“Consumimos una romantización del cáncer en las películas. Hay mucha desinformación en algunos relatos. Las cuotas de realidad de quienes vivimos la experiencia suman mucho a la hora de construir historias que le sirvan a las personas” dice Florencia Curi, cineasta y escritora, oriunda de La Plata.

Curi escribió el libro Montaña rusa, crónica de un cáncer. Es una novela ilustrada que narra todo lo que sucedió desde que le diagnosticaron cáncer de mama a sus treinta y seis años.

Ella se define como una persona con mucho humor ácido, esa herramienta la acompañó a transitar la enfermedad de otra manera y también le permitió un distanciamiento para poder escribir. A su vez, confiesa que siempre tuvo una personalidad muy emprendedora. Se destaca por siempre encontrarle la vuelta a las situaciones más trágicas. “Cuando una pasa por experiencias así, se pregunta qué tipo de persona fue y qué tipo de persona quiere ser y eso es algo que empezás a trabajar. Yo, al menos lo hice. No sé si me convertí en una mejor persona, pero lo intenté. Pensar en cómo es una con el resto. Te da una perspectiva distinta” agrega Curi.

Curi nació en La Plata, después se fue a vivir a Chajarí (Entre Ríos) y volvió como adulta a estudiar en La Plata. “Para mí las dos ciudades son importantes. Una es dónde tengo la familia heredada y en otra la familia elegida, mis amigas de la Universidad”. Con la ilustradora Marianela Müller y la editora, Maite Diorio se conocieron justamente cursando la licenciatura en Artes Audiovisuales en la UNLP. “Los que vivimos en el interior, despegamos de una ciudad pequeña en donde una va sola desde chica a hacer actividades, no necesitas que te lleven, las distancias son cortas, no tenés miedo a nada. Cuando una llega a una ciudad grande, a La Plata, la forma de desenvolverse es totalmente diferente. Eso implica también una maduración, te tenés que enfrentar con un montón de cosas que en el pueblo no las vivís, en la ciudad estás solo, y lo único que te queda es vincularte con las amistades y ver cómo con las amistades que forjaste en esa vida y en esa carrera universitaria, resolvés tus problemas. Entonces pasan a ser una segunda familia” agrega Curi.

Un día Curi fue a hacerse un control de rutina. No estaba todavía en la edad en la que se realizan mamografías, por lo que la ginecóloga le sugirió hacerse una ecografía como medida preventiva, guiada por su instinto profesional. En la ecografía apareció una mancha inusual, lo que marcó el inicio de un proceso inesperado. En ese momento, ella se encontraba en su mejor etapa laboral y creativa, trabajando mucho y considerando diversas opciones para su futuro, como mudarse al exterior o a capital federal.

Aunque no se había confirmado si era cáncer, el entorno familiar y profesional, que incluía a su madre médica y amigos de la familia, transmitió una sensación de gravedad. Al ver sus rostros, supo instintivamente que los resultados no eran favorables. En lugar de esperar a que le confirmaran el diagnóstico, ella preguntó directamente si era cáncer. Al recibir la confirmación, respiró hondo y se centró en las acciones a seguir. Decidió rápidamente someterse a una mastectomía en lugar de solo extirpar el tumor, optando por un enfoque más radical para evitar futuros problemas.

Fue su amiga Maite Diorio quien le trajo la propuesta de armar un libro, como una forma de atravesar la enfermedad. “Para mí fue como un bastón, algo de lo que agarrarme para transformar el dolor que estaba viviendo” dice Curi.

El libro desde el comienzo se pensó como una novela gráfica, dado que mientras a Curi le realizaban la quimio se le dificultaba mucho leer, algo que amaba hacer. Solo podía observar imágenes. Como siempre pensaron a la novela como una compañera de viaje para quienes están atravesando la enfermedad, decidieron que este fuera su formato. La intención era que, incluso si alguien no podía leer debido a los efectos de la quimioterapia, pudiera al menos encontrar consuelo en las ilustraciones y en la presencia visual del libro.

La ilustración se concibió con la intención de que no fuera meramente descriptiva, sino que tuviera un carácter conceptual y simbólico más profundo. Se buscó que el texto y las ilustraciones ofrecieran significados diferentes; es decir, que lo que expresaba el texto no se reflejara de manera literal en la imagen y viceversa. El proceso estuvo a cargo de Marianela Müller, amiga íntima de Curi.

Para Curi no se trata de que el libro ofrezca una receta de lo que está bien o no. Si no de ofrecer un testimonio de cómo ella lo vivió en cuanto mujer, desde cuestiones ligadas a la belleza, hasta lo que sucede con el cuerpo tratado como objeto, lo que pasa después, entre otras situaciones que pueden ser incómodas y no están visibilizadas. Si bien cree que le puede servir a cualquiera que esté viviendo cualquier tipo de cáncer y a cualquier familiar que esté acompañando a alguien que esté en este proceso.

Curi relata que se le suelen acercar personas para preguntarle qué hacer ante un caso así, cómo apoyar a sus amigos, familiares, parejas. Ella reconoce que es muy difícil saber qué hacer una y más saber qué pedirle al otro. “Nadie te va a decir necesito que estés al lado mío, pero eso es lo que hay que hacer. Estar. Incluso sin decir nada, nadie sabe qué decir”.

“A vos te dan el diagnóstico y crees que vas al oncólogo y él te dice qué hacer y listo. Pero no es así. Lleva un tiempo, hay que estadificar el estado del cáncer y eso conlleva muchos estudios. Por ahí te dan turnos a veinte días, un mes y vos querés saber ya qué hacer porque estás desesperada y hay que tener paciencia. Para mí, estamos muy influenciados por lo que vemos en las películas, donde los tiempos de la narración son otros y no es así la experiencia. Por ejemplo una piensa en los efectos más visibles, la caída del pelo, de las uñas, la descomposición permanente y si bien lo más probable es que te pasen casi todas, hay pastillas por ejemplo para no estar vomitando. Hay una construcción en nuestro cerebro que hace que veamos la enfermedad y que la magnifiquemos de una forma mayor de lo que es, que no significa que no sea gravísima, digamos, y que quizás depende en el estado en el que te toque vivirlo, tus probabilidades de vivir son mayores o menores, digamos. Entonces pienso eso, que hay muchas de esas cosas de desinformación que tienen los relatos que hemos consumido que tampoco nos ayudan y en el libro tratamos de ir contra eso.”

Montaña, crónica de un cáncer es un proyecto autogestivo, pero también contó con financiamiento del gobierno provincial. El libro actualmente se encuentra en pre venta.

Con las colaboraciones de quienes quieran adquirirlo lograrán llegar a imprimirlo durante el transcurso de este año. Se puede colaborar ingresando a su página web montanalibroilustrado.com.ar