Los filósofos de la antigüedad nos enseñaron que el origen y persistencia de la vida tiene como base cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra.

Modestamente y ya transcurridas más de seis décadas de existencia yo agregaría otros dos elementos, la pasión y el ideal fundado en las ansias de libertad y el cultivo de la fraternidad.

Los avatares de una vida son múltiples pero si algo nos sostiene en pie es el amor en sus diversas formas.

El amor apasionado que vamos transitando para permanecer aferrados a la vida, la fraterna amistad que no es una mera circunstancia sino la intensidad de compartir alegrías y tristezas, encuentros y desencuentros.

La solidaridad social, la fraternidad la luchas por causas que consideramos justas.

Rebelarse es el más claro indicio de que estamos vivos.

Si algo le otorga sentido a nuestras vidas es el cultivo de las utopías que como dice Fernando Birri no siempre son alcanzables pero ayudan a caminar.

En ese tránsito es maravilloso cómo la ternura nos ayuda a sentirnos menos solos, a saber que solo podemos ser con otras y otros, compartiendo la creación colectiva, las luchas por la dignidad. La firme convicción de que es posible construir un mundo donde quepan todos los mundos menos el de los opresores y explotadores.

Siguiendo al poeta Paco Urondo: "Confieso que la vida es lo mejor que me pasó".

A paso firme seguiré adelante hasta el último respiro viviendo intensamente y como dice Eladia Blázquez no es lo mismo vivir que honrar la vida.

 

Carlos A. Solero