Un “toque” (una tocada, un recital, un show, en el norte dicen un “gig”) es lo que nos une a los músicos -de jazz en este caso- en un día determinado con el deseo y esperanza de tocar lo mejor posible, convocar una audiencia, estar medianamente cómodos con los instrumentos y lograr una buena comunicación entre nosotros y sobretodo con los oyentes. Pero claro, el lugar físico -sea donde sean sus coordenadas- influye mucho y es de una gran ayuda. 

El miércoles pasado tal lo anunciado en mi post anterior “El teatro dado vuelta” estuvimos en el teatro El Círculo rodeados de público en el escenario. Repito: el público en el escenario ¡95 personas! que en la platea hubiesen quedado en amplia desventaja con las butacas. Aquí colmaron el escenario. El piano Stenway & Sons, la batería, el contrabajo y un saxo alto, todos con el sonido que sale de esos enseres sin mediación que modifique su acústica entre los emisores y los receptores, en este caso muy cercanos, es una circunstancia casi de reverencia a ese lugar si bien la dirección público-músicos haya estado invertida.

“Ese lugar” -que influyó y ayudó mucho- fue inaugurado en junio de 1904 bajo el nombre de Teatro La Ópera. 39 años después exhibió cartel de demolición en 1943, pero fue oportuna y afortunadamente rescatado por la acción de la Asociación Cultural El Círculo, a la que debe su nombre actual. 

Oportunamente reacondicionado en el 2004 con motivo del III Congreso Internacional de la Lengua Española realizado en Rosario, se mantiene en plenitud. Cuando repasás los nombres de los que estuvieron allí se te mueve el piso: Enrico Caruso, Richard Strauss, Pietro Mascagni, Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein, Friedrich Gulda, Andrés Segovia, Martha Argerich (a quien vi a sus 29 años allí en 1970) para nombrar algunos de los de la disciplina “clásica”. En cuanto a la de nuestra “indisciplina” por allí pasaron entre otros Lalo Schifrin, Leandro “Gato” Barbieri”, Coleman Hawkins, Roy Eldridge, Kenny Dorham, Jo Jones, Zoot Sims, Al Cohn, Tommy Flanagan, Curtis Fuller, Ray Charles, Lionel Hampton, Cat Anderson, Bill Evans, Chick Corea, Woody Herman, Paco de Lucía, Branford Marsalis y muchos otros que olvido seguramente.

El piso resulta ser casi para nosotros como “tierra santa” en el sentido bíblico. Es cierto, no nos damos cuenta porque está a algunas cuadras de nuestra casa casi oculto ahí en Laprida y Mendoza. Y allí estuvimos, escenario totalmente cubierto, me consta que no dejaron entrar más público ya que no había más lugar. La paradoja es que, si se hubiera habilitado la platea, esta hubiese sido muy holgada y la intimidad del encuentro se habría evaporado. Pero ¡allí estuvimos! con Mariano Ruggieri, Franco Di Renzo y Luciano Ruggieri.

Cuando me acuerdo, y salvando las distancias, repito esa sencilla y cálida reflexión que señalaba cuando finalizaba sus actuaciones el gran saxofonista Dexter Gordon: “I hope we left you with something to put under your pillows” (“Espero que les hayamos dejado algo para poner debajo de sus almohadas”). Tal vez y ojalá este haya sido el caso.

Amigos, oyentes regulares y también -por qué no- algunos intrigados por la propuesta y el lugar, permanecieron por largos minutos a saludar cálidamente. ¡Bingo! Y así fue lo sucedido durante una hora y media el pasado 24 de junio y que se me ocurrió apodar como “El teatro dado vuelta" en este ciclo organizado por la Asociación Cultural El Círculo que preside Guido Martínez Carbonell con BlueArt, el sello discográfico de Horacio Vargas, que se repetirá en el mismo lugar el próximo miércoles 7 de agosto con el grupo de Luciano Ruggieri. Vayan que está bueno.

Ya casi no quedaba nadie y mi hija Mercedes tomó esta linda foto del cuarteto que ilustra esta contratapa, junto también a mis dos históricos compañeros “Cuqui” Polichiso y Pau Ansaldi, los seis pisando “tierra santa” con ese tremendo fondo que no necesita ninguna descripción.

Estuvo muy bueno y lo aprecio mucho a esta altura del match.