"Brenda, ¿qué hacemos con la gorra del actor? / Deberías guardarla en un cajón", canta la directora de la puesta ficticia de Derecho de piso, musical escrito y dirigido por Ian Shifres y Ana Schimelman, uno de los tantos estrenos de la Compañía Teatro Futuro que por estos días tiene el fixture completo con piezas como Quiero decir te amo, Viento blanco, Las Cautivas y La vida extraordinaria. "Brenda, mi vida, decime, ¿no tenés un cargador?", pregunta (también cantando) el actor. Brenda es la asistente de esa obra ficticia, el nombre que nadie recuerda pero todos necesitan, la más invisible del equipo que, con algo de suerte, apenas será mencionada en el programa de mano.
Este relato en clave musical está narrado desde la perspectiva de la asistente (interpretada con gran solidez por Vero Gerez) y aborda un concepto bastante común en el ámbito laboral: el famoso "derecho de piso". Ganarse ese lugar a veces cuesta sudor y lágrimas, pero aquí Shifres y Schimelman hacen un tratamiento luminoso, humorístico y bastante irónico de un problema que atraviesan muchas personas jóvenes. El talentoso elenco se completa con Victoria Baldomir, Gerardo Chendo, Guadalupe Otheguy y Nicolás Martin, además de los tres músicos en escena: Agustín Cañas, Pablo Moral y Toto Shifres.
Cuando se le consulta a Ian Shifres –pianista, compositor, productor y director musical– por el rol de la música en la compañía que conforma junto al dramaturgo Mariano Tenconi Blanco y la productora Carolina Castro desde 2013, cuenta que siempre se preguntó por qué son ellos tres quienes la conforman: "Marian es quien escribe las obras y Caro es quien arma todo el sistema para que eso funcione. Por qué soy yo la tercera pata es una pregunta extraña porque, si bien hay música en las obras, también hay escenografía, vestuario, iluminación. Con la dramaturgia de Mariano se empezó a construir un sistema donde la música en vivo es un ítem narrador fundamental, algo muy cercano a lo cinematográfico. Esto se fue consolidando como una firma de autor de él y, por ende, de la compañía. La música opina y narra".
Hace unos años, Teatro Futuro empezó a expandir el horizonte artístico más allá de las obras de Tenconi. En 2019 se estrenó Una casa llena de agua, de Tamara Tenenbaum, y Shifres cuenta que desde entonces se enfocaron también en desarrollar las búsquedas personales de todos los miembros del equipo. Así apareció Derecho de piso: "La idea era crear algo más propio, donde pudiese tener una opinión estética más general. Como soy músico, nunca se me hubiera ocurrido algo que no fuera un musical; es lo que hago y me gusta el género".
–¿Cómo fue la incorporación desde la dramaturgia?
Ana Schimelman: –Esta temática siempre me interesó y pensaba que algún día iba a querer hacer una obra que hablara de esto, porque es algo universal más allá del teatro. El concepto de "derecho de piso" está asociado a la juventud, a esa edad en la que no tenés tanta experiencia. Yo estaba trabajando como asistente en La vida extraordinaria y recuerdo que, antes de una función, Ian me dijo si no quería hacer un musical porque habían abierto una convocatoria en la Bienal de Arte Joven. Yo dije: ¡re! Y cuando llegué a casa le mandé un mensaje para decirle que ya sabía de qué teníamos que hablar. Me parecía bueno abordar un tema como el trabajo en clave musical.
El workshop de la Bienal nunca se hizo, pero a la dupla le sirvió como impulso creativo. Durante ese período se nutrieron de varias referencias, vieron musicales de autores nacionales como La desgracia o Piramidal, y Shifres le pasó a su colega algunos videos de sus musicales favoritos como Company, de Stephen Sondheim. Les intérpretes tienen formaciones bastante diversas: Gerez estuvo en Piramidal y Familia no tipo; Baldomir se lució recientemente en Conurbano cotidiano; Chendo canta desde niño y hace poco se lanzó como músico (además integra el trío Jubilandia junto a Mike Amigorena y Andrés D'Adamo); Otheguy se destacó en Todo piola o Esta canción y actualmente en la exquisita Los bienes visibles; y Martin se luce en Paquito. Shifres explica que desde lo autoral siempre tuvieron claro que no le podían exigir lo mismo a todos los personajes: "Tenía que haber un sistema en el cual cada uno pudiera tener su virtud. Todos tenían que cantar, actuar y bailar, pero algunos tenían que romperla cantando y para otros el foco tenía que estar en la actuación. Con esa idea empezamos a diseñar los personajes y a componer la música".
–Con ustedes al frente del proyecto se unen dos universos: el teatro musical y lo que se conoce como "teatro de texto". ¿Cómo piensan ese puente?
Ian Shifres: –Sí, es muy loco porque en una misma ciudad hay referencias y públicos muy distintos. La gente formada en teatro musical por lo general no ve teatro de texto y al revés pasa lo mismo. Cuando empezamos a buscar al elenco notamos que, dependiendo de la formación, algunos conocían a un grupo de gente y otro le resultaba completamente ajeno. Si mencionábamos a Lore Vega frente a alguien del palo musical, no sabía bien quién era; si mencionábamos a Mela Lenoir frente a alguien del teatro, tampoco sabía. Hay dos nichos muy grandes pero se tocan muy poco.
Schimelman –dramaturga, directora y actriz formada en la UNA– sintetiza el espíritu de ese cruce y comenta: "Yo que no vengo del musical, entendí que no alcanza con afinar. Hay que tener una gran comprensión de lo musical y de las armonías; eso implica una formación que no tienen todos los intérpretes. Para mí se trata de sacar lo mejor de los dos mundos: una actuación más comprometida y profunda, un vínculo genuino de los personajes en la escena, una exploración del lenguaje hablado a la altura de la poética del canto y todo eso con el nivel de precisión que tienen los musicales". Shifres sostiene que el objetivo era "amalgamar esos dos mundos" y, aunque les costó mucho encontrar el elenco, subraya: "Es lo mejor que tenemos".
En relación al tema, el compositor dice que no buscaron "hacer una crítica a la explotación laboral sino contarla, reírnos de eso y extraer lo absurdo o lo grotesco de esas situaciones". A la vez, señala que "el rito teatral es parte de lo que festeja la obra". Schimelman, por su parte, dice: "Me parece que está bueno visibilizar un rol que existe en todos los proyectos y nunca nadie sabe quién es. Nosotros tenemos como asistente a Lula Andrada: ella fue a todos los ensayos, canta como los dioses, labura bárbaro y no está acá. Con esto no vamos a cambiar las reglas, pero sí podemos mencionar nombres y apellidos, reconocer su trabajo. Nuestra productora, Loli Crivocapich, también fue fundamental: todo lo que se ve en la obra pasó por ella y está bueno iluminar eso a través del entretenimiento y el entusiasmo que genera el musical".
Autores nacionales con temas propios
Por estos días la comedia musical registra un boom en la cartelera porteña: hay espectáculos para todos los gustos, para todas las edades y de todas las escalas en términos de producción. El público puede encontrar grandes apuestas como School of Rock, Come from Away, Mamma Mia!, Rent o Legalmente rubia; propuestas medianas como Forever Young, Una película sin Julie o Gwen; y variadas ofertas en el circuito alternativo como Fausto, tragedia musical, Vestido de mujer o Proyecto Garland. Pero más allá de las usuales distinciones entre circuitos (comercial, público, independiente), habría que señalar que en todos esos territorios hay propuestas que se distinguen por su huella autoral y otras donde eso está completamente ausente. Aún en los casos de producciones foráneas puede haber desempeños, ensambles o actuaciones que marquen la diferencia y encuentren guiños locales: un sello "autoral" desde la traducción o incluso desde la matriz interpretativa (un buen ejemplo de eso es el merecido suceso de School of Rock, con un talentoso elenco de niñxs y el destacado desempeño de Agustín Aristarán en el rol protagónico).
En relación a este punto, Shifres opina que no abundan propuestas nacionales: "El género está poco explorado y, aunque últimamente hubo una aparición de autores muy grosos, todavía sigue primando esto de comprar los derechos afuera y traer obras de Broadway. De a poco el género va encontrando su lugar". Schimelman, quien no proviene del musical, cuenta cuáles eran sus prejuicios: "Como alguien que no consumía tanto el género ni lo había abarcado, estaba el prejuicio de que se abordan temáticas un poco más simples o son productos que vienen de afuera y por eso no reflejan tanto nuestra realidad, nuestra identidad, nuestro lenguaje o nuestro cotidiano". Derecho de piso se distingue justamente por ese abordaje de un tema que es muy propio y, al mismo tiempo, universal. Ambos creadores aseguran que estrenar en este contexto es "un delirio, un orgullo y también un privilegio". "Lo mejor que se puede hacer hoy en día es invertir tiempo, dinero y entusiasmo en una sala de teatro", concluyen.
*Derecho de piso puede verse los jueves a las 21 en Galpón de Guevara (Guevara 326) y las entradas pueden adquirirse a través de Alternativa Teatral.