Hace cuarenta años, Independiente empataba 0 a 0 con Gremio de Porto Alegre ante una multitud en el viejo estadio de la Doble Visera en Avellaneda y alzaba por séptima vez en veinte años, la Copa Libertadores. El tiempo ha pasado, terrible y malvado, y la vieja gloria roja se ha desteñido. Cuatro décadas más tarde, Independiente ya no manda en América, ni siquiera en la Argentina, donde lleva veintidós años sin obtener un título de Primera.

El equipo de ahora, dirigido por Julio Vaccari, no puede hacer pie. En el regreso del campeonato tras la Copa América, obtuvo un punto de nueve. Este sábado volvió a perder 1 a 0 en Mendoza ante independiente Rivadavia, suma apenas siete puntos en la tabla y en la tabla anual por ahora, figura muy lejos de cualquier puesto copero. Viéndolo jugar, nada de eso sorprende. Y como si todo este cuadro no fuera lo suficientemente preocupante, todavía no ha podido habilitar a sus cuatro incorporaciones (los defensores centrales Pellegrino y Lomónaco y los laterales Loyola y Vera). 

Los mendocinos apostaron a la rapidez del colombiano Sebastián Villa. Y su gol llegó por esa vía: a los 19 minutos del primer tiempo, Ham tomó mal parados a los centrales rojos y habilitó a Villa que resolvió en una escapada ante la salida del arquero Rey. Independiente trató de llegar a la igualdad. Pero le costó arrimarse al área. Vaccari eligió ir por los costados con los juveniles Santiago López y Santiago Hidalgo. Los resultados fueron mágicos: nada por aquí, nada por allá. 

Daría la impresión de que la desorientación institucional de Independiente tambien comienza a invadirlo al técnico que mueve las piezas, pone y saca sin encontrar respuestas y sin que todavía quede claro lo que pretende. Independiente Rivadavia se sostuvo en la solidez de su tres centrales y en las corridas de Villa. Le fue suficiente ante la pobreza sin remedio del otrora orgullo nacional.