El empate 1 a 1 de San Lorenzo ante Newell's calmó la ansiedad de los hinchas azulgranas, que a la media hora del primer tiempo y con el resultado 1 a 0 en contra por el gol del uruguayo Ramírez a los cinco minutos, empezaron a cantar una vez más contra los dirigentes y a rumorear cada vez que Cristian Tarragona tocaba la pelota. El tanto de Sebastián Blanco, que pellizcó una pelota desde el piso a los 34 minutos de la segunda etapa, bajó los decibeles de la noche. Puso una nota de silencio resignado donde un rato antes, cuarenta mil personas hacían tronar el escarmiento.
San Lorenzo empató porque en el segundo tiempo y con el ingreso del colombiano Herazo por Nahuel Barrios tuvo una reacción emocional a falta del juego que siempre le escaseó. Herazo sumó peso físico a un equipo al que le había sobrado apatía y que desde el arranque, había sido superado por el mejor manejo que Newell's hizo de la pelota. Con una doble punta de lanza, cuatro delanteros y con Romaña y Braida yendo todos los tiros desde el fondo, el Ciclón se llevó por delante a un equipo rosarino siempre ordenado pero que tuvo muchos problemas para sostener la pelota ante ese empuje vital y desmañado.
El empate se veía venir, vino y fue justo. Y hasta pudo haberse convertido en triunfo. Faltando cuatro minutos, el arquero Macagno hizo una notable atajada para manotear un zurdazo cruzado a Braida. El final dejó a la gente muda. Acaso porque tomó conciencia que San Lorenzo sigue sin poder habilitar sus incoporaciones, ganó apenas uno de los siete partidos que jugó y en la tabla anual ocupa el 22º puesto. El esfuerzo no siempre alcanza para disimular todo eso.