“Ahora es la siesta /en Munrock City /el sonido / intermitente / de la casa / y el afuera / son una mixtura acá todavía / el sol da / sobre casas bajas / y una siente / que se reparte / todo por igual”. Gabriela Mena es una mujer de sesenta y tres años que vivió múltiples vidas, y afirma ser el testimonio viviente de que la literatura puede ser una constante salvadora. Su camino, marcado por una estrella tatuada en la frente y una vasta experiencia en diversos oficios, la trajo hasta la actualidad, dónde es editora y estudiante de la carrera de Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes.

Fue vendedora de camisas, estudiante de periodismo. Después azafata, encuestadora, camarera. Voló aviones, caminó villas, limpió mesas. Vendió seguros y muebles. Vivió en hoteles cinco estrellas, en hoteles alojamiento, en regimientos, casinos de oficiales y en hostels. La única constante fue la escritura. En todos esos lugares, escribió.

La mayor de cinco hermanos de una familia de clase media. El trabajo estaba siempre primero. Vive en Munro, “no me voy más de acá. Porque este mundito lo entiendo, se parece a lo que era el barrio cuando yo era chica y yo elijo escribir desde Munro, un barrio de laburantes” dice Mena, quien también escribió un fanzine de poesía que se llama “Munrock city”. Se trata de una plaqueta ilustrada desplegable, con ilustraciones de Florencia Rojas y con la edición de León Pereyra, su hijo.

Uno de los poemas reza “Todo es mucho/ y más barato/ en Munrock City/hay como un regocijo/de ser quien es uno/sin imposturas”. Desde su casa se oye la campana del tren que va a Villa Rosa, un tren rojo, muy distinto a los trenes celestes de la línea Tigre. Mena destaca el color rojo del tren, apasionado, como las personas que se visten de colores vibrantes o los hombres que viajan parados cuando salen del trabajo con el pelo mojado, bebiendo cerveza. “Hay algo de lo indecible del barrio y su mística, que yo intento capturar en mis poemas” observa.

Antes de embarcarse en su carrera como azafata, estudió periodismo en el Círculo de la Prensa, tras abandonar la carrera de Letras. Sin embargo, la necesidad de trabajar la llevó a dejar sus estudios. Entre 1980 y 1991, voló para Aerolíneas Argentinas durante sus dos primeros matrimonios, desempeñándose como comisario de abordo. También fue delegada gremial y se opuso a la privatización de la empresa, lo que resultó en su despido.

“Volar y escribir poesía no tienen nada en común. La que dijo la posta fue Woolf: para escribir, una mujer tiene que tener dinero y un cuarto propio” dice Mena.

Ella se convirtió en poeta a los doce años, cuando escribió su primer poema y descubrió que la poesía era su lenguaje, el único capaz de expresar sus pensamientos de la manera que deseaba. Pero fue a los cincuenta y ocho, cuando decidió pasarse del otro lado del mostrador y se convirtió en editora.

Su editorial se llama “Todxs Leemos” y se define como una editorial independiente que rescata voces acalladas. “Yo sacaba algunos libros a través de la editorial Subpoesía, que era de mi hijo. Hasta que en un momento él me dijo: mamá, tenés que hacer tu propia editorial. Lo que vos querés editar no tiene nada que ver con mi catálogo”. Mena ya sabía, por supuesto, a quien quería editar, se trataba de María Emilia Cornejo, una poeta peruana reconocida por sus poemas feministas, aunque olvidada por el canon literario.

Encontró unos pocos poemas de María Emilia Cornejo buceando en la red y los atesoro. Entre ellos, uno destacaba especialmente: "Soy la muchacha mala de la historia". A pesar de conocer poco sobre esta poeta, sentía una profunda conexión con su obra. Su poesía, poderosa y resonante, capturaba la esencia de los días de la marea verde, reflejando las voces de las mujeres que estaban en las calles en ese momento. Cornejo había fallecido en 1974. Así fue que se contactó con la hermana gemela de María Emilia y le pidió los derechos. Para su sorpresa, se los concedieron. El libro “En la mitad del camino recorrido” salió en 2018 por su sello editorial “Todxs leemos” y con arte de tapa de Aldana Antoni. La poesía de Cornejo se internacionalizó oficialmente con esta edición que incluyó todos los poemas del poemario póstumo, además de un archivo fotográfico con nuevas imágenes de la poeta, que proporcionó la familia Cornejo.

Tras la edición inicial en Argentina, la obra de María Emilia Cornejo fue publicada nuevamente en Perú. El Fondo de Cultura Económica también lanzó una nueva edición de su trabajo. Lo que comenzó con una tirada de cien ejemplares financiada con los ahorros de su jubilación cobró vida propia. “Los libros, como botellas lanzadas al mar, siguen trayectorias imprevistas y, a veces, llegan a puertos inesperados con un destino feliz” afirma Mena.

Mena viajará a Lima el 13 de agosto, invitada por Ana Cornejo, la hermana de María Emilia para participar de unas jornadas de poesía en la Universidad de San Marcos, en homenaje a María Emilia, quien estudió en esa misma institución. Se trata de su primera invitación a viajar como editora.

“Luego de la publicación del libro de María Emilia, quebré. Tuve que pasarme al formato fanzine impreso en casa y cosido a mano. Para mí lo más difícil es que hay que feriar para vender. Y a mí no me da el cuerpo, la verdad”.

Los fanzines, que son lo que ahora publica con su editorial. Son una manera de que todos sigan leyendo y publicando, en tiempos de crisis. Entre ellos se destaca uno que realizó con poemas de Anna Ajmátova. La edición está traducida por la poeta bielorrusa Natalia Litvinova e incluye un prólogo y un epílogo de Juan Forn. “Tanto Natalia como Juan fueron muy generosos cuando los contacté para armar ese fanzine. Yo siento que sin ellos, el libro no sería el mismo, que está hecho a seis manos.”

Los tiempos de crisis son duros para las editoriales independientes. Mena opina que las grandes editoriales no sienten tanto la crisis, porque al tener más recursos, pueden administrarlos. “Pero cuando publicás por puro amor al libro con bajos recursos, resistís todo lo que podés y a veces te das por vencida”.

Aunque Mena no pueda publicar nuevos materiales, por el momento elige seguir editando en su computadora y guardando el material en espera de tiempos mejores. Además, asegura creer en la fuerza de los jóvenes que vienen detrás de ella. “A pesar de los tiempos difíciles, creo que el gran editor de libros es el tiempo. Nunca sabemos cúal libro va a sobrevivir para llevar su voz a las próximas generaciones de lectores. Lo que pasó con el libro de María Emilia Cornejo me enseñó eso”.