La comunicación popular está inevitablemente relacionada con América Latina aunque se reconozcan expresiones similares en otras latitudes del universo. También porque las prácticas de comunicación popular existen asociadas a la vida política y social de nuestros países, a su historia y a sus avatares de todo tipo. Porque tal como lo señala Ramón Burgos en el “Vocabulario crítico de las ciencias de la comunicación” (de Charras, D., Kejval, L., Hernández, S., coord., Pinguin Random House Grupo Editorial S.A., Buenos Aires, 2024) “la comunicación popular es una praxis y, como tal, está situada”. Y agrega el investigador argentino que “tal situacionalidad refiere a las temporalidades y espacialidad en juego en el específico contexto en que tiene lugar cada una de las experiencias”.

Usando la libertad de interpretar la aseveración de Burgos se puede afirmar que la comunicación popular no refiere a una modalidad propia de hacer la comunicación, sino a prácticas comunicacionales de diverso tipo situadas en el territorio de lo popular y a sus actores. Es así que frente a cambiantes situaciones y escenarios, ya sea políticos sociales o tecnológicos, las respuestas se renuevan y se ajustan en función del los actores populares y a su propósito emancipador en la historia.

Bien lo señalaron en otro libro reciente Ana Cristina Suzina y Jair Vega-Casanova (organizadores) cuando admiten que en Europa se ha podido escuchar que “la comunicación popular estaría muerta, que sería asunto del pasado, de los tiempos de (Jesús) Martín-Barbero”. Sin embargo, afirman, “lo que nos enseña el mismo Martín-Barbero (…) es que no solo no puede estar muerto un abordaje que nace de su enraizamiento junto a los pueblos, como sigue vigente y necesario para responder apropiadamente a los desafíos de un mundo globalizado que toma la comunicación como ‘clave de un nuevo modelo de sociedad’ ” (“La comunicación popular en nuestra América: visiones y horizontes”, Friedrich Ebert Stiftung, Bogotá, 2024).

Como lo ha dicho alguna vez María Cristina "Marita" Mata, maestra de comunicadoras y comunicadores en Argentina y en América Latina, lo que hace popular a la comunicación popular es el sujeto que la protagoniza. Porque es la acción histórica de los actores la que permite que sus saberes, habilidades y prácticas, hagan emerger valores, modos de comportamiento y hasta normas que constituyen el proyecto social de una comunidad. La comunicación popular es práctica y escenario para demandar, reclamar, reivindicar.

De allí que frente a ciertos planteos que pretenden establecer el “fin” de la comunicación popular por razones políticas o, en otros casos, porque así lo estarían determinando la vigencia casi avasallante de nuevos desarrollos tecnológicos, es preciso volver a reafirmar que la comunicación popular no es más ni menos que una forma de relatar la historia, los procesos sociales, políticos y culturales. Una manera de contar nuestra historia que es presente y es memoria. Presente que irrumpe en nuevas formas, estrategias y soportes, sin perder el sentido generado por sus actores protagónicos, pero que sigue cargado de estéticas, de lenguajes que emergen de las raíces populares y se continúan enriqueciendo y alimentando desde la subjetividades que anidan en la trayectoria de cada una de las comunidades.

No hay posibilidad alguna de dar por clausurada la experiencia de la comunicación popular y comunitaria en América Latina mientras haya personas, grupos y comunidades dispuestas a hacer del escenario de la comunicación un territorio de lucha por los derechos, un terreno de disputa simbólica que no está atado a los medios y a las estrategias, porque los unos y las otras se ajustan a los propósitos y al sentido de las búsquedas que surgen del pueblo.

Tal como dicen Suzina y Vega-Casanova en el libro antes citado “la comunicación popular está viva para seguir preguntando si esa comunicación es la que estandariza los diferentes ámbitos de la vida o la que dialoga con la experiencia de movimientos sociales, con la vocación feminista del cuidado y con la valoración del orden colectivo”. Porque, agregan, “la comunicación popular, y en particular desde sus perspectivas latinoamericanas, encarna profundas relaciones entre sujeto y colectividad, entre cuerpo y territorio, entre práctica comunicativa y política, entre sentimiento y pensamiento, entre trabajo y lúdica, entre cohesión y emancipación, relaciones que en otros contextos podrían verse bien como contradictorias, excluyentes o no deseables”.

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