Sol Duarte tiene 23 años, hace música desde pequeña y considera un eje central de su arte el activismo antirracista. Para ella, explorar la música es un acto de resistencia y afirmación, algo que se refleja en su trayectoria artística y en su formación musical. Su arte es el reflejo de la combinación de una formación académica en el conservatorio, y una formación en el seno familiar vinculada al rock, al soul, el funk, el jazz, el reggae, y al folklore litoraleño. Se define entre risas como “Una joven con oído de 60”. La familia de Sol está llena de músicos. Su tío abuelo, Manuel García López, se destacó en la música tropical con la banda “Paul Da Cruz y su Sonora Panamericana”, su tío Carlos García López, está en el podio de los tres mejores guitarristas del rock nacional, y su padre, bajista, es sin dudas su mayor influencia musical, y con quien dio sus primeros pasos en los escenarios. La conversación con Sol es distendida, pero también fugaz, conversa con Negrx entre medio de dos actividades de las tantas que ocupan su semana entre estudio, trabajo, activismo, y por supuesto la música. Sus modos son amables y risueños, siempre manteniendo un tono ligero, sin embargo, sabe ponerse seria y expresar verdades con firmeza cuando es necesario, siempre con notable simpatía.
Provenís de una familia de músicos profesionales. ¿Sentiste que fue un proceso natural comenzar a tocar el piano y cantar?
Que decirte, mi familia es muy musical, de parte de mi vieja mis abuelos chamameceros, mi abuelo el mejor recitador y buen portador de sapucai. Mi vieja una nerd y amante de la música, se sabe todos los mejores discazos del planeta. Y bueno, de parte de mi viejo, él es bajista, mi tío es para mi el mejor guitarrista de la Argentina. Mi influencia es más que nada desde el lado de mi papá que son los que se dedicaron como profesión a la música. Empezando por mi tío abuelo. El abuelo Manuel un gran cantante de cumbia tropical, y bueno después la descendencia salió toda rockera, rockera mal, como estilo de vida y como género musical.
Así que imaginate, mis viejos iban de gira, de joda conmigo a todos lados, en la panza de chiquita y el oído se iba alimentado. Hace poco mi viejo me invitó a cantar un tema en un bar irlandés por la ciudad de Buenos Aires. Ahí tocaba con su banda y el presentador dijo al micrófono, algo así como “Hace 23 años sol estaba en este mismo bar pero en la panza y ahora el privilegio de escucharla cantar” [Se ríe]. Somos muchos músicos en la familia, tenemos grandes bateros, guitarristas, bajistas. Antes en las mesas grandes de navidad o de las fiestas en general, en un momento mi tío empezaba a golpear la mesa al ritmo de “Momento cultural, momento cultural” [Hace la mímica golpeándose las piernas] y arrancaba con la guitarra a zapar, mi familia en esa línea siempre. La música es todo para nosotros.
¿En qué momento de tu vida comenzó tu activismo antirracista?
Mi activismo oficial querrás decir [ríe]. Empieza cuando arrancó la universidad, ya siendo mayor de edad, me involucro de lleno en la Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR). Pero te digo la palabra oficial, porque mis viejos nos llevaban a mi hermano y a mí, desde los comienzos de la organización a las distintas actividades y juntadas que hacían. Mientras ellos se daban rosca al orgullo negro, a mi me juntaban dos sillas y me quedaba dormida ahí [señala un rincón del cuarto donde conversamos y se rie], y claro todo eso iba absorbiendo. Y después, no sé, en el colegio, por ejemplo, ordenaba a todos en su lugar, tenía el liderazgo, algo intuitivo, no lo entendía del todo, pero lo sentía [se sonríe por la ocurrencia].
Mi familia de parte de mi viejo, García López, es afroargentina muy orgullosa de su negritud. Ellos me enseñaron que primero soy negra, después pianista, mujer, estudiante, no se todo lo que quiera, y así fui siempre por la vida. Así que claro cuando entro a DIAFAR, empiezo a conceptualizar y comprender todo ese orgullo y es ahí, cuando empiezo a tener, además, conciencia negra.
Entonces mi musicalidad pasó a ser 100% negra, ya no solo por lo que toco en sí, sino por el “para qué” lo toco. Es decir, soy activista, me levanto y me voy a dormir pensando en la lucha antirracista, todo lo que hago es en base a eso. Un momento bisagra para mi fueron unas palabras del movimiento “Razón Hip Hop” que me marcaron para siempre, donde explicaban que el arte es político, y todo lo que se haga sin política es entretenimiento. Y claro, lejos de creer que el entretenimiento está mal, mi música es un acto político. Mi música es por y para mi comunidad.
En este camino de conexión entre la música y el activismo, este año participaste en la serie animada infantil Antirracista. ¿Cómo fue esa experiencia?
Esa experiencia es un claro ejemplo de cómo entiendo el arte. Hicimos la canción principal de la serie “Antirracistas, historias para infancias libres de racismo”, junto a mi compañero de lucha Pablo, mi amiga Belu y otro gran gran artista antirracista Mario Castro. Una gran experiencia, teniendo en cuenta que es la primera serie antirracista infantil de la Argentina, ahí mucha responsabilidad y obvio que compromiso. Con todo nuestro orgullo negro y conciencia negra hicimos un temón. Con el debido cuidado de saber que le estábamos cantando a las infancias, y con la convicción de lo bien que la iban a recibir, y así fue, entiendo yo.
Un material invaluable para los peques, que son lo más y que tienen el derecho de saber quienes son y quienes los rodean. Una verdadera construcción de la identidad, como lo dice la letra “con amor y en comunidad celebramos nuestra identidad” [canta el fragmento]. Una identidad nacional que está conformada mayoritariamente por personas negras en el sentido amplio de la palabra.
Mencionaste la influencia de tu familia en tu música, pero también tenes educación académica y continúas formándote. ¿Podrías hablarme más sobre eso?
Mirá yo empecé mis estudios de piano a los 5 años casi 6, música clásica con el método Suzuki, a los 10 ingresé al conservatorio Astor Piazzolla, así que ahí ya tengo mi parte full académica y clásica. Además canto desde adolescente. A eso sumale lo de afuera de la institución. Escucho desde chiquita a Corinne Bailey Rae, Lauryn Hill, Erykah Badu, Nina Simone, Stevie Wonder, bueno te digo soul, r&b, funk, mucho de eso. Desde hace un tiempo estudio blues con Cristina Dall, de las Blacanblus, una genia total. Con todo eso como bagaje, ahora hago mi musiquita, 100% música negra como decisión política.
Por otro lado soy estudiante de la Licenciatura en Musicoterapia en la UBA. La musicoterapia es una disciplina que utiliza a la música como herramienta para la prevención y promoción de la salud. Una carrera que está desvalorizada pero que es salvadora y sanadora. Sirve para muchas cosas, entre ellas, y para mi la más importante, para la salud mental de mi comunidad. Mi objetivo es acompañar a mi comunidad desde el lado musicoterapéutico mientras que sigo luchando por la reparación histórica. Así que conecto la formación académica con la militancia también.
Dejame decirte algo más de esto. Porque estamos hablando de la formación académica, quiero destacar el privilegio que tengo de poder ir a la universidad. Se que es gracias a toda la resiliencia de generaciones anteriores de mi familia. Yo soy la segunda generación en mi familia, de las dos partes, en poder ir a la universidad. Lo remarco porque se supone que en Argentina es pública, gratuita y universal, pero mi comunidad nunca llega. Los negros y las negras en el amplio sentido de la palabra no llegan. Y no llegan no por falta de ganas o de inteligencia, pasa porque las condiciones estructurales no se lo permiten. Yo entro al aula y negros somos dos con suerte en toda la clase.
En la actualidad, se critica a menudo a la generación de veintipico por su aparente apatía e individualismo. ¿Cuál es tu opinión al respecto y cómo crees que esto se refleja en la música contemporánea?
Y yo soy parte de esa juventud, que te voy a decir, la estamos rompiendo. En un momento donde predominan frases como “la juventud está perdida”, “los jóvenes de cristal”, la respuesta es que muchos y muchas estamos organizados y accionando. En el palo del arte nos estamos súper desarrollando y evolucionando, mucha musiquita muy buena dando vueltas, capaz de forma más interna pero que alimentan a la sociedad.
Esto que me decís me hace pensar también en algo que escucho mucho: “lo que se hace ahora no es música”, o “las letras de ahora no dicen nada”. Pero yo creo que dicen mucho, lo que pasa es que dicen mucho de lo que no se quiere escuchar. Es más fácil hacer la vista gorda. Pero si los pibes te están cantando sus vivencias y tu respuesta es el rechazo y hasta el repudio, en vez de la escucha activa y en consecuencia la acción, que más de cristal que eso.
Ni hablar los que dicen que la cumbia no es música, claro justo el género que probablemente representa a las mayorías, a los barrios, a los negros, justo esa no lo es. Yo creo que es evidente el racismo con el que se señala la calidad musical y más particularmente en nuestro país.
El compromiso de Sol con el activismo antirracista va más allá de su participación en la serie animada. Ha logrado integrar su arte y militancia de manera ejemplar, utilizando su música como herramienta de cambio y educación. Antes de finalizar la entrevista, nos cuenta sobre las diversas actividades que está llevando a cabo actualmente con sus compañeros de militancia, incluyendo su trabajo con escuelas y jardines, y cómo pone la música al servicio de estas iniciativas. La combinación de talento y propósito de Sol amplifica el mensaje, creando espacios inclusivos donde las nuevas generaciones pueden reconocer y celebrar su identidad. A través de su música, Sol también hace un llamado a unirse a la lucha por la justicia racial en Argentina.