La semana pasada les hablaba sobre la cantidad de columnas que escribo por año sobre la transfobia. Creo que en 2024 voy a superar mi récord. Lejos queda la pretensión de que la violencia hacia nuestras identidades disminuya: hoy la televisión se volvió un foco a la hora de difundir mensajes de odio.

Debo confesarles que, en esta ocasión, la indignación que tengo es mayor. Hace unos días, en el reality Survivor: Expedición Robinson, una participante del programa fue la encargada de turno para difundir un nuevo mensaje de odio trans frente a cámara. Lo expuso sin ponerse colorada ni registrar que podía estar diciendo algo que daña. Sus dichos no solo atrasan 25 años, además dejan en evidencia un prejuicio instalado sobre nuestras identidades. Algo que es importante mencionar es que Malvina, la participante en cuestión, tiene un puesto de directora en una escuela rural. Parece que en su establecimiento no se estaría aplicando la ESI, obligatoria por ley en todas las escuelas de nuestro país. Pero poner el foco solo en ella sería restarle gravedad a este asunto, que es mucho más profundo de lo que imaginan.

“La isla desierta” no logra captar la atención del público a partir de los desafíos que plantea la supervivencia, ni por las competencias físicas e intelectuales, así que se concentra en desnudar las miserias humanas, exponerlas y amplificar los mensajes de odio utilizados para hacer rating. Desde el comienzo de Gran Hermano, venimos debatiendo sobre la responsabilidad de Telefé a la hora de instalar contenido polémico en su pantalla. Con la excusa de que es un reality, ellos se lavan las manos con el argumento de que lxs participantes no son ejemplo de nada, solo están ahí viviendo esta realidad de 24 horas.

¿Bajo esta presunción está todo permitido? ¿O estarían siguiendo la línea machista y transfóbica consecuente con el gobierno nacional? A mí me resulta evidente que la estrategia de los realizadores tiene un objetivo claro y se le ven mucho los hilos. Cada vez los mensajes son más virulentos y buscarroña. ¿Nos van a seguir mintiendo sobre la falta de injerencia en los contenidos? Les toman el pelo a los televidentes: dicen que es una isla desierta y de fondo se ve una moto; dicen que es un reality de supervivencia y en el fondo es un documental de la realidad dramática que vivimos.

Lxs productores, desesperadxs en busca del rating, intentan generar polémica, promover la violencia, mostrar el morbo y sembrar mensajes de odio servidos en bandeja. Se puede comprobar en la edición y en los cortes del programa que eligen para promocionar y publicar en su gran maquinaria de difusión, para la que las personas no importan y la inclusión, menos.

No llevan a una persona trans para visibilizar la diversidad humana: la ubican allí como fenómeno para exponer la violencia y los prejuicios de una sociedad que está al límite de toda tolerancia y necesita cualquier excusa para salir a odiar y discriminar. El canal de la familia, de los programas de contenido blanco y figuras inalcanzables, quedó atrás. Hoy la violencia y los discursos de odio son moneda corriente.