Desde Caracas

Al cierre de esta edición, en Venezuela aún no se sabía quién ganó las elecciones. En medio de una tensión creciente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) no había anunciado los resultados a las 23:30 (hora local, una menos que en Argentina), casi seis horas después del cierre de urnas. El pronóstico era completamente incierto y, en medio de versiones cruzadas y festejos anticipados, los 28 millones de habitantes del país se mantenían en vilo, a la espera de saber el vencedor de unos comicios que son también muy importantes para la región. El triunfo se lo disputan el chavista Nicolás Maduro, actual mandatario y candidato por el Gran Polo Patriótico (GPP), y Edmundo González Urrutia, el diplomático que representa a la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), una coalición de partidos de derecha.

Al contrario de lo que sucede en otros países, el CNE sólo anuncia los resultados una vez que la tendencia ya es irreversible. Por eso, más allá de las suspicacias que generaba la tardanza, lo que podía suponerse es que el cómputo final estaba muy parejo y se decidía voto a voto. En otras elecciones, incluso hubo que esperar a altas horas de la madrugada. Antes del anuncio del CNE, funcionarios del chavismo como Diosdado Cabello, avivaron los festejos de simpatizantes del gobierno. A la vez que desde la oposición se adjudicaban también una victoria. El propio González Urrutia tuiteó: "Los resultados son inocultables. El país eligió un cambio por la paz". 

El Presidente Javier Milei extremó la tensión con el gobierno de Maduro. Sin datos oficiales, anunció en un posteo "una victoria aplastante de la oposición". Y agregó: "Argentina no va a reconocer otro fraude y espera que las Fuerzas Armaas esta vez defiendan la democracia y la voluntad popular". 

Una vez que se conozca la voluntad popular, los próximos días serán, sin dudas, muy ajetreados, sea cual sea el resultado. De hecho, ayer por la noche en Caracas ya se respiraba una tensión creciente y una atmósfera pesada, en un país que posee un historial de violencia reciente.

Los escenarios que se puedan abrir a partir de lo que suceda en estas elecciones son muy complejos. En el caso de un triunfo de Maduro, no son pocos quienes temen que la tensión de cara a un fracaso que la oposición no esperaba escale y desemboque en un caos. De hecho, a lo largo de la campaña, los integrantes de la PUD plantearon que la única posibilidad de derrota era a través del fraude, preparando así el terreno para una potencial reacción de sus seguidores.

Si el ganador fuese González Urrutia, en cambio, el quiebre sería abrupto y la transición se revelaría dificilísima: la asunción del nuevo presidente será recién en enero, por lo que quedarían aún seis meses con el chavismo en el poder. Tras la asunción de Hugo Chávez en 1999, esta sería la primera vez en que el movimiento bolivariano pasaría a ser oposición, y nadie sabe muy bien cómo se adaptaría a esas circunstancias.

Otro de los factores trascendentes a tener en cuenta en caso de victoria opositora es el rol que ocuparía en un futuro gobierno la ex diputada María Corina Machado, principal referente antichavista del país. Inhabilitada por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para ejercer cargos públicos durante 15 años por irregularidades en su declaración jurada, fue ella quien eligió a González Urrutia como su “representante”. De hecho, hasta el momento en que ella lo ungió el 20 de abril, el diplomático de 74 años, quien fuera embajador en Argentina durante el gobierno de Chávez, era un completo desconocido en la escena política local.

Con dos proyectos de país radicalmente diferentes enfrentados en las urnas y un resultado aún incierto, la jornada electoral se llevó a cabo con total tranquilidad. Como es costumbre en cada comicio, a las 6 de la mañana el Ejército hizo sonar sus trombones: el toque de diana era la señal de que ya se podía acudir a los centros de votación. Con las primeras luces de la mañana, así, miles de electores salieron a las calles. En las escuelas que recorrió Página/12, por distintos barrios de la capital, el clima en las filas fue siempre alegre y distendido.

A las siete de la mañana, la primera parada de este paseo electoral por Caracas fue el barrio Los Chaguaramos, donde decenas de personas ya estaban esperando para “ejercer su derecho”, como animadamente decían. Hombres y mujeres compartían arepas y café caliente; incluso, algunos que ya habían emitido su voto se quedaban luego, para compartir el día con vecinos y familia. “Los venezolanos somos así -dijo un vendedor de golosinas-; la verdad es que a nosotros nos encanta votar”.

A las ocho y media llegó el turno de visitar El Valle, donde la fila para votar se extendía por toda la cuadra y la gente esperaba con calma. En aquellos momentos, parecía que la participación, en un país en el que el voto no es obligatorio, sería abrumadora. Luego, en Petare, alrededor de las escuelas también reinaba el buen ánimo, con la diferencia de que en este barrio popular la música salía por las ventanas de las casas. Mientras los mayores entraban a los colegios, los niños y niñas en la plaza jugaban en la calesita y el tobogán. A tan solo dos horas del cierre de las urnas, en el barrio El Paraíso, la cantidad de gente ya era mucho menor; de hecho, la merma de afluencia a lo largo del día fue evidente y notoria.

En cada parada, esta cronista conversó con decenas de votantes, y en cada una de esas charlas primó una respuesta, más allá de la ideología: “la gente celebra la democracia y, gracias a Dios, la elección se está celebrando en paz”. En la misma línea habló Maduro luego de emitir su voto a primera hora: “Dije que iba a llegar en paz y en paz llegó. Si hay algo que preservar y defender es la paz, la armonía, la convivencia de los venezolanos”. Esta idea de que el candidato del chavismo era el único que podía preservar la estabilidad social fue muy utilizada a lo largo de la campaña. De hecho, la referencia al posible “baño de sangre”, que molestó al presidente brasileño Lula da Silva, refería a lo que sucedería, para él, en caso de que ganase la oposición.

A diferencia de lo que pasa en otros países de la región, el sistema electoral venezolano es electrónico. Los votantes ingresan a lo que se llama “la herradura” y, una vez allí, tocan una pantalla en la que aparecen los rostros y nombres de los candidatos. Luego, reciben un comprobante con la constancia de su elección y lo colocan en una urna, de las cuales se audita alrededor del 90% para corroborar la paridad con el conteo computarizado.

Los sitios donde se instalan estas máquinas suelen ser escuelas y otras instituciones que funcionan como centros electorales. Todas fueron custodiadas durante la jornada por miembros del Ejército Bolivariano, algo habitual en cada comicio. También se vio a muchos militantes de diferentes partidos fiscalizando y asistiendo a los ancianos. Hubo unos pocos incidentes en algunas regiones del país, pero, en general, la votación se desarrolló sin mayores problemas, aunque el clima por la noche se estaba volviendo cada vez más espeso y la posibilidad de incidentes -frente a la alegría de unos y la desazón de otros- se percibía latente. En varias plazas del país, incluso, se habían empezado a juntar militantes de ambos bandos esperando por un posible triunfo.

La campaña de Maduro se caracterizó por evocar permanente el legado de Hugo Chávez, el líder histórico de la Revolución Bolivariana, y combinar prédica política, baile y música casi en partes iguales. Llegó a hacer hasta cuatro actos en un día, en ciudades diferentes y, frente a todas las multitudes que lo vitorearon, repitió su gran promesa de campaña: un plan de siete transformaciones enfocado especialmente en la economía.

El primer ítem de esas siete reformas plantea una “nueva etapa económica”, basada en “un programa de estabilización, recuperación y crecimiento sostenido” que incluye el fin del ciclo hiperinflacionario, un sistema cambiario multimonetario, la total soberanía alimentaria y la industrialización más allá del petróleo. En términos geopolíticos, la búsqueda se orienta al ingreso en los BRICS.

Por su parte, a lo largo de la campaña, Machado aupó a González Urrutia en algunas ocasiones, pero en otras -la mayoría- lo corrió del centro de la escena, que siempre ocupó ella. De hecho, Maduro lo llamaba un “candidato títere”. Muy notoriamente, fue la ex diputada quien protagonizó todos los eventos.

En esos actos, la oposición planteó como uno de sus grandes ejes terminar con “la dictadura chavista” y devolver la libertad a Venezuela. Cercanos a Javier Milei y a las propuestas de la derecha regional, su programa de gobierno propone la privatización de las empresas públicas, la reducción del Estado y abunda en consignas de libertad y libre comercio. En un documento que presentaron, se enumeran siete puntos con los que iniciar lo que ellos llaman “el regreso a la democracia”. Estos son: libertad, unidad, consenso, civilidad, estado de derecho, reencuentro y sentido de urgencia.

“Es hora de que el pueblo de Venezuela tenga la oportunidad de un futuro mejor: ¡Apoyen a María Corina!”, twitteó Elon Musk a las 16.25, citando un mensaje en el que Machado agradecía el apoyo de Javier Milei. Más allá de los deseos del multimillonario, nueve horas después Venezuela aún aguardaba por el veredicto más esperado. La campaña fue muy larga, pero la noche lo será todavía más…