“No es una grieta no tener laburo. No seamos idiotas: no tener laburo es algo que nos afecta a todos, pensemos lo que pensemos”. Las palabras de Luis Novaresio, el periodista de radio La Red que se alzó con el Martín Fierro de Oro, son tan elementales que parecería innecesario pronunciarlas en una ceremonia repleta de periodistas. Sin embargo, en la ceremonia de entrega de los premios que destacan a lo mejor de la radiofonía argentina resultaron de una sensibilidad y un sentido común de los que minutos antes había carecido Alfredo Leuco, cuando envalentonado había dejado entrever que la culpa de los despidos y problemas salariales que marcan el pulso de la radio era de los mismos trabajadores, que no habían sabido “elegir bien” a sus empleadores. Un discurso que fue abucheado y cuestionado a viva voz desde alguna mesa, y que generó que, debajo del escenario, su hijo Diego Leuco intentara hacer “justicia por mano propia” contra quienes habían osado criticarlo. Un papelón que, por suerte, finalmente no pasó a mayores.
La ceremonia de entrega de los Martín Fierro a la radio había estado signada por las muestras de solidaridad y acompañamiento de aquellos que subieron al escenario a recibir su estatuilla para con los colegas que sufren distintos problemas laborales y económicos. Desde Marcela Ojeda hasta María O’Donnell, pasando por Belén Badía y Pablo Zuca, casi todos aprovecharon el reconocimiento para recordar los inconvenientes que sufren los trabajadores de Radio Rivadavia, Del Plata, las emisoras del Grupo Indalo y de la inexplicable desaparición de Radio América. En cierta manera, la fiesta no había hecho más que expresar la oscuridad que vive hoy un medio que –en términos económicos y laborales– en la actualidad sufre uno de los peores momentos de su rica historia. Con matices, la solidaridad para con los que perdieron su trabajo o lo sienten amenazado había sido el denominador común de la velada.
Esa tristeza y preocupación se transformó increíblemente en tensión cuando Leuco subió al escenario a recibir la estatuilla por Le doy mi palabra (Mitre), elegido por los miembros de Aptra como el mejor programa periodístico de la tarde en AM. Lejos de expresar su opinión sobre la actualidad del periodismo, el periodista del Grupo Clarín eligió contestarle directamente a Reynaldo Sietecase, que por no haber llegado a tiempo a la ceremonia, expresó su discurso a través de Verónica Castañares, la locutora de Guetap. “Es un momento muy delicado para todos los trabajadores que les cuesta cobrar, que se quedan sin trabajo, a los más de 2 mil que perdieron sus puestos en el último tiempos. Hay muchas familias en incertidumbre. Le pedimos al Gobierno que no mire para otro lado, que se hagan cargo porque menos medios implica menos voces, y menos voces implica menos libertad de expresión. No nos corran con el verso de la depuración natural del mercado, porque hay algunos que se pasan echándole la culpa al gobierno anterior o a los empresarios que se fueron. A los gobiernos hay que controlarlos, no aplaudirlos. Desconfíen de los que criticaban antes y aplauden ahora, y viceversa. Aplaudiendo se puede ganar fama. Dependiendo de la pauta quizás mucho dinero, pero nunca prestigio y respeto. No elegimos este laburo para aplaudir”, leyó la locutora del elegido mejor programa periodístico de FM, a través de un texto enviado por Sietecase a su teléfono celular.
Inmediatamente después, Leuco subió al escenario con la única intención de contestarle al periodista, que ya estaba presente en el salón. Leuco pareció verse “obligado” a responderle a Sietecase. “Acá está en la sala un periodista que hizo leer a su compañera un texto respecto de los compañeros que no tienen trabajo. Solo me queda decirle que se olvidó de algunos nombres. Se olvidó de Sergio Szpolski, se olvidó de Electroingeniería, se olvidó de Cristóbal López, verdaderos delincuentes de los medios de comunicación que vaciaron y que vinieron a hacer política. Lamento mucho los compañeros que quedaron sin trabajo, pero hay que saber elegir bien quién es el tipo que tiene que estar en los medios de comunicación. No han dicho una palabra de los dueños de los medios y la verdad lamento traer esto a una fiesta, pero creo que hay que tener equilibrio y justicia”, afirmó Leuco, ante el fervoroso aplauso de Federico Andahazi a su lado.
Las palabras de Leuco recibieron aplausos y abucheos en el salón. Incluso, según testigos, un productor de la AM 750 le recordó a los gritos que en la enumeración de empresarios se había olvidado de nombrar a “Magnetto y Clarín”, que acaba de anunciar el cierre de la agencia DyN. Eso provocó el enojo de Diego Leuco, el hijo de Alfredo, que zamarreando a su novia que intentaba frenarlo, quiso ir a buscar a quién había criticado a su padre, con intenciones de pelearse. Una actitud patoteril que, por suerte, fue abortada por algunos presentes que lograron contener al periodista, a quien ni el hecho de haber logrado minutos antes su primer Martín Fierro como columnista político le hizo mantener el decoro y el respeto por el que piensa diferente.
La tensión debajo del escenario fue tal que ni Alejandro Fantino –conductor de la ceremonia junto a Pamela David– pudo disimularla durante la transmisión televisiva. El animador quiso intentar continuar con la siguiente terna, pero no pudo ante los forcejeos que ocurrían en el salón. Incómodo y visiblemente nervioso, Fantino tuvo que frenar con sus palabras y mirando lo que ocurría por fuera de la transmisión, fiel a su estilo, exclamó un “se pone picante, eh”. Incluso, el periodista deportivo Gustavo López también hizo referencia al intento de agresión física al señalar en su discurso de agradecimiento de que hay que “ponerle onda, es una fiesta para celebrar”.
Antes de este hecho que expuso el peor rostro de la grieta, aquél que se expresa mediante la violencia, hubo una ceremonia en la que los miembros de Aptra destacaron principalmente a radio La Red (perteneciente al Grupo Vila, que transmitió por TV la velada), Radio Con vos y Mitre. La rencilla de poca monta y de época no logró eclipsar a los merecidos reconocimientos a Héctor Larrea y a Magdalena Ruiz Guiñazú, dos leyendas de un medio al que a muchos les queda grande.