Desde Córdoba

Tras un primer semestre en el que navegó las picadas aguas nacionales, lo que le costó ser carne de memes, llantos y algún que otro reproche público, el diputado nacional Rodrigo de Loredo decidió pasar de pantalla. Tras el trajín que significó batallar para lograr la aprobación de la ley Bases, el titular de la bancada de la UCR comenzó a ocuparse de la patria chica y orejear cartas para 2025 y 2027. A caballo del hastag, “sin 2025 no hay 2027”, De Loredo se metió de lleno en la rosca radical cordobesa, que en septiembre definirá sus autoridades provinciales.

Clave para hacer base de cara a sus aspiraciones electorales (una vez más), el legislador nacional digita de cerca los movimientos que encuentra a sus socios directos involucrados en la disputa por la conducción.

Aunque el calendario marca que este lunes vencía el plazo para la presentación de alianzas y el viernes será el momento de conocer candidatos, los distintos referentes todavía abrigan la posibilidad de evitar las internas. “Sería un desgaste y sobreexposición innecesarios”, repiten desde la Casa Radical.

La Mesopotamia radical

Pese a ser la figura de la UCR cordobesa más relevante a nivel nacional, De Loredo está lejos de aglutinar de manera irrestricta a todos los núcleos internos. El acercamiento a las políticas de Javier Milei, la irreductible sociedad con el senador Luis Juez y la tensión con el Partido Cordobés de Martín Llaryora terminan de maridar un plato que tiene muchas manos.

En primera instancia, algunos sectores consideran que el alineamiento irrestricto en el Congreso a las políticas de Javier Milei diluyó la identidad partidaria. En concreto, a De Loredo le facturan la reducción de la UCR al rol de apéndice libertario, más allá de las lágrimas reformistas.

La experiencia con el PRO, vía Juntos por el Cambio o Cambiemos, todavía está fresca en las huestes cordobesas. Desde entonces, el papel de “puesto menor” ya no es digerible para la UCR. “No vamos a entregarle el partido a Milei. Es imposible”, reafirman.

Paradójicamente, cuando la alianza que llevó a Mauricio Macri al poder transita, a nivel nacional, sus últimos días como experiencia política, en Córdoba goza de buena salud. De hecho, en la Legislatura Unicameral el interbloque de Juntos por el Cambio tiene una actividad parlamentaria dinámica y aceitada. Es Córdoba, no trates de entenderla.

La figura de De Loredo es encarnada por el intendente de la ciudad de Río Tercero, Marcos Ferrer. Figura joven y con vuelo propio, el jefe comunal ostenta el cargo ejecutivo más importante de un dirigente radical en la provincia. Si bien cuenta con el apoyo de siete corrientes internas, también le observan, no tan de reojo, la “cordial” relación con el gobernador. Y lo carpetean con la foto observada el pasado 9 de Julio, cuando Llaryora realizó el acto oficial por el Día de la Independencia en la ciudad del departamento Tercero Arriba. “Todo es institucional”, señalan para rechazar los cantos de sirena.

Mete la cuchara

Precisamente, la figura del gobernador sobrevuela la interna. Como nunca antes, el oficialismo del Partido Cordobés observa con atención el desarrollo de la interna. La presencia de un núcleo configurado en torno a la figura de la vicegobernadora Myrian Prunotto, quien se reivindica radical y cuya suspensión partidaria está judicializada.

Por necesidad, desde el Panal entienden que la emergencia de una UCR fuerte favorece a la hora de definir un rival político claro sobre el cual descargar la pirotecnia local y evitar confrontaciones con el oficialismo nacional.

“Ni Llaryora ni Milei”, es la frase que más se repite en bares y pasillos para graficar el tironeo en el que navega el radicalismo cordobés. Prescindente, pero no ausente, está el juecismo. Socio fundamental de De Loredo, la ligazón electoral con el senador es observada con mayores o menores matices en el seno partidario, más allá de haber sido una de las caras de la última elección que dejó a la coalición a tres puntos de la gobernación.

El tercer núcleo partidario que pretende sentarse en la mesa de negociaciones es el que tiene como referente principal al dos veces intendente, Ramón Mestre hijo. Alejado de la espuma electoral desde 2015, el ex jefe comunal fue uno de los que plantó bandera en contra de la intención deloredista de dominar el partido. Sin chances reales de hacerse con la presidencia del partido, apuesta a mantener su cuota de poder con la dirección del Comité Capital, hoy en poder de su hermano Diego, y curules en el Comité Nacional.

No son pocos los que dan cuenta que esta última versión podría habilitar la fumata blanca y evitar la interna. No obstante, todo es posible.