, se tomó muchos trenes y decidió pensar siempre haciendo.
El barrio como espacio de formación
Es originario de Ramos Mejía pero ahora vive en Caseros, Tres de Febrero, desde 2014. Está profundamente conectado con el lugar, allí nacieron sus hijos. “Los trenes son determinantes. Son los espacio-tiempo donde muchas veces pienso y escribo. Cuando llego a la Estación de Lynch por la tarde después del trabajo y justo atardece siento que estoy entrando a casa, aunque me falten cuatro estaciones. Es un portal de fuego que me da paz, que se lleva toda la tensión anterior”, dice.
Gracias al juego de cartas Magic y a la música, cuando era adolescente conoció a personas de barrios cercanos y comenzó a explorar lugares más distantes. La estación Ramos Mejía y el tren Sarmiento se convirtieron en elementos clave en su identidad. Recuerda que años después, al empezar a estudiar Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, o "Puán", como se le dice cariñosamente, hizo amigos de similares orígenes, con quienes compartía una forma común de ver las distancias y “el peligro”, y una conexión con los trenes.
Le resultaba curioso que muchos ubicaran sus barrios como parte de “La provincia” con un matiz exótico y estereotipado. Aún hoy, cuando menciona vivir más allá de la General Paz, la reacción es una expresión de compasión. “Ir de Capital a Provincia es un viaje más largo que a la inversa. Un viaje emocional que no se cuenta en kilómetros. Al parecer, así funcionan el desconocimiento y la imaginación” dice.
Hoy en día, regresar a su barrio de la infancia le resulta doloroso. Prefiere conservar esos recuerdos en lugar de enfrentarse a una realidad siempre cambiante. Esta dualidad entre el pasado y el presente es un tema recurrente en su trabajo. Confiesa que prefiere volver con la memoria, en vez de con el cuerpo y que su escritura está llena de imágenes vinculadas al paisaje conurbano de las décadas de 1990 y 2000. Recuerda largas caminatas nocturnas, las calles vacías, el olor a comida y el ruido de cubiertos, los juegos en las veredas, el sonido del tren, bicicletas y pequeñas pandillas de amigos, así como el ritmo de los botelleros.
El mundo nuevo
Dice que reflexiona mucho sobre la etapa de transición en la que se encuentra el mundo, señalando que las estructuras y parámetros tradicionales se están agotando. En este contexto, cree que la poesía y el arte tienen un papel crucial en la resistencia y el pensamiento crítico frente a la deshumanización y la neolengua del poder.
“Hace unas semanas estaba podando un rosal. Era la primera vez que lo hacía y de repente noté que la forma del rosal del futuro estaba contenida en la forma del rosal presente. Anoté en un cuaderno “la forma del futuro está contenida en el presente”. Me pareció una dirección para poder pensar. Creo que estamos en una etapa de transición, de redefinición hacia un mundo que no conocemos, pero que sí vislumbramos. Pienso que hay un montón de parámetros y estructuras que se agotaron y ya nomás sobreviven como símbolos. Por ejemplo, la idea de sacrificio como base para la existencia, para apenas vivir. Me da la sensación de que ya no va a ir por ahí. Que no queremos trabajar mil horas para salir adelante, que ese imaginario está roto", afirma.
Para él, el rol de la poesía es justamente una forma de sostener la memoria de los pueblos. En estos momentos cree fervientemente en multiplicar el arte para encontrar metáforas que nos ayuden a organizar la resistencia y el pensamiento.
"En algún momento cantábamos “vamos a volver” y ahí había una idea concreta, un horizonte, un supuesto tiempo de gloria. Yo pienso que ya ese volver no existe, por lo cual hay que imaginar lo nuevo, siempre desde quienes somos. Creo en eso, confío en eso. Aunque las claves de lo nuevo pueden estar en el bosque de símbolos del pasado también. En este rosal medio seco y bichoso. Como poeta, confío en esa historia de reivindicar la belleza. Hacer crecer las flores y pelearle a la deshumanización que se plantea desde el lenguaje, por ejemplo yendo a las aulas”, afirma.
Las cuestiones que hoy día lo mantienen ocupado son la posibilidad de un nuevo libro de ensayos, un nuevo proyecto de libro y continuar escribiendo poesía. Su último libro se titula "Para siempre ese fantasma", publicado por Promesa Editorial. Además, dirige el programa de radio "Elementales del Montón" junto a Ariel Bravo y Martín Pérez en Radio Hexa Villa Luzuriaga, los miércoles por la noche.
Las cosas cambiaron
Actualmente, él y sus compañeros del Centro Cultural ubicado en la ex Esma, agrupados en el gremio ATE, están peleando por la reincorporación de los compañeros y compañeras despedidas. También, exigen financiamiento para poder producir como antes. Hasta el día de hoy no hay nuevo director nombrado. Sin embargo, siguen generando lazos para sostener el espacio y recuerdan que continúa siendo de todos los argentinos.
Para Lamanna Guiñazú el predio de la ex Esma es un lugar que combina características de una pequeña ciudad con las de una fortaleza. “Ciudad porque uno sale a recorrerla y tiene un ritmo propio, una vitalidad enorme, un sol único. Fortaleza porque en eso se transforma cuando la coyuntura política se vuelve particularmente hostil y abyecta. En estos contextos es que se potencia como un espacio de pensamiento y encuentro con los otros”, afirma.
El espacio puede resultar incómodo de habitar. Muchas personas le rehúyen por terror a las escenas de tortura que allí se perpetuaron. Lamanna Guiñazú opina que el espacio se resignificó y revitalizó. En parte ese es el trabajo que vienen construyendo. “Sí sabemos que cualquier cosa que programemos o generemos acá va a estar atravesada por sentidos particulares. Hay una potencia para construir rituales que el espacio tiene por su propio peso”, dice.
La programación está pensada desde ese lugar, buscando constantemente artistas que puedan encarnar un espacio con esa carga simbólica. "Todo lo que sucede combina una potencia política con una potencia estética", concluye Lamanna Guiñazú.
En el Centro Cultural, se preparan para el homenaje por el centenario del nacimiento del poeta Joaquín Giannuzzi y la nueva edición del Festival Futuros.