Luego de reconocerse en el video que el Ministerio Público de la Acusación divulgó el viernes pasado sobre la fuga de los presuntos asesinos del colectivero Marcos Daloia, Axel Ignacio H., 19 años, se entregó ayer al mediodía a la Policía de Investigaciones (PDI), a instancias de un familiar. Quedó detenido, a cargo del fiscal Patricio Saldutti que lo va a imputar como coautor del crimen del chofer de la línea K, ocurrido el 7 de marzo pasado en Mendoza y México, en esa semana de terror en el que además fueron asesinados con la misma sangre fría dos taxistas y un empleado de una estación de servicios. En este contexto, el joven enfrenta un juicio que podría costarle una pena de prisión perpetua.
El muchacho aparece en esa grabación registrada segundos después del crimen a bordo de una moto conducida por José Mauricio Maturano, un hombre de 37 años que sí ha sido identificado y que está prófugo. Al no poder apresarlo con la policía, el fiscal Saldutti decidió difundir en la prensa el nombre del fugitivo y el video para intentar apurar la captura.
Pero de Axel H. se desconocía la identidad. La línea de investigación central del caso supone que él fue el autor material del asesinato.
Cayó por un video
El gobierno provincial amplificó por todos los medios la detención de este muchacho. Anoche convocó a conferencia de prensa donde el jefe de la PDI, Natalio Marciani, reveló que tras la difusión del video recibieron algún dato que orientó la investigación hacia quién podría ser el acompañante de Maturano y, por ende, el homicida del colectivero Daloia.
"Una de las informaciones coincidió con la línea que veníamos siguiendo, así que fuimos el fin de semana a contactar a un pariente de este sospechoso, y así acordamos que fuera entregado. Eso ocurrió hoy (por ayer) en Rueda y Entre Ríos; inmediatamente quedó detenido y alojado en la sede de la PDI", relató Marciani.
El jefe policial añadió que Maturano y Axel H. son "conocidos de la calle", y habrían actuado a cambio de una suma de dinero, de acuerdo con el plan orquestado desde la cárcel por orden de Alejandro "Chuky Monedita" Núñez a sus contactos fuera de prisión, según las imputaciones ya firmes de la investigación en curso.
El joven que aquella tarde llegó en moto con Maturano se bajó en la parada de Mendoza y México y aguardó la llegada del colectivo como un pasajero más. Hizo seña y cuando el chofer frenó y abrió la puerta, avanzó y a quemarropa lo fulminó de un tiro en la cabeza y delante de numerosos pasajeros, que en su mayoría huyeron despavoridos.
El sicario descendió del ómnibus y cruzó a la carrera la avenida Mendoza hacia el sur, por calle México, sin esperar a su cómplice que debía recogerlo. Maturano, en tanto, había dado vuelta a la manzana y así pasó después, alcanzó a Axel y lo recogió para terminar de escapar de la escena del crimen.
Daloia, de 39 años, agonizó en el Hospital Clemente Álvarez y murió el domingo 10 de marzo.
La recompensa
Ante la falta de avances en la investigación, el Ministerio de Seguridad había ofrecido días atrás una recompensa de 10 millones de pesos para quien aportara datos que facilitaran la pesquisa. Pero fue la difusión del video lo que movió el hormiguero.
El mismo viernes en que esas imágenes se hicieron públicas, se entregó en la comisaría 14ª, de barrio Belgrano, Joana García, 37 años, pareja de Maturano y una de las personas investigadas por el otro homicidio de esa saga mafiosa de esos días: el de Bruno Bussanich, playero en la estación de servicios situada de Mendoza al 7600, ocurrido dos días después del ataque a Daloia, el 9 de marzo.
Mientras tanto, Maturano sigue prófugo e involucrado como coautor del homicidio del colectivero.
Desde el MPA solicitan información bajo reserva a la línea 911, o a la Unidad de Homicidios Dolosos de Rosario, teléfono 341 3627417, redes sociales o el Centro de Justicia Penal, en Sarmiento 2850.
Unos días fatales
El crimen de Daloia sobrevino luego del ataque a un colectivo del Servicio Penitenciario que fue acribillado sin víctimas de gravedad en la avenida de Circunvalación y de los asesinatos de los taxistas Héctor Figueroa y Diego Celentano, en zona sur, el del playero Bussanich en la estación Puma de zona oeste, y además una balacera contra la comisaría 12ª y un atentado fallido contra un colectivo de la línea 122, cerca de donde ocurrió el homicidio del chofer de la K.
En esa semana, y con diferencia de 24 horas, Figueroa, de 43 años, murió asesinado al llevar a un pasajero que lo había abordado en Uriburu y Vuelta de Obligado, y que lo hizo conducir hasta Flammarión y Lamadrid, donde esperaba un sicario que lo ejecutó a sangre fría.
Ese mismo día, temprano, el Ministerio de Seguridad había difundido en redes sociales una foto de presos semidesnudos y bajo castigo en el penal de Piñero, al estilo de la mano dura que imprimió en El Salvador su presidente Nayib Bukele.
Al día siguiente, Celentano, de 38 años, levantó a dos pasajeros con su taxi en barrio Saladillo. A poco de andar, uno de estos lo ultimó de un tiro en la cabeza, en Marcelo T. de Alvear y Garmendia, a metros del polideportivo municipal Balneario Saladillo y del Monumento a Evita.
Las balas utilizadas para matar a ambos taxistas provenían de los arsenales de la Policía de Santa Fe.
El tercer crimen fue el del colectivero Daloia, y el cuarto, el del empleado Bussanich.
Las detenciones
Desde entonces, hubo una veintena de detenciones y una investigación que relacionó esa saga criminal con el descontento de presos de alto perfil por las restricciones del régimen penitenciario intramuros. En el epicentro de esos delitos fue imputado Alejandro “Chuky Monedita” Núñez, preso en la cárcel de Piñero, y media docena de personas que colaboraron desde afuera y reclutaron sicarios para consumar los ataques.
De acuerdo con la primera tanda de imputaciones, los asesinatos de los taxistas involucran a un grupo de personas que cumplieron órdenes de Núñez. Pero los homicidios de Daloia y Bussanich se los endilgan, en su planificación y reclutamiento de pistoleros, a Uriel Rodríguez, un convicto que cumplía prisión domiciliaria en su casa del barrio Santa Lucía.