En un hecho inédito, una mujer en Rosario hizo una presentación judicial para recuperar su estado civil de “soltera”, tras haber estado casada, sin tener hijos ni bienes en común con su esposo, y divorciarse. “El estado civil es una carta de presentación. Quiero sacarme de raíz la etiqueta de divorciada”, contó a Página 12 Marcela Ramirez, la impulsora de la demanda. Tiene 33 años y la mueve el perjuicio emocional que --sostiene-- le ha generado en su entorno social tener que dar explicaciones una y otra vez sobre el breve tiempo que duró su matrimonio. La pareja se separó en el primer aniversario de su boda.
La presentación judicial se hizo el lunes. “Se presentó una sumaria información, que es un juicio que no va contra nadie, sino que es simplemente para que un juez declare algo. Dicho de otro modo, es un proceso de jurisdicción voluntaria, en el que la función judicial --ante asuntos de índole “no contenciosa”, que suponen la inexistencia de un conflicto-- se limita a verificar un supuesto de hecho, no mediando controversia alguna a resolver sino la verificación de ese estado, concluyendo allí toda actuación”, explicó a Página 12 la abogada patrocinante, Tamara Altamirano.
La causa tramita ante el Juzgado de Primera Instancia Civil y Comercial de la Décima Nominación de Rosario, a cargo de Mauro Bonato. Puntualmente, Ramírez pidió el cambio de estado civil, manteniendo el divorcio vincular efectuado, pero “procediendo a la inscripción en Registro Civil y Capacidad de las Personas, Registro Nacional de las Personas (RE.NA.PER) y/o cualquier institución y/u organismo, público y/o privado, adoptando la denominación: Soltera”.
La demandante vive en Rosario, se graduó de abogada pero nunca ejerció y se dedica a hacer masajes descontracturantes, reiki y otras terapias alternativas. Se casó el 3 de marzo de 2018 “después de once años de estar juntos en una relación muy feliz” pero un año más tarde, el 10 de marzo de 2019, decidieron separarse. Se divorciaron formalmente en 2021. “Recibí el divorcio con mucha alegría pero lo que me llegó de parte de la sociedad fue muy distinto”, contó a este diario Ramírez, que está nuevamente en pareja.
En la presentación judicial, narró los motivos que fundamentan su petición: “Al momento de divorciarme tenía menos de 30 años. Habíamos tenido un próspero noviazgo de 11 años cuando decidimos casarnos, nuestras familias estaban encantadísimas, ya compartíamos un hogar, un auto, teníamos hasta el perro y el gato. Un día cercano al aniversario de bodas, por motivos íntimos, decidimos que la relación debía terminarse; no como un drama, no como una novela, no como un fracaso, sino como un ciclo que se termina”, contó Ramírez.
Es llamativa, sin embargo, la afectación que --detalla-- sufrió tras el divorcio. Enfatizó que “a aquella situación, ya de por sí difícil, no solo se sumó la total incomprensión del círculo familiar sino la enorme e inesperada presión social que apareció al 'salir a la luz' una vez que pasó la tormenta”. Al respecto describió que “la presentación 'Hola, soy Marcela y soy divorciada', se convirtió en un verdadero peso para ella. Incluso, se vio tan afectada que se planteó, según detalla en la demanda, “no querer conocer a nadie para evitar la presentación, el tener que responder preguntas realmente odiosas disparadas en tonos realmente odiosos (“¿tan pronto se casaron y se divorciaron?”, “¿por qué se divorciaron?” seguida de “¿y por qué se casaron entonces?”, “pero ¿vos cuántos años tenés?”, etc.), la mirada de soslayo de hombres, mujeres y niños de todas las edades, pero sobre todo de aquellos que bien podrían haber sido amigos”. Así describió “la carga que significa esa etiqueta 'de por vida'” --fuera literalmente “divorciada” o encubierta por un “casada en segundas nupcias--””
En diálogo con este diario, Ramírez dijo que también pensó en aquellas personas que se divorcian luego de haber tenido una relación conflictiva, violenta, y en las que no se divorcian por miedo al rechazo social o en quienes se “separan” acarreando más o menos la misma etiqueta de “soy separada/o”. Es curiosa, de todas formas, la afectación que manifiesta de un estado civil que, finalmente, no es más que eso.
Pero en su caso, no poder recuperar su estado civil de “soltera”, lo considera “una injusticia". Contó también que en un primer momento su excónyuge también era partidario de buscar este camino legal para recuperar juntos la soltería. Pero luego él no se sumó al reclamo judicial por motivos personales, dijo.
“Empecé a hacer un sondeo entre amistades y me encontré con muchas otras personas a las que también les gustaría recuperar el estado civil de solteros”, destacó Ramírez a Página 12. La idea de hacer la presentación judicial, explicó, empezó primero como “un chiste” hasta que finalmente decidió concretarla.
“Si los delincuentes (condenados, con sentencia cumplida y/o pena prescripta, por ejemplo), no tienen que acarrear esa 'mancha' toda su vida; si los quebrados pueden recuperar también su plena libertad económica sin llevar un lazo o un sello en la frente que diga 'no te asocies conmigo porque seré un mal socio' perpetuamente, me pregunto por qué debo llevar una denominación que significa para mí tanto o más que 'objeto usado' o 'de segunda mano'. Insistimos, ¿por qué no puede volver a ser soltera?”, señala la presentación judicial, entre otros fundamentos.
Afirma además que esta petición “busca una mejora de la calidad de vida de personas que no se sienten identificadas con el estado civil que llevan, buscando la no discriminación, la igualdad de oportunidades y en realidad el acceso a la salud psíquica de la persona, y en tal sentido debe dejarse aclarado que ello no significa piedra libre para cualquiera que quiera cambiarse el estado civil por una cuestión de preferencia o capricho, por el contrario, ello será así en la medida que se acredite justa causa”.
En su caso, considera que padece una “disforia civil”. “La disforia es un estado psicológico de insatisfacción, frustración, malestar o inquietud. Es una emoción que resulta molesta, incómoda o fastidiosa, y que puede vincularse a la irritabilidad o a la tristeza. La disforia suele ser una reacción ante un estímulo, un hecho o un acontecimiento que genera estrés o conflicto”, argumenta en la presentación judicial. Dice también que está frente a un “cepo civil”, porque se le restringe la posibilidad de cambiar su estado civil y se siente “atrapada en el 'Divorcio', ese rótulo que no le permite comenzar una nueva vida”.