Hubo un día en que la vida del uruguayo Milton Blanco dio un enorme vuelco. Un día de 1992, justamente quinientos años después de la llegada de Colón al continente, en que le dio por estudiar los secretos de la quena en el Centro Coya. “Era el timbre, la voz que andaba buscando”, asegura. Hasta ahí, su cosmovisión musical se repartía entre reminiscencias de su niñez en el pueblo uruguayo de Juan Lacaze, donde murgueaba en carnaval al paso de murgas como Los Charoles, y escuchaba las canciones de José “el Sabalero” Carabajal. “Descubrí en el Centro Coya que detrás de la música del instrumento estaba palpitante un mundo que a veces no percibimos. Me refiero a las melodías criollas y las originarias, con todo el universo que representan”.

El resultado de esa incursión en el mundo de la quena se podrá apreciar este sábado 3 de agosto a las 17 cuando el multiinstrumentista –porque es lo que es, al cabo- presente su flamante disco La quena que nombro, en el Museo Etnográfico (Moreno 350). “Elegí el museo porque hay allí exhibidas ocho quenas halladas en Jujuy, que tienen de 4000 años de antigüedad”, cuenta Blanco, que se ha tomado el trabajo de analizar esos instrumentos antiquísimos y compararlos con las que se construyen hoy. “Fuimos al laboratorio de arqueología con mi colega, el lutier Ángel Sampedro, tomamos medidas, hicimos cuatro réplicas, y concluimos que son muy parecidos. Esto eso pareciera mostrar una línea de tiempo que no se ha interrumpido en cuatro milenios”.

-Solés considerar a la quena como un presente de resistencia. ¿Se vincula esto con el descubrimiento que hiciste?

-Sí, porque la quena es un instrumento del presente y tiene un origen milenario. La más antigua que conocemos está en un museo del Perú y tiene 9000 años. Hay que tener presente que desde su creación hasta ahora, la quena atravesó guerras, terremotos, inundaciones, conquistas y avasallamientos. Sin embargo, se la siguió construyendo y sigue resistiendo. No sabemos quiénes fueron sus creadores ni que lengua hablaban, pero ellos lograron hacer cantar a un objeto inerte limando el borde de un tubo.

La quena que nombro, el disco en que Blanco muestra el resultado sonoro de su investigación, está poblado por seis piezas que nombran al instrumento, en una especie de diálogo entre esas expresiones ancestrales, y estéticas vinculadas a posteriores corrientes migratorias, que se fueron encontrando con aquellas. “La quena que nombro es la quena actual y la histórica”, resume Milton, también ejecutor de guitarra y aerófonos diversos. “Y la nombro porque hasta ahora había publicado solamente música instrumental, pero esta es la primera vez que publico canciones propias cantándolas yo mismo… Nombro a la quena cantándola y canto a la quena nombrándola, digamos”.

La presentación de las seis flamantes piezas irá acompañada por obras de discos anteriores, dos canciones japonesas, y el colectivo artístico #AireyTiempo, integrado por Alejandra Ayrala en danza contemporánea, Afra Cagnoto y Wily Alvarado en danza tango, Hanashiro Alimay a cargo de las canciones japonesas, Richard Fernández en charango y guitarra, y Patricia Demkura en quena y clarinete. “La idea central es contar varias historias que tienen a la quena como protagonista”, resalta el músico, que mechará en el set dos zambas, un bailecito, un yaraví, un huayno, y una milonga rioplatense donde los tambores del candombe entran en sinergia con el instrumento milenario.

El mundo ecléctico de Milton lo tornó apto para interactuar con aerofonistas de todas partes, encares y pareceres. Lo hizo con Jorge Cumbo y Uña Ramos, pero también con el gaitero Carlos Núñez, a quien conoció cuando el músico gallego se interesaba por los folklores del mundo. “Yo le había escrito sobre un parentesco rítmico entre las danzas criollas, y las gallegas y celtas que él tocaba. Luego, me pidió que le enseñara las polirritmias del folklore argentino y tocamos percusión con los objetos que teníamos a mano”, ríe el uruguayo, hacedor de otros cinco discos, y participe de Mujer originaria, trabajo que encontró a Horacio Fontova, Teresa Parodi y Paula Ferré, el marco del bicentenario. “Solamente en reuniones privadas hemos tocado juntos, pero no en situación artística sino dándonos ejemplos con nuestras flautas e imitándonos. Ese tipo de intercambio es fundamental”

-¿Con Uña cómo fue la relación?

-En tertulias que compartimos durante su último viaje al país, donde leímos varios arreglos para quena y orquesta. Esas cosas contra natura que hacemos algunos músicos, ¿no? Miramos papeles, hacemos gestos y decimos que estamos haciendo música (risas). En fin, con ambos tuve la sensación de conocernos desde siempre.

-En medio de todo este mundo mágico, ancestral, aparece el tango. Tu disco debut precisamente se llama Coloraturas tangueras. ¿Cómo es tu vínculo con el 2x4?

-Empecé tocando tango, en verdad. Y aún lo canto y lo toco. Incluso, cuando me invitaron a tocar en festivales de quenistas en México y Perú, yo debía llevar música popular argentina en quena y me preguntaron si también podía llevar tango. Dije que sí, por supuesto. En los años '70, cabe recordar, algunos quenistas tocaban milongas y tangos de la Guardia Vieja, y la verdad que sonaban muy bien, ya que originalmente se habían tocado en clarinetes y traversas. En fin, yo tomé la posta, preparé piezas de Troilo y Piazzolla, y compuse cuatro tangos para quena.