Toda pareja de ficción es despareja -el príncipe y la corista, Armando y la dama de las camelias, Esmeralda y el jorobado de Notre Dame-, también los más desconocidos como Goyo y Eva, tan nac and pop como que ella se llame así, no en homenaje bíblico ni por la Eva de Chandler, sino por la misma Evita. Son los protagonistas de Goyo, la película interpretada por Nicolás Furtado y Nancy Duplá, que señala ya desde el título, que se trata más de más de él que de ella, sobre todo porque él padece el síndrome de asperger, según dictaminan las terapias modernas que diagnostican inmediatamente y medican, faltando la oreja que escuche, en su singularidad, a una palabra doliente. 

El asperger es hoy en TikTok la más frecuente patología del espectro (caramba qué palabrita) autista. En medio de couches que ayudan a ser empresarios de sí mismos, videntes que saben donde está Loan y pastores new age con aforismos de poster, diagnosticados de psicosis, autismo, asperger y otros síntomas que los entendidos nombran con racimos de letras, no se sabe si representados por actores o por ellos mismos, cuentan sus síntomas en primera persona y son razonablemente lindos.

 

Goyo, como el personaje de la vieja película Rain man actuado por Duftin Hoffman, tiene los síntomas más evidentes del autismo: rigidez de movimientos, miedo a los ruidos fuertes -por ejemplo a un payaso que toca una bocina-, habla estereotipadamente -llama a todos por el nombre y apellido-, rituales obsesivos –contar los escalones y sobre todo comprender al pie de la letra: cuando su hermano Matute (Pablo Rago) le dice que ya ha levantado varios muertos él le pregunta los detalles-. 

Incapaz para la metáfora, Goyo comprende fácilmente las faltas y la angustia de los demás, sobre todo de su amada Eva Montero. Marcos Carnevale elude los clichés que harían de su personaje, un casto por segregación o una sucesión de síntomas que sostengan la trama, al igual que en películas como ¿Qué te pasa Bob? o Mejor imposible, dos casos de neurosis obsesiva. Aclaro que estos calificativos psi se deben a la terapia según Hollywood que ha reemplazado el psicoanálisis representado por infinitos collage de sueños, por una Melanie Klein para millones: variables de señoras con caftan, velas encendidas e interpretaciones zen. 

Como una especie de equidad para los diagnosticados con asperger, la diferencia no es conflicto principal de Goyo sino uno de tantos: Eva es una mujer grande -sus calores frecuentes la sugieren menopáusica-, es casada, guardia de seguridad, clase media baja, secundaria completa. En la cocina de su casa de Parque Patricios hay tarros de plástico naranja de los año sesenta y camas marineras para los chicos. Goyo tiene títulos en arte logrados en el exterior, es bello y joven y trabaja en un museo. Su hermana es pianista famosa y su hermano, chef, también famoso pero menos. Pero los conflictos de clase son mencionados con eufemismos: “es muy diferente a vos”. Pero -qué lastima- el marido golpeador es de “identidad marrón” o negro peronista según quién lo mire y Goyo es violento con los chicos con síndrome de Down que concurren con él a clases de natación. 

Goyo es un oligarca y Eva parece confundir al admirarlo, la memoria con la inteligencia. Mordiéndome para no espolear, Goyo es una película pedagógica y políticamente correcta pero con detalles que son casi mágicos como las buenas intervenciones psi: cuando su madre que se ha desentendido de él por no bancar ni comprender su asperger, en un momento de crisis y mirando el cuadro que ha pintado de Eva, le indica que Eva es como una musa, esas mujeres que inspiran a los artistas , los iluminan y aunque eso sea poco es muy bueno. 

Y su hermana Saula (Soledad Villamil), que sentía que tocaba el piano como un metrónomo, empieza a hacerlo con pasión y sensibilidad. Y ese Goyo que se ha hecho hombre por obra del amor, aprende a serlo como hombre herido sin que eso lo lleve a la devastación. Ojalá que en la vida sea tan fácil la sublimación. Y lástima que el síndrome de asperger sea otra cosa compatible con el capitalismo ya que Elon Musk, que lo tiene todo, también lo tiene.