Las medidas monetarias, cambiarias y financieras anunciadas de forma desordenada en las últimas dos semanas, en entrevistas en canales oficiales y en la red X, por Javier Milei y Luis Caputo, tienen un único objetivo: conseguir una tasa de inflación mensual del 0% al 2%.
Tras esta meta, el presidente de la Nación a cargo del Ministerio de Economía junto a su secretario de Economía, como titular formal del Palacio de Hacienda, están decididos a prolongar la hiperrecesión con rumbo a la depresión económica y a dilapidar las escasas reservas internacionales disponibles (dólares y oro) del Banco Central.
El derrumbe de la actividad apunta a frenar alzas y hasta bajar precios de bienes y servicios. Se complementa con la postergación de los aumentos de las tarifas de servicios públicos (luz, gas, agua, transporte público y combustibles) y con la profundización del atraso cambiario.
El costo sociolaboral de esta política será enorme en pérdidas de empleos formales e informales; la destrucción del entramado productivo será impactante y habrá un acelerado deterioro de los ingresos de la mayoría de la población con incremento de la pobreza y la indigencia.
El objetivo excluyente de Milei es la inflación cero. No importa a qué costo.
Los pocos dólares en el Banco Central están siendo rifados
El despilfarro de dólares del Banco Central, conducta que no le resulta extraña a Luis Caputo porque ya lo hizo antes, busca reducir la brecha cambiaria con el objetivo de disminuir las expectativas de devaluación que alimentan subas de precios.
La consecuencia inmediata, que ya se está verificando en la plaza de títulos públicos en dólares, es la baja de las paridades y, por lo tanto, el aumento del riesgo país a cerca de los 1600 puntos. Este nivel significa que está vedado el acceso a financiamiento internacional.
Con el exigente cronograma de vencimientos de capital e intereses de la deuda en dólares en el segundo semestre de este año y, con más intensidad, en el próximo año, la especulación de inversores y operadores deja de ser solamente acerca de una eventual devaluación por el atraso cambiario, sino que encienden luces de alerta por la posibilidad del default de la deuda.
El peligro de la cesación de pagos aparece porque el Banco Central pierde reservas, no puede recuperarlas con el saldo de la balanza comercial y no consigue dólares del exterior de inversores ni del Fondo Monetario Internacional.
Nada de este desastre financiero le importa a Milei tras la meta de conseguir la inflación cero.
Repetir el modelo político-electoral de Menem en 1995
La estrategia de Milei y Caputo tiene resultados devastadores en la economía real y en el frente financiero. Aunque para muchos parezca descabellado, este sendero está al servicio exclusivo de mostrar un índice de inflación mensual de 0% a 2%.
El interrogante en términos políticos es si este eventual logro podrá más que compensar los inmensos costos provocados para alcanzarlo y, en especial, si Milei podrá exhibirlo antes de que las variables financieras (cotizaciones de los dólares financieros, paridades de bonos, riesgo país y stock de reservas) se desborden por la inconsistencia de este esquema.
Es una carrera entre la reducción del stock de reservas disponibles (ya están en terreno negativo por casi 7000 millones de dólares cuando en abril el saldo era cero) y la disminución de la tasa de inflación.
La apuesta económica-financiera forma parte de la estrategia política-electoral de Milei para las elecciones de medio término del 2025: repetir la experiencia de Carlos Menem en 1995, cuando logró la reelección en medio de una recesión profunda, una tasa de desempleo del 18%, pero con la convertibilidad (esquema de tipo de cambio fijo) anestesiando la inflación en el 1,0% anual, con el consenso político acerca de mantener la paridad 1 a 1 (resistencia social y política a la devaluación) y también con un elevado endeudamiento familiar en dólares (denominado voto-cuota).
El peligro de default de la deuda
El incremento del riesgo de default irrumpió con fuerza en estas semanas, lo que explica el desborde de Javier Milei en la conversación con su amigo y animador Alejandro Fantino, cuando gritó que pagará “como sea”, diciendo que ya tiene cerrados los repo (operaciones de crédito contra la entrega de activos en garantía, ya sea oro o bonos). Estas transacciones recién están en etapa de negociación con bancos internacionales y no están cerradas, como Milei se apresuró a anunciar.
El último informe de la consultora Vectorial advierte que las dudas se encuentran en cómo el Gobierno podrá atender la necesidad de dólares sin financiamiento fresco.
El reflejo es el índice riesgo país cercano a 1600 puntos, niveles similares a los de marzo pasado, y calificadoras como Fitch alertando de la posibilidad de una reestructuración de los bonos soberanos. Además, las cotizaciones de los dólares financieros continúan mostrando una notoria resistencia a la baja.
El reporte describe que el cumplimiento de los compromisos externos, la baja de la inflación anclando el dólar y la normalización del régimen cambiario son objetivos de Milei-Caputo, pero “el mercado aún no termina de convencerse de que existan las divisas necesarias para cubrir esa variedad de fines y empieza a apostar cuál de ellos deberá resignar”.
El trilema de Milei
El economista Juan Manuel Telechea, director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala, abordó este tema al publicar un ilustrativo hilo de tuits observando el problema tradicional de la política económica acerca de los varios objetivos que plantea, las herramientas para conseguirlos y la imposibilidad de alcanzarlos todos al mismo tiempo.
Dice que el trilema de Milei es acumular dólares, bajar la inflación y quitar las regulaciones cambiarias (cepo). Explica que el análisis económico utiliza la idea del trilema para reflejar una situación en la que hay tres objetivos que son deseables pero que, a la vez, son excluyentes entre sí. Sólo se pueden alcanzar dos de ellos simultáneamente, teniendo que renunciar en forma inevitable al tercero.
Menciona que desde el inicio de su gestión Milei enfrenta este trilema y apunta que el problema es que esos tres objetivos no son compatibles entre sí:
* Si quiere bajar la inflación y que el Banco Central acumule reservas, debe mantener las regulaciones cambiarias.
* Si quiere quitarlas y acumular dólares, la inflación aumentaría por la devaluación que provocaría.
* Si quisiera eliminar las regulaciones cambiarias sin provocar un salto inflacionario, debería reducir la brecha cambiaria al mínimo. Para ello necesitaría que el Banco Central venda dólares en el mercado sacrificando reservas.
Inflación, reservas o cepo
Telechea observa que la estrategia inicial de Milei fue bajar la inflación y acumular reservas manteniendo las regulaciones cambiarias. Esto fue con reducción de la cantidad de dinero en circulación con una megadevaluación. Así bajó la inflación y acumuló reservas.
Con el aumento de los dólares financieros y la brecha cambiaria, anunció que pasaría a intervenir en el mercado vendiendo reservas para achicar la brecha.
“Esto implica un cambio en la posición adoptada frente al trilema, dejando de lado el objetivo de acumulación de reservas para pasar al de la eliminación del cepo vía la reducción de la brecha”, afirma.
Para agregar: “El problema es que es sumamente arriesgado salir del cepo sin reservas. Parecería que el Gobierno está haciendo una apuesta a todo o nada, dado que las medidas apuntan a salir del cepo sin tener los dólares suficientes, bajo la confianza de que el ajuste fiscal y el congelamiento de la emisión serán suficientes”.
El tema es que si esto no funciona -advierte- las chances de que el Banco Central pierda el control del tipo de cambio y se espiralice la inflación pasan a ser sumamente altas.
“Fiel a su dogmatismo monetarista, según Milei, esto no va a suceder porque su política económica va a restringir totalmente la cantidad de pesos: ‘Es como darle un revólver a alguien pero sin las balas’. Veremos si está en lo cierto o no, tiene todo el pasado por delante”, ironiza Telechea.
La recesión va camino a la depresión
Mientras Milei se enreda y desespera con este trilema, la debacle de la economía real con la expectativa de una rápida recuperación quedó archivada. Se evaporó la ilusión libertaria de dibujar el recorrido de sufrimiento y posterior alivio como la letra V. Esto no sucedió y la economía sigue transitando la letra I, y la especulación es si pasará a ser una letra L o una letra U.
En cualquier caso, la crisis será prolongada con destrucción del entramado socioproductivo y un retroceso impresionante por una estrategia económica voluntaria. La hiperrecesión va camino hacia la depresión. La diferencia entre uno y otro estadio de la economía radica en la duración y severidad de cada uno.
La recesión económica se define del siguiente modo:
* Es un período de desaceleración económica que dura menos de un año.
* Se caracteriza por una disminución del Producto Interno Bruto durante dos trimestres consecutivos.
* Puede ser leve y tener un impacto limitado en la economía.
La depresión económica consiste en:
* Un período de crisis económica prolongada que dura más de un año, generalmente varios.
* Se caracteriza por una caída significativa y sostenida del PIB, que puede llegar al 10% o más.
* Tiene un impacto profundo en la economía, con altas tasas de desempleo, cierres de empresas y una disminución significativa en la producción y el consumo.
La recesión es una desaceleración económica temporal, mientras que la depresión es una crisis económica prolongada y severa. La Gran Depresión de Estados Unidos, de 1929, es un ejemplo clásico de depresión económica.
Rascar el fondo de la olla: empeñar el oro
La debacle de la economía real viene acompañada del desmanejo de las finanzas públicas. La utilización del oro para conseguir dólares es un capítulo más del desastre de la gestión Caputo.
Las bancas centrales buscan administrar en forma eficiente las reservas excedentes, entre ellas la constituida en oro. La última estadística mundial (marzo del 2024) de 113 países, elaborada por Trading Economics, ubica a Estados Unidos como líder en posición en oro con 8133 toneladas, seguida por Alemania con 3353, Italia con 2452, Francia con 2437, Rusia con 2333 y China con 2265 toneladas.
Argentina ocupa el puesto 48° con el registro de 61,74 toneladas de oro.
El manejo del stock de este metal precioso tiene un elevado valor simbólico más que de relevancia financiera. En países con una situación holgada en el frente externo resulta habitual el manejo de las reservas en oro para obtener algún retorno sobre este activo.
El caso argentino es diferente por la extrema fragilidad del stock de reservas. Enviar parte del oro a Londres para ser utilizado en operaciones financieras (créditos contra garantía del oro) para obtener dólares refleja vulnerabilidad y desesperación de Milei-Caputo.
Existe un antecedente de venta de reservas en oro del Banco Central y tuvo de protagonistas la dupla de economistas del CEMA, Roque Fernández y Pedro Pou, durante sus respectivas gestiones al frente del Banco Central en la década del ’90.
A principios de diciembre de 1997, Pou se mostró orgulloso de haber liquidado toda la existencia de oro que había en las bóvedas de la autoridad monetaria. En total vendió 4 millones de onzas a un precio promedio de 370,22 dólares. El BC recibió entonces 1480,9 millones de dólares por estas operaciones.
El proceso de venta del oro se había iniciado en la última etapa de Roque Fernández al frente del Central y se aceleró durante 1997. Pou llevó la ola vendedora hasta sus últimas consecuencias. En octubre de 1998 liquidó monedas del siglo XIX por 100 millones de dólares, que fueron ofertadas en la casa de remates Sotheby’s. Eran monedas emitidas durante los gobiernos de Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman y Carlos Pellegrini.
Néstor Kirchner volvió a comprar el oro
El gobierno de Néstor Kirchner durante la gestión de Alfonso Prat Gay en el Banco Central recuperó oro para las reservas. En 2004 se decidió diversificar las reservas acumuladas que apenas tenían 0,3 toneladas de oro y se compraron 54,8 toneladas. Luego hubo otro ingreso en 2011 de 7 toneladas alcanzando las 61,7 toneladas, stock que se mantiene hasta el presente.
En el gobierno de Macri, el Banco Central utilizó parte de las reservas de oro para realizar operaciones financieras con los lingotes, como quiere hacer ahora la dupla Milei-Caputo.
La primera transacción fue en octubre de 2016 ordenada por el jefe de la mesa de dinero del BCRA, Agustín Collazo, y el vicepresidente de la entidad monetaria, Demian Reidel, quien hoy es el titular del consejo asesor de Milei.
Este tipo de transacciones se repitieron varias veces durante el mandato de Macri. Lo mismo realizó en dos oportunidades el gobierno de Alberto Fernández con la venta en diciembre de 2019 de 6,8 toneladas que luego fueron recompradas en enero del 2020. En marzo de este año repitió el mismo movimiento pero con 5 toneladas, que en abril fueron recompradas.
El traslado de una parte del stock de oro a Londres exhibe la fragilidad de la estrategia económica-financiera de Milei. Esta vía de sumar dólares sólo servirá para ganar tiempo profundizando desequilibrios que, cuando irrumpa el agotamiento del rústico método de raspar la olla, terminará exhibiendo las consecuencias de la política liberal-libertaria regresiva e inútil para conseguir estabilidad y crecimiento económico.