Desde Caracas

Uno de los eventos políticos más importantes del año, en un país que desde hace tiempo tiene todos los ojos del mundo encima, finalizó con una victoria muy celebrada por el oficialismo. Con el 51.20% de los votos, Nicolás Maduro, representante del Gran Polo Patriótico (GPP), ganó las elecciones presidenciales en Venezuela y seguirá gobernando hasta 2031.

"No podrán jamás con la dignidad del pueblo de Venezuela. El fascismo en Venezuela, la tierra de Bolívar y Chávez, no pasará ni hoy, ni nunca", celebró Nicolás Maduro, mientras los manifestantes gritaban "No volverán". También denunció un "hackeo informático masivo" que hizo que se pospusieran los resultados oficiales, "para lo que ya estaba cantado, el grito de fraude". "Esta película ya la he visto varias veces, es la película de la extrema derecha", afirmó.

A las 24:10 de la noche (hora local), Elvis Amoroso, el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) bajó las escalinatas del edificio en que se ubica el organismo y se sentó frente a las cámaras. En ese momento, el país se paralizó. Entonces, el funcionario dio a conocer los resultados: 5.150.092 de votos para Nicolás Maduro y 4.445.978 (44, 2) para su principal opositor, el diplomático Edmundo González Urrutia, de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD). Tras el anuncio, comenzaron los bocinazos y en varias partes del país se desataron los festejos.

Si bien el chavismo se mostró muy confiado a lo largo de toda la campaña, varias encuestadoras habían vaticinado un amplio triunfo de la oposición de derecha. De hecho, lo siguieron haciendo este domingo, durante toda la tarde. Por eso la victoria de Maduro tomó por sorpresa a muchos de sus contrincantes. Al cierre de esta nota, todavía no se habían pronunciado ni González Urrutia ni su mentora, la ex diputada María Corina Machado.

Antes, en medio de versiones cruzadas y festejos anticipados, funcionarios del chavismo como Diosdado Cabello, avivaron los festejos de simpatizantes del gobierno. A la vez que desde la oposición se adjudicaban también una victoria. El propio González Urrutia tuiteó: "Los resultados son inocultables. El país eligió un cambio por la paz".

El Presidente Javier Milei extremó la tensión con el gobierno de Maduro. Sin datos oficiales, anunció en un posteo "una victoria aplastante de la oposición". Y agregó: "Argentina no va a reconocer otro fraude y espera que las Fuerzas Armadas esta vez defiendan la democracia y la voluntad popular".

Los próximos días serán, sin dudas, muy ajetreados. La oposición sostuvo durante todo el proceso que una potencial victoria de Maduro sólo podía obtenerse por medio del fraude. En un país que vivió momentos de mucha violencia en tiempos recientes, muchos analistas temen que la tensión de cara a un fracaso inesperado escale y desemboque otra vez en un caos. Ayer, a eso de las 17, en algunos barrios identificados con la clase alta de Caracas empezaban ya a escucharse cacerolazos, acaso como acto reflejo de lo que vendría después.

Una elección tranquila

Antes, la jornada electoral se había llevado a cabo con total tranquilidad. Como es costumbre en cada comicio, a las 6 de la mañana el Ejército hizo sonar sus trombones: el toque de diana era la señal de que ya se podía acudir a los centros de votación. Con las primeras luces de la mañana, así, miles de electores salieron a las calles. En las escuelas que recorrió Página/12, por distintos barrios de la capital, el clima en las filas era siempre alegre y distendido.

A las siete de la mañana, la primera parada de este paseo electoral por Caracas fue el barrio Los Chaguaramos, donde decenas de personas ya estaban esperando para “ejercer su derecho”, como animadamente decían. Hombres y mujeres compartían arepas y café caliente; incluso, algunos que ya habían emitido su voto se quedaban luego, para compartir el día con vecinos y familia. “Los venezolanos somos así -dijo un vendedor de golosinas-; la verdad es que a nosotros nos encanta votar”.

A las ocho y media llegó el turno de visitar El Valle, donde la fila para votar se extendía sobre toda la cuadra y la gente esperaba con calma. En aquellos momentos, parecía que la participación, en un país en el que el voto no es obligatorio, sería abrumadora. Luego, en Petare, alrededor de las escuelas también reinaba el buen ánimo, con la diferencia de que en este barrio popular la música salía por las ventanas de las casas. Mientras los mayores entraban a los colegios, los niños y niñas en la plaza jugaban a la calesita y el tobogán. A tan solo dos horas del cierre de las urnas, en el barrio de El Paraíso la cantidad de gente ya era mucho menor; de hecho, la merma de afluencia a lo largo del día fue evidente y notorio.

En cada parada, esta cronista conversó con decenas de votantes, y en cada una de esas charlas primó una respuesta, más allá de la ideología: “la gente celebra la democracia y, gracias a Dios, la elección se está celebrando en paz”. En la misma línea habló Maduro luego de emitir su voto a primera hora: “Dije que iba a llegar en paz y en paz llegó (la elección). Si hay algo que preservar y defender es la paz, la armonía, la convivencia de los venezolanos”. Esta idea de que el candidato del chavismo era el único que podía preservar la estabilidad social fue muy utilizada a lo largo de la campaña. De hecho, la referencia al posible “baño de sangre”, que molestó al presidente brasileño Lula da Silva, refería a lo que sucedería, para él, si ganaba la oposición.

Lejos estuvieron los ánimos que se agitaron desde algunos sectores políticos y mediáticos (locales e internacionales) sobre un posible fraude y es que, más allá de la buena predisposición que se notaba en la gente, el sistema electoral venezolano es electrónico y expeditivo. Los votantes ingresan a lo que se llama “la herradura” y, una vez allí, tocan una pantalla en la que aparecen los rostros y nombres de los candidatos. Luego, reciben un comprobante que les asegura que lo elegido fue lo emitido y lo colocan en una urna, de las cuales se audita alrededor del 90% (o el 100% si fuese necesario) para corroborar la paridad con el conteo computarizado.

Los sitios donde se instalan estas máquinas suelen ser escuelas y otras instituciones que funcionan como centros electorales. Todas fueron custodiadas durante la jornada por miembros del Ejército Bolivariano, algo habitual en cada comicio. También se vio a muchos militantes de diferentes partidos fiscalizando y asistiendo a los más ancianos. Hubo unos pocos incidentes en algunas regiones del país, pero, en general, la votación se desarrolló sin mayores problemas.

La campaña de Maduro que finalmente lo llevó a la victoria se caracterizó por evocar permanentemente el legado de Hugo Chávez, el líder histórico de la Revolución Bolivariana, y combinar prédica política, baile y música casi en partes iguales. Como inmerso en un frenesí, llegó a hacer hasta cuatro actos en un día, en ciudades diferentes, y frente a todas las multitudes que lo vitorearon, repitió su gran promesa de campaña: un plan de siete transformaciones enfocado especialmente en la economía.

El primer ítem de esas siete reformas plantea una “nueva etapa económica”, basada en “un programa de estabilización, recuperación y crecimiento sostenido” que incluye el fin del ciclo hiperinflacionario, un sistema cambiario multimonetario, la total soberanía alimentaria y la industrialización más allá del petróleo. En términos geopolíticos, la búsqueda se orienta al ingreso en los BRICS. También se desarrollaron iniciativas que se tomarían en ciencia y tecnología, ecología, cultura, poder popular y derechos humanos.

Sin embargo, no sólo de propuestas se construyó su triunfo. También hubo ataques directos a sus rivales: según él “la extrema derecha radical fascista”. A González Urrutia lo describió como “un títere y monigote de los gringos”. Y hasta apuntó contra el presidente argentino Javier Milei, redoblando la apuesta en más de una ocasión: “Yo en estos días lo dije y él se puso bravo, pero es la verdad, ese Milei es un malparido nazi y fascista, le está pasando la motosierra a los trabajadores, a las trabajadoras; la verdad es la verdad”. “Es hora de que el pueblo de Venezuela tenga la oportunidad de un futuro mejor: ¡Apoyen a María Corina!”, twitteó Elon Musk a las 16.25, citando un mensaje en el que Machado agradecía el apoyo del mandatario argentino.

Lo que le espera a Maduro, una vez que terminen las celebraciones por su victoria, es, de todas formas, un escenario bastante complejo. Según la Agencia de Refugiados de la ONU, más de 7 millones de venezolanos se encuentran en el exilio, la mayoría debido a la crisis humanitaria que asoló al país en tiempos recientes. Sin embargo, hay varias señales positivas. Este triunfo se da en el marco de una recuperación gradual pero palpable. Para este año, de hecho, Venezuela se convirtió en el país con el pronóstico de crecimiento más alto de la región, según organismos internacionales como el FMI (4,5%) y la CEPAL (4%). De acuerdo a los datos del gobierno, además, el país pasó de importar el 60% de la comida que consumía, a producir el 95% en el propio territorio.

“No pudieron con nosotros ni podrán jamás”, repitió incansablemente, como un mantra, el presidente al final de cada uno de sus actos. Ayer, al menos hasta las próximas elecciones, las urnas le dieron la razón. Lejos de los pronósticos de extinción que avizoraba la derecha del continente, el chavismo recibió un gran soplo de vida y tomó impulso para los tiempos difíciles que se le vienen.